La de Cher Ami es una historia de héroes de guerra como las hay a cientos en las crónicas de la Primera Guerra Mundial. La suya, eso sí, es bastante peculiar. Y no porque él solito salvase a un batallón entero, fuese capaz de recorrer 40 kilómetros malherido o Francia lo condecorase con la Croix de Guerre, circunstancias todas que, efectivamente, marcaron su historia. No. Si el caso de Cher Ami es peculiar es porque no era un soldado al uso. En vez de uniforme, vestía plumaje. No llegaba a los dos años. Y no había armas para él, solo una anilla y mensajes.
La razón: Ami era una paloma mensajera.
Un ave única y protagonista de una historia que hoy, más de un siglo después, explica que esté expuesta sobre una peana en el museo Smithsonian.
Palomas mensajeras y con galones. Las guerras no solo se ganan con cañones, tanques, aviones y soldados. Para que su despliegue resulte efectivo hace falta una buena comunicación, fiable y segura. Y eso no siempre resultaba sencillo durante la Primera Guerra Mundial. Las conexiones por cable eran vulnerables a los ataques, igual que los mensajeros humanos que se veían obligados a esquivar la artillería enemiga, y no siempre era posible usar la tecnología de radio en el campo de batalla. Así las cosas, los ejércitos apostaron por un arte que en realidad tenía poco de nuevo: la colombofilia, la cría y adiestramiento de palomas mensajeras.
Del palomar, al frente. “Se convirtieron en un medio fiable de comunicación entre el frente y los puestos de mando”, detalla el National Museum of American History. En 1917 el Army Signal Corps de EEUU creó una unidad de palomas que no tardó en ponerse al servicio de las Fuerzas Expedicionarias (AEF) desplegadas en Francia. Como apoyo, en mayo del 18 las Fuerzas Armadas Británicas donaron a los estadounidenses 600 ejemplares de palomas jóvenes, un “destacamento” capaz de volar por encima de los soldados enemigos cargado con pequeñas cápsulas con mensajes . Entre esos centenares de aves había una anillada como NURP 18 EAD 615, de solo unos meses de vida. Su alias para la historia: Cher Ami.
Un batallón perdido (y desesperado). De palomas mensajeras era precisamente de lo que dependía para comunicarse en el otoño de 1918 el mayor Charles W. Whittlesey, oficial al mando de un grupo de soldados estadounidenses de la 77ª División que afrontaban una situación dramática. Tanto, de hecho, que se les recuerda como el Batallón Perdido. Sus hombres había avanzado por el bosque Argonne, al norte de Francia, como parte de la Ofensiva Mosa-Argonne hasta quedar totalmente rodeados por los enemigos alemanes. No solo eso.
Si ya era malo de por sí verse tras las líneas germanas, aislados, hambrientos y ateridos, la situación de los soldados de la 77ª División sumaba un hándicap aún peor: sufrían ataques de la artillería enemiga… y la de los propios estadounidenses, incapaces de conocer la situación de sus compañeros. Whittlesey necesitaba alertar a su mando, pero… ¿Cómo? Encomendarle una misión así a un soldado equivalía a enviarlo a una muerte casi segura y el batallón estaba fuera del alcance de la señal de radio, con lo que esa opción quedaba también descartada. Su única esperanza era escribir mensajes, atarlos a las patas de las palomas mensajeras que tenía a su disposición y rezar por que a las aves no les alcanzase ninguna bala alemana.
La hazaña de Cher Ami. Se dice que a comienzos de octubre, en cuestión de solo dos días, Whittlesey lanzó siete mensajes desesperados en los que solicitaba ayuda. Su última baza la jugó el 4 de octubre a primera hora de la tarde, cuando liberó su última paloma, una de las aves entregadas meses antes por los británicos, con un mensaje atado a la pata. El escrito era breve, sucinto, pero de una claridad aterradora: “Estamos en la carretera paralela 276.4. Nuestra propia artillería está lanzando un bombardeo directo sobre nosotros. Por el amor de Dios, basta”.
Los detalles de qué pasó después varían de una versión a otra. Hay quien afirma que aquella paloma voló alrededor de media hora, 60 minutos o una hora y cuarto, y que la travesía abarcó entre 30 y 40 kilómetros hasta alcanzar el Mobile Loft No. 11 dirigido por Ernest P. Kockler en Rampont. En lo que coinciden todos los relatos es en que aquella paloma liberada por Whittlesey llegó a su destino. Y con ellla su valioso mensaje, que permitió conocer las coordenadas del Batallón Perdido.
Aderezando la historia con épica. La paloma en cuestión se llamaba NURP 18 EAD 615, o Cher Ami, para abreviar. Y por si sobrevolar las tropas enemigas para llegar a su destino con la valiosa petición de socorro no hubiese sido suficiente, su historia está aderezada con unos cuantos ingredientes que la hacen aún más épica.
Al examinar a Cher Ami comprobaron que había pagado un precio muy alto por cumplir con su misión. El pobre animal había sido alcanzado por una bala o parte de un proyectil que lo dejó gravemente malherido, con lesiones en el pecho y una pata prácticamente cercenada. Smithsonian precisa de hecho que la cápsula con el mensaje de Whittlesey colgaba de los tendones de su extremidad mutilada.
El otro dato que completa su historia es una cifra, una que da una ida de lo fundamental que había sido la ayuda de la paloma y cómo de dramática era la situación de los soldados de Whittlesey cuando Cher Ami alcanzó su destino. Si bien el batallón lo componían originalmente 554 hombres de nueve compañías de infantería y ametralladoras, el número de rescatados fue muy inferior: 194.
Una paloma, y un héroe. Las guerras no solo se ganan con cañones, tanques, aviones, soldados y una buena comunicación. Al menos en el campo de batalla de la simbología hace falta otra arma igual de efectiva: el relato. Con sus héroes, por supuesto. Y franceses y sobre todo estadounidenses no tardaron en ver uno jugoso en aquel columbiforme malherido. El Ejército amputó la pata de Cher Ami, intentó curarlo, lo retiró del servicio militar e incluso lo envío de regreso a EEUU, a donde llegó el 16 de abril de 1919 junto a un grupo de palomas heroicas. Normal. Incluso el gobierno galo llegó a otorgarle su distinción Croix de Guerra con palma.
Ni esos reconocimientos, ni los mejores cuidados veterinarios ni su fama pudieron salvar sin embargo a Cher Ami, que acabó muriendo el 13 de junio debido en parte a las consecuencias de la grave herida que había sufrido en el pecho. Como último homenaje, el Cuerpo de Señales del Ejército de EEUU decidió donar su cadáver al Instituto Smithsonian. Allí el taxidermista Nelson R. Wood se encargó de preparar su cuerpo para exhibirlo. Desde entonces ha recibido algunos galardones más, incluido un lugar en el Racing Pigeon Hall of Fame, en 1931, y se ha expuesto principalmente en el Museo Nacional de Historia Americana.
Un héroe… y también leyenda.Ese podría ser el punto y final en las andanzas de Cher Ami, pero lo cierto es que su crónica se complica algo más. Más de un siglo después, hay voces que han empezado a revisar al menos parte del relato histórico. Y entre las instituciones que han decidido hacerlo figura el National Museum of American History, que hace poco publicó un artículo con matices importantes.
“Aunque es seguro que Cher Ami entregó mensajes críticos desde el campo de batalla durante el otoño de 1918, su servicio está empañado por el mito debido a narrativas inconsistentes”, detalla. ¿Cuáles? De entrada los registros oficiales no especifican qué paloma entregó el mensaje clave del 4 de octubre ni tampoco hay constancia de que se mencione a ningún ejemplar en concreto por su nombre. Habría sido John L. Carney, del Servicio de Palomas, quien proclamó que había sido Cher Ami el ave que en 1918 permitió salvar al Batallón Perdido.
¿Héroe o heroína Hay más. El Smithsonian apunta que el bombardeo ya habría cesado cuando Cher Ami llegó a su destino, si bien su mensaje aportaba información valiosa sobre las coordenadas del batallón de Whittlesey. Otro tema que se ha debatido largo y tendido durante décadas es si Ami era un héroe o una heroína. Su sexo se discutió durante alrededor de un siglo hasta que hace apenas dos años sus restos se sometieron un análisis de ADN que demostró “de manera concluyente” que la famosa paloma era biológicamente un macho.
Detalles y épica a un lado, de lo que parece haber pocas dudas es de que el ave transmitió un mensaje valioso a pesar de las gravísimas lesiones que llegó a sufrir durante su misión e incluso hay registros que hablan de cómo logró entregar una docena de mensajes importantes del Frente de Verdún a la base de Rampont.
De palomas famosas y condecoradas. Cher Ami no es la única paloma mensajera famosa del siglo XX. Su historia bien puede rivalizar con la de Kaiser, un ave parecida que a lo largo de su vida llegó a servir en dos guerras mundiales e incluso fue prisionera de guerra. Tampoco es la única que ha podido presumir de una insignia oficial que reconoce su valor y papel en una contienda global.
Durante la Segunda Guerra Mundial los británicos diseñaron una peculiar estrategia con 16.500 palomas, la Operación Columba, en la que destacaron de forma especial algunos ejemplares, como Comando, que tras 90 misiones acabó recibiendo la medalla Dickin. Otros de sus congéneres, como Paddy o Mary, también obtuvieron sus condecoraciones al final de esa misma guerra.
Sus historias ya son materia para otro reportaje.
Imágenes: Smithsonian , U.S. Marines – U.S. National Archives (Wikipedia) , War Department. Army War College. Historical Section. World War I Branch. ca. 1918-ca. 1948 (Wikipedia)
En Xataka: En plena guerra contra Hitler, EEUU tuvo una loca idea: lanzar misiles pilotados por palomas
– La noticia La historia de Cher Ami, la paloma mutilada y condecorada en la Primera Guerra Mundial por salvar a 200 soldados fue publicada originalmente en Xataka por Carlos Prego .