Mi Blog

octubre 16, 2022

Technology
Adriana P

China ama tanto a Europa que se ha construido una propia: así son las ciudades-réplica que pueblan el país

China ama tanto a Europa que se ha construido una propia: así son las ciudades-réplica que pueblan el país

Lo de lanzarse a proyectos XXL nunca ha arredrado a China, que entre otros hitos puede presumir de la mayor planta energética del planeta, puentes y edificios de infarto o titánicas canalizaciones de agua, así que, bien visto… ¿Por qué no iba a lanzarse al que quizás sea el proyecto más delirante de todos: meter otras metrópolis en la propia China Suena a fantasía, pero —cuando de levantar estructuras se trata— en el gigante asiático eso no supone necesariamente un problema.

El resultado es la pequeña Europa “made in China” que ha tomado forma con los años en su propio territorio inspirándose en metrópolis localizadas a miles de kilómetros, como París, Londres, Berlín, Ámsterdam o Venecia. Algunos se sitúan alrededor de la gigantesca Shanghái, un enorme bolsa de población en la que residen unas 24 millones de personas repartidas a lo largo de 6.341 km2.

Y lo de seguir el modelo no es una forma de hablar o una expresión metafórica. Si viajas al distrito de Linping, en la provincia de Zhejiang, te encontrarás con Tianducheng, una ciudad que imita muchos de los detalles arquitectónicos de París, incluidas amplias avenidas, parques, fuentes y, por supuesto, una réplica de la Torre Eiffel de 108 m, más o menos un tercio de la original.

Como en el extranjero, sin salir de casa

Solo con coger el coche y conducir hasta la provincia de Guangdong podrás disfrutar de una copia inspirada en Hallstatt, un idílico pueblo austriaco enclavado en la región de Salzkammergut. En caso de que seas más anglófilo te queda la opción de ir a Thames Town, en Songiang, a algo más de 30 km de Shanghái. Allí te encontrarás con un remedo de estilos arquitectónicos ingleses.

Suena extravagante, pero tiene su lógica.

La idea de “importar” modelos de otros países no es algo tan extraordinario ni desde luego una novedad en China, que lo viene aplicando desde hace ya unos cuantos años con una intención bien estudiada. Hace más de dos décadas, en 2001, se planteó el programa “Un Ciudad, nueve pueblos”, concebido en parte para el turismo interno y ofrecer vivienda en espacios atractivos que, al mismo tiempo, ayudasen a aliviar el hacinamiento de población en el centro de Shanghái. A modo de gancho, algunos de los núcleos proyectados se inspiraron en la arquitectura europea.

La idea estaba clara: descongestionar la superpoblada metrópoli asiática y paliar la escasez de vivienda. Tianducheng empezó a levantarse poco después, de hecho, en 2007.

“Una estrategia para atraer tanto a los extranjeros que trabajan en las empresas como a los chinos que aprecian el estilo de vida occidental que suelen vivir en el centro de la ciudad. Las nuevas urbes fueron designadas siguiendo lugares de países extranjeros”, detalla un estudio de 2009.

Al decantarse por las elegantes fachadas parisinas en vez de un estilo más indefinido o formas tradicionales de China sus promotores querían darles un plus extra, un atractivo que las hiciera más interesantes a ojos de sus nuevos habitantes. En definitiva, se quería seducir a los inquilinos, captar el interés de la creciente clase media del país. Allí, en los nuevos núcleos, recuerda El País, se les ofrecía además una menor contaminación y la perspectiva de salir de los grandes bloques.

Para comprender el fenómeno bien es importante partir también de las diferencias culturales y el valor que se da a los propios conceptos de creación, autenticidad o copia en China.

La idea de 2001 pasaba por crear núcleos urbanos, algunos partiendo incluso de cero, siguiendo diferentes modelos. Hubo espacios que se inspiraron en Países Bajos, Italia, Alemania, Inglaterra y —por supuesto, como también España tiene su tirón en el gigante asiático— se creó un núcleo con ciertos toques españoles en Fengcheng, incluidos por supuesto varios molinos manchegos.

Thames Town In Songjiang 02

Una imagen de Thames Town, inspirada en Inglaterra.

rerere

Xiangxie Road, en Tianducheng.

París

Otra de las vistas de Tianducheng, inspirada en París.

Eu

Ubicación de Guangdong inspirada en Hallstatt.

¿Funcionó el plan? Algunas informaciones lo cuestionan, rebajando su capacidad para captar población o la viabilidad de sus servicios públicos y comercio. En otras de las localidades que imitan paisajes extranjeros se señala un problema igual de complejo: los precios. En 2016 quien quisiera comprar en Hallstatt, situada en la provincia de Cantón pero con aires innegablemente austriacos, abonaba 2.130 euros por m2, muy por encima del salario medio, situado en 850 euros.

Lo que no se puede negar es su atractivo turístico, especialmente interesante —como recuerda la cuenta Dinastía Chip— tras las restricciones aplicadas por el Gobierno para atajar los contagios por COVID-19. Quizás un vecino de Shanghái o Pekín no pueda ir a París pero sí tiene Tianducheng o Thames Town si lo que quiere es desquitarse de no poder pasearse por las calles de Londres.





No todo son núcleos de viviendas. Los chinos interesados en sentirse como en Florencia tienen Florentia Village, un centro comercial de Tianjin; y si lo que buscan son aires holandeses y no pueden subirse a un avión con destino Ámsterdam siempre les queda caminar por Holland Town, en Pudong. En Overseas Chinese Town East, una suerte de parque temático enfocado en el ecoturismo y dotado de un lago artificial hay también un distrito inspirado en la lejana Interlaken, en tierras suizas.

¿Qué no es suficiente? Te queda por ejemplo Tonghui Town y sus estampas del Viejo Continente.

Si es que no hay excusas para no conocer mundo.

Sobre todo si vives en China.

Imágenes: MNXANL (Wikipedia), Huai-Chun Hsu y Hanno Böck


La noticia China ama tanto a Europa que se ha construido una propia: así son las ciudades-réplica que pueblan el país fue publicada originalmente en Xataka por Carlos Prego .

Technology
Adriana P

Qué fue de Olé, el primer gran buscador en español: una historia fugaz marcada por el crecimiento brutal y la polémica

Qué fue de Olé, el primer gran buscador en español: una historia fugaz marcada por el crecimiento brutal y la polémica

Su historia es breve, un visto y no visto casi, y sin embargo a duras penas se puede entender la crónica patria del Internet sin el buscador Olé. La suya fue fue en cierto modo una vida de estrella del rock and roll: fugaz, acelerada, salpicada por la polémica y con un ascenso meteórico al que siguió la defenestración inevitable por el atractivo de los nuevos nombres. Todo aderezado con un indudable dominio y colores “made in Spain” que aún hoy arranca sonrisas y algún suspiro de nostalgia.

Los orígenes de Olé.es se remontan a la España de los años 90, la de Amistades Peligrosas y los acordes new age de ElBosco, las campanadas con Joaquín Prat y el Motorola Startac. Con ese telón de fondo se lanzó en enero de 1996 Olé, acrónimo de Ordenamientos de Links Especializados, un nombre quizás no tan comercial pero que capta bien qué era y para qué se utilizaba.

Olé era un buscador web, el primero disponible en castellano y que logró un auténtico alcance y popularidad. Su aspecto, eso sí, poco tiene que ver con el Google actual. Se parecía a un directorio, una lista de enlaces a otras webs agrupados y ordenados por diferentes categorías, como Ciencias, Cultura, Humanidades o Economía y Negocios. Estábamos a mediados de la década de los 90 y, si no todo, a los internautas que trasteaban con la Red aún les quedaba mucho por aprender.

Buen ojo, buen negocio

Yan

Detrás del proyecto estaba la mano de un hombre que a la larga llegó a hacerse casi tan popular como su propia creación, Josep (Pep) Vallés Rovira, un habilidoso hombre de negocios en el que la Fundació Catalana per a la Recerca (FCR) —entidad de patronazgo mixto público privado— vio un candidato ideal para vender las bondades de CINET, su proveedor de acceso a Internet.

Vallés hizo eso y más. Junto a José Gaspa Rovira ideó y propuso a los responsables de la FCR desarrollar un proyecto ambicioso, lo que acabaría siendo a la larga Olé.

Quizás no estuviese muy versado en tecnología o aquello de Internet, pero de olfato Vallés iba más que servido y no se le escapó el potencial de un buscador. ¿Si en Estados Unidos estaba empujando con fuerza Yahoo! por qué no iba a poder hacerlo Olé en España La herramienta podría promover la implantación de la Red en las empresas catalanas y partía con un enorme potencial: los cientos de millones de hispanohablantes que quizás algún día decidiesen lanzarse a la Red.

Quienes entonces querían buscar información tecleando las tres “w” se veía a menudo obligado a hacerlo con herramientas como Yahoo!, AltaVista o WebCrawler, útiles, sÍ; pero en inglés.

La idea gustó lo suficiente en los despachos de la FCR como para que le diesen luz verde y una discreta asignación de fondos. Los términos del pacto quedaron claros: la Fundació reconocía la propiedad de la idea a sus padres originales y el derecho a recuperar su propiedad en el futuro. A cambio, eso sí, de el organismo conservase los derechos de utilización del recurso.

Durante alrededor de seis meses —precisa Profesional de la Información— el equipo de CINET se dedicó a peinar la Red a la caza de recursos en español, analizando más de 50.000 referencias y verificando las URLs, tarea a la que se sumó la de estructurar y diseñar el propio buscador. Para su presentación se optó por una mezcla bien estudiada: un nombre con una composición similar al famoso Yahoo! estadounidense y un logo inspirado en la estética del pintor Joan Miró.

La criatura echó a andar en enero de 1996. El “localizador” (sic) arrancó con 2.000 referencias y apenas seis meses después rondaba ya las 4.000, un alza considerable que palidece sin embargo con la del propio flujo de visitas: si en enero de 1996 sumaba unas 34.900, en mayo rondaban ya las 1,02 millones con un punto de inflexión claro en marzo, cuando había finalizado su fase inicial de pruebas. Los usuarios accedían desde España y otros países, como México o EEUU.

Su buena evolución no impidió sin embargo que se decidiese desprenderse del buscador, un movimiento polémico sobre el que, a la postre, correrían ríos de tinta y alentaría no pocas horas de acalorado debate político.
¿La razón? Una simple cuestión de sumas y restas. Sobre todo de restas.

La titularidad de Olé se devolvió a Vallés y Gaspa por 200.000 pesetas, unos 1.200 euros. No estaba mal. Sobre todo si tenemos en cuenta que no mucho después el buscador se vendía por una cifra bastante más abultada. “La Generalitat logró 200.000 pesetas por Olé, valorado después en 3.000 millones”, titulaba El País en noviembre de 2000 una noticia en la que, entre otras cuestiones, apuntaba las dudas y debate que había desatado en la “privatización” de Olé.

El movimiento fue tan polémico que en 2002 el fiscal apreciaba aún indicios de una posible estafa en la venta y de delito fiscal por el traslado a sociedades extranjeras de los beneficios de la operación.

Pero no adelantemos acontecimientos.

De las faldas de FCR Olé pasó a un sótano propiedad de la familia de Vallés, donde continuó creciendo, alcanzó acuerdos con empresas como Mixmail o Alleurope y enriqueció su oferta con un servicio de noticias, chat y email gratuito. A mediados de 1998 un estudio de AIM-EGM ya la situaba como la tercera web más visitada en España, solo por detrás de Yahoo y El País y por delante de los sites de Microsoft, Altavista, ciudadfutura, el grupo Recoletos, Hotmail, El Mundo y Latinmail.

Así las cosas pasó lo esperable. Olé atrajo el interés de Telefónica, con la que cerró un acuerdo en 1999, cuando el célebre portal andaba ya por las cinco millones de visitas mensuales.

“Se sella la unión entre el líder global de telecomunicaciones en el mercado de habla hispana-portuguesa y el líder español de los portales y servidores de contenidos de Internet”, presumía por aquellas fechas Juan Villalonga, presidente de Telefónica. La venta se acordó por 3.000 millones de pesetas —qué lejos quedaban ya las 200.000 que se había llevado la FCR solo unos años antes— y opciones sobre acciones que hacia el verano de 2002 valían aún la friolera de 6.500 millones.

Grandes cifras, grandes inversiones, pero no mucho camino por delante.

Telefónica apostó por Olé, priorizándolo incluso por delante de otros proyectos internos en los que había estado trabajando durante meses y generando un profundo malestar entre parte de su equipo, pero eso no significó que a aquella marca de resonancias castizas le quedase mucho carrete.

La teleco decidió mantenerla como el buscador de Terra, nombre que acabaría fagotizando al escogido en su día al amparo de la Fundació. La puntilla le llegó en abril de 2000, cuando Telefónica hizo un desembolso millonario para hacerse con la popular Lycos. Eran nuevos tiempos, los tiempos de Terra, una de las grandes “puntocom” de la España de los primeros 2.000, que amasó millones, marcó a una generación de internautas y acabó despidiéndose años después, en 2017.

Esa ya es otra historia.

Más en Xataka | Qué fue de Airtel: la pionera operadora española que terminó fagocitada y “resucitó” años después en Albacete


La noticia Qué fue de Olé, el primer gran buscador en español: una historia fugaz marcada por el crecimiento brutal y la polémica fue publicada originalmente en Xataka por Carlos Prego .

Technology
Adriana P

Motorola Edge 30 Ultra, análisis: los 200 megapíxeles son el reclamo. El rendimiento brutal es la verdadera apuesta

Motorola Edge 30 Ultra, análisis: los 200 megapíxeles son el reclamo. El rendimiento brutal es la verdadera apuesta

Apellidarse Ultra está de moda. Samsung acuñó el calificativo con su Galaxy S20 Ultra, hasta Apple se ha dejado seducir por él con su Apple Watch Ultra, y Motorola se sube al carro con su Motorola Edge 30 Ultra. Cámara de 200 megapíxeles, 144 Hz de tasa de refresco y carga de 125W. Desde luego, tiene argumentos para ir a por todas con su nombre.

Hemos probado a fondo este Motorola Edge 30 Ultra, el que ya te adelantamos es una de las grandes sorpresas del año, a pesar de contar con un punto débil que nos demuestra que los números no lo son todo. Veamos qué esconde este terminal.


(más…)