Hace unos meses, mientras escribía un reportaje sobre la historia del color rojo, descubrí algo curioso. Durante el siglo XIX, la gran industria canaria había sido la cochinilla. Sí, el insecto: la famosa Dactylopius coccus, sobra la que giró el mundo textil (y una parte no desdeñable de la economía del Imperio) durante siglos.
Introducida durante el primer tercio del siglo XIX, las tuneras canarias rápidamente abastecieron las poderosas industrias textiles de Reino Unido, Francia y el resto de Europa. Luego, con la aparición del tinte sintético, todo se desmoronó. Fue entonces, cuando el tomate y el plátano empezaron a ganar terreno.
Me he acordado de todo esto al leer una reflexión de Pedro Luis Pérez de Paz en torno a los problemas que ahora tiene el plátano canario. Porque lleva razón el catedrático de botánica de la Universidad de La Laguna, es curioso cómo el ciclo de los cultivos canarios es una historia del eterno retorno.
“Llegada, despegue, éxito, crisis y fracaso”. Ese es el ciclo, según Pérez de Paz. Pasó con la viña, la caña de azúcar, la cochinilla, el tabaco, la papa, el tomate, la piña tropical y el aguacate.
“En algunos casos, el colapso es total (caña, cochinilla, tabaco)”, decía el investigador. “En otros, [el colapso es] parcial y permanecen como residuales (tomate, papa)”; en unos pocos, fluctúan “alternando periodos de crisis y resurgimiento, dependiendo de ciclos, como la vid, etc”.
¿Un destino… para las plataneras? Esa es la gran pregunta que surge al ver los grandes excedentes de plátanos que se amontonan en los vertederos. Algo que no es nuevo, claro. En realidad, se trata de una realidad persistente desde que España entró en la Unión Europea, pero que, cuando hablamos del sector del plátano canario, se vuelve mucho más importante.
Al fin y al cabo, al juego geopolítico del mercado internacional, se le suma el aumento de costos (“la carestía de la mano de obra, de los abonos y del agua”), las malas noticias climáticas y un cúmulo de importantísimos problemas en la gestión y en la comercialización del producto.
Es decir, a una competencia internacional cada vez más feroz, hay que sumarle los problemas internos de un sector que un día fue referencia internacional (con la creación de los sindicatos tinerfeños hace más de 100 años), pero que hoy está con el pie cambiado.
Todos los problemas de la agricultura, pero mucho menos control. Hace unos meses hablábamos de que el mayor reto agrario del siglo era asegurar el agua de los olivos. El problema es muy parecido, pero Canarias tiene un gran problema extra.
Porque si con el olivar era una tarea casi imposible, la industria del aceite tiene una gran baza: hay muy poca competencia. No pasa eso con el plátano: con el plátano, la competencia es enorme. Por muchos motivos; pero, especialmente, porque es un producto que, por mucho que sufra variaciones de un sitio a otro, es esencialmente el mismo (el cavendish) se cultive donde se cultive.
Por eso, la pregunta está clara. ¿Qué será del plátano? Es decir, ¿qué será de canarias? Al fin y al cabo, no debemos olvidar que (junto con el turismo) se trata de una de las políticas industriales más importantes y definitorias del archipiélago. Es un momento clave para reinventarse, pero para eso hay que querer hacerlo. Y no está claro que las fuerzas vivas de Canarias quieran hacerlo.
Imagen | Scott Webb
– La noticia La “maldición de los cultivos canarios”: todo el mundo sabe que el plátano está en crisis, nadie sabe si podrá salir de ella fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .