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diciembre 25, 2022

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Adriana P

La paradoja de ‘Avatar: El sentido del agua’: la peor enemiga para triunfar en taquilla es su propia espectacularidad

La paradoja de 'Avatar: El sentido del agua': la peor enemiga para triunfar en taquilla es su propia espectacularidad

Las noticias sobre ‘Avatar: El sentido del agua‘ no solo siguen llegando. Es que directamente se amontonan: a sus no muy demoledoras pero decididamente positivas recaudaciones de taquilla se suman las ya definitivamente más flojas de China y las espectaculares de España, donde está batiendo récords. La secuela de ‘Avatar’ parece que, de momento, salva los muebles, y aunque sea una carrera de indiscutible largo recorrido, y hasta dentro de un tiempo no sabremos si Cameron puede cantar victoria, la película sigue generando titulares.

Sin embargo, una vez que se ha posado la polvareda que levantó el estreno y su apabullante primer fin de semana, las preguntas siguen en el aire, y no es de extrañar: con los estrenos de Marvel, por mencionar una de las franquicias que más recaudan, podemos predecir prácticamente desde el primer fin de semana si estamos ante un éxito o una decepción. Pero ‘Avatar: El sentido del agua’, dado su mastodóntico presupuesto y su monstruosa campaña de marketing, es aún un enigma.

En lo que podemos estar todos de acuerdo es en que la película ha apuntado alto, tan alto que su desmedida ambición ha sido publicitada -o usada como coartada publicitaria- tanto como la propia calidad de la película. Se nos ha vendido que el realismo, la calidad evocativa de las imágenes iba a ser lo nunca visto, y se nos ha implantado el falso recuerdo de que “como sucedió con la primera parte, esto lo cambia todo” cuando lo cierto es que con la primera parte… no llegó a suceder.

La primera ‘Avatar’ también usó la misma coartada, pero su innovación técnica estaba tan adelantada a su tiempo que, precisamente y por eso mismo, no cambió nada. Inventó una nueva forma de plantear el cine en 3D y en alta definición, pero llevaba tanta ventaja al resto y la propuesta de Cameron era tan visionaria que una vez pasada su propia explosión técnica, el cine siguió como siempre. Es cierto que como el propio Cameron cuenta, cuando se estrenó la primera película había 6.000 salas en el mundo en 3D y ahora hay 120.000, pero el 3D se considera una experiencia accesoria, un añadido para nada imprescindible a la hora de disfrutar de la película.

Vencidos por la espectacularidad

Es la propia intención de Cameron de renunciar a hacer con su carrera nada que sea ‘Avatar’ al menos durante, digamos, un par de décadas, lo que pasma de la saga, y se corrobora con una secuela que es poco más de lo mismo (¡incluso técnicamente!). Porque no habíamos visto una decisión comparable tomada por ningún otro autor -mucho menos por alguien de la categoría del director más taquillero de la historia del cine– y porque ‘Avatar’ parece, a poco que se la mire, una franquicia quizás no tan merecedora de semejante privilegio por parte de su creador.

Y seguimos recibiendo el mensaje de la desmedida ambición técnica de Cameron y sus muy premeditadas decisiones a la hora de emplear el HFR (que emplea imágenes rodadas y proyectadas a tasas de fotogramas mayores de 24 por segundo, en este caso 48). Por ejemplo, Cameron ha seleccionado unas secuencias donde las usa (las submarinas, las de vuelo, las tomas visualmente más llamativas de los escenarios) y otras donde no (los diálogos). El resultado, como ya comentamos en nuestra crítica, no es la de revolución técnica, sino la de ensaladilla de texturas y caos visual.

Y por tanto, la espectacularidad técnica de ‘Avatar’ se convierte en su peor enemigo, primero porque plantea una promesa que a ojos del espectador no termina de llegar. Estamos todos de acuerdo: los parajes de Pandora, la fauna y la flora del planeta, el tremendo y dilatadísimo clímax final, todo ello bien vale el precio de la entrada, pero… ¿revolucionario? Aún nos queda para alcanzar ese adjetivo.

Y segundo, porque esa espectacularidad que va por delante de cualquier otra consideración hace que se descuiden otras cuestiones, como la emoción, el ritmo o la genuina creatividad más allá del desborde de fotogramas. En realidad, tampoco pasa nada: la película se queda unos pasos por detrás de lo que prometió Cameron, pero sigue siendo una potente propuesta para la temporada navideña y una cita casi obligatoria para los devotos de la semiótica del blockbuster. Pero es muy posible que cada espectador decepcionado por el desequilibrio entre forma y fondo sea una muesca más que impide que futuras entregas de ‘Avatar’ lleguen a la meta que se habían marcado.


La noticia La paradoja de ‘Avatar: El sentido del agua’: la peor enemiga para triunfar en taquilla es su propia espectacularidad fue publicada originalmente en Xataka por John Tones .

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Adriana P

El siguiente salto de las placas solares: células ultrafinas que convierten cualquier tejido en fuente de energía

El siguiente salto de las placas solares: células ultrafinas que convierten cualquier tejido en fuente de energía

No importa si su textura es rugosa o lisa, de si hablamos del ala de un dron, la lona de una tienda de campaña o la vela de un barco, lo más probable es que pueda convertirse en una fuente de energía solar. Al menos es el objetivo con el que trabaja un equipo de ingenieros del Massachusetts Intitute of Technology (MIT) empeñado en desarrollar células fotovoltaicas de tela ultraligera que puedan transformar cualquier superficie en dispositivos capaces de suministrar energía eléctrica.

La clave —como acaban de detallar los investigadores del MIT en un artículo publicado en Small Methods— consiste en unas células solares resistentes, flexibles y sobre todo extrafinas. Tanto, que el MIT asegura que son “mucho más delgadas” que un cabello humano, una peculiaridad que facilita su manejo y despliegue sobre tejidos que más tarde pueden cubrir superficies fijas.

“Permite proporcionar energía sobre la marcha como un tejido de energía portátil o transportarse y desplegarse rápidamente en ubicaciones remotas para asistencia en emergencias”, resalta el MIT. Sus cálculos muestran que esta clase de células, pensadas para tejidos ligeros, pesan la centésima parte de un panel solar convencional y generan 18 veces más energía por kilogramo.

Ligera, flexible… y versátil

Lo de las células solares livianas y finas no es algo del todo nuevo. Hace algo más de un lustro un equipo de ONE Lab desarrolló ya prototipos tan finos, flexibles y ligeros que podían colocarse incluso encima de una pompa de jabón. Su principal problema era el coste y dificultad de elaboración, lo que complicaba que pudiese adoptarse como una solución a gran escala: crearlas requería procesos en el vacío, que, además de complejos, resultaban costosos y difíciles de ampliar a una escala mayor. Ahora los ingenieros —explican desde el propio MIT— se han propuesto el desarrollo de células “imprimibles, utilizando materiales basados en tinta y técnicas de fabricación escalables”.

¿Cómo lo han logrado?

Echando mano de tintas semiconductoras, nanomateriales que se presentan en forma de tintas electrónicas imprimibles, y un sistema de serigrafía no muy distinto al que empleamos para añadir imágenes a nuestras camisetas, pero que a los ingenieros del MIT les permite depositar electrodos sobre la estructura y completar el módulo solar. Una vez finalizan el proceso, los investigadores pueden despegar el módulo impreso, de unos 15 micrones de grosor, del sustrato de plástico.

Con el módulo solar ultrafino ya listo el siguiente gran reto era cómo manejarlo con facilidad, aprovechando su ligeraza y evitando que se fracture. La decisión del equipo del MIT fue optar por un sustrato liviano, flexible y resistente al que pudieran adherirse además las células, una descripción que encajaba perfectamente con los tejidos, una superficie con aguante, maleable y ligera.

Los ingenieros se decantaron en concreto por el Dyneema, un tejido especialmente liviano, compuesto por fibras resistentes y que pesa apenas 13 gramos por metro cuadrado (g/km2). Con una simple capa de cola, los módulos solares pueden adherirse sin problema para componer una estructura fotovoltaica ultraligera, robusta… y tan maleable que facilita su uso.

La solución es más efectiva que imprimir las células solares directamente sobre la tela, un proceso que limitaría enormemente el abanico de tejidos y superficies sobre las que se podría trabajar. Si se optase por ese proceso, los materiales tendrían que cumplir ciertos requisitos químicos y térmicos que les permitieran afrontar con éxito el proceso. “Nuestro enfoque desvincula la fabricación de células solares de su integración final”, añade Mayuran Saravanapavanantham.

Con el prototipo ya listo, el equipo del MIT puso a prueba su capacidad para generar energía y resistencia. ¿Los resultados? El test mostró que podía producir 730 vatios por kilogramo cuando se instalaba de forma independiente y 370 si se desplegaba sobre el Dyneema. En cuanto a su aguante y vida útil, las pruebas reflejaron que las celdas seguían conservando más del 90% de su capacidad inicial incluso después de haberse enrollado y desenrollado el panel solar de tela más 500 veces.

El equipo trabaja ahora en un revestimiento, “soluciones de empaque ultradelgadas” que permitan proteger las células del efecto de la humedad sin aumentar de forma considerable el peso del tejido, precisamente su gran propiedad. Su naturaleza liviana hace posible que las células solares puedan laminarse en múltiples superficies y adaptarse a un amplio abanico de usos.

A modo de ejemplo, el MIT cita unas cuantas: integrarse en velas de barcos, tiendas de campaña, las lonas empleadas en operaciones de rescate o las alas de los drones, superficies diversas en las que pueden instalarse de forma relativamente sencilla para convertirse en fuentes de energía.

“Las métricas empleadas para evaluar una nueva tecnología de celdas solares generalmente se limitan a su eficiencia de conversión de energía y costo en dólares por vatio. Igual de importante es la integrabilidad: la facilidad con la que se puede adaptar la nueva tecnología”, señala Vladimir Bulovic, del laboratorio ONE Lab. Es precisamente en esa faceta, “la integrabilidad”, en la que los tejidos solares ligeros encuentran su punto fuerte… y ofrecen todo un abanico de posibilidades.

Imagen de portada: Melanie Gonick, MIT


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Adriana P

Encajar los carriles bicis en las ciudades no es sencillo. Alguien ha dado con una solución: elevarlos

Encajar los carriles bicis en las ciudades no es sencillo. Alguien ha dado con una solución: elevarlos

“Hay una lucha encarnizada por el espacio para el tráfico. Queremos ofrecer una solución que cambie la confrontación por la coexistencia”. La reflexión es del ingeniero y economista Klaus Kirchmayr, y capta bien cómo su start-up Urb-X quiere solucionar uno de los mayores retos del urbanismo contemporáneo, sobre todo en las grandes ciudades: encajar el flujo de vehículos motorizados convencionales y el trasiego cada vez mayor de alternativas como los patinetes, segways, hoverboards o, por supuesto, las bicicletas. No es un desafío sencillo.

La convivencia no es fácil cuando a conductores y ciclistas les toca compartir calzada y tampoco cuando se opta por construir vías especiales, como carriles bici que acaban reduciendo el espacio reservado para coches, buses o motocicletas. No hay que irse muy lejos ni atrás en el tiempo para encontrar protestas de ciudadanos que se oponen a viales de este tipo, pensados para ciclistas, al considerar que están mal planificados y aumentarán la congestión y niveles de contaminación.

Ante ese escenario Kirchmayr ha optado por una máxima curiosa a la hora de plantear nuevos carriles bici: Si no puedes con tu enemigo… pues sobrevuélalo. Y hazlo además de la forma más inteligente posible. Su propuesta consiste en construir auténticas “autopistas” para ciclistas que transcurren por encima de las calles, los peatones y vehículos, sustentados por pilares.

Replantearse los carriles bici

Lo de los carriles elevados no es una idea rompedora. Llega darse un paseo por los Países Bajos para ver infraestructuras similares para ciclistas. Más que en el concepto de partida, en lo que ha innovado Urb-X es en la resolución. Su propuesta destaca por cómo plantea esas “autopistas flotantes”: con módulos y dotadas de sistemas que les permiten generar energía renovable.

Urb-X ha decidido llamar a su concepto “Bike Highways”, un tipo de vías para ciclistas formadas por varias piezas. A modo de base emplean segmentos de madera de 20 m largo, dos de ancho y 5.400 kilos de peso que se apoyan en pilares fabricados —en la versión estándar— con tubos de acero.

Sobre esa base se dispone una vía con dos carriles por sentido diseñada para acoger hasta 4.000 bicis por sentido y hora, barandillas con módulos fotovoltaicos integrados, un sistema calefactor para derretir el hielo o la nieve en invierno y farolas con señales y sensores que activan la iluminación.

El sistema está pensado para un control continuo de la vía, información que almacena en la nube y aprovecha para la gestión del tráfico. Gracias a su diseño podría así informar a los usuarios sobre posibles accidentes, la presencia de un peatón en la vía o la entrada de nuevos ciclistas.

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En cuanto al presupuesto, la start-up calcula que cada kilómetro de vía cuesta entre dos y dos millones y medio de euros, inversión que no incluye los entre 300.000 y 500.000 que costaría la estructura de soporte y el gasto extra que requerirían las diferentes rampas de acceso y salida. A modo de referencia, 1E9 precisa que un kilómetro de carretera asfaltada suele exigir el desembolso de entre seis y veinte millones, suma que puede ser aún más abultada en casos excepcionales.

Al diseño de Urb-X podría añadírsele también una cubierta verde pararoteger a los ciclistas del sol y la lluvia y el hueco situado en la madera serviría para canalizar los cables de fibra óptica.

El concepto —explica a 1E9 Bálint Csontos, de la compañía— “nació en un día”, pero darle forma, perfilar sus detalles y diseñar la autopistas ciclistas de tal forma que pudieran escalarse y aplicarse en diferentes lugares exigió mucho más tiempo. Solo la fase de investigación y desarrollo para perfeccionar el modelo y los elementos prefabricados que se emplean exigió dos años.

Para avanzar en el proceso la compañía trabajaba esta misma primavera en una pista de prueba de casi 200 metros localizada en Basilea, un prototipo que, entre otras cuestiones, le permitirá valorar su capacidad para generar energía en condiciones reales. Uno de los primeros viales de URB-X podría construirse en Stuttgart, capital del estado de Baden-Württemberg, al suroeste de Alemania.

“Dependiendo de su orientación, una vía de Urb-X produce hasta 300 MWh (megavatio hora) de electricidad al año mediante módulos fotovoltaicos integrados en la barandilla. Se necesitan unos 40 MWh al año para calefacción, iluminación, señalización y tecnología de control. La vía produce entre cinco y ocho veces más electricidad de la que consume”, arrojan los cálculos trazados de partida por la compañía suiza, que plantea además que la energía pueda pasarse a la red del proveedor.

Imágenes: Urb-X


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