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marzo 19, 2023

Technology
Adriana P

Así he reducido el consumo de mi procesador AMD para ahorrar en la factura de la luz

Así he reducido el consumo de mi procesador AMD para ahorrar en la factura de la luz

Lo prometido es deuda. Hace tres semanas publicamos un artículo en el que os explicamos cómo podemos utilizar la herramienta Extreme Tuning Utility (XTU) de Intel para moderar el consumo de los procesadores de esta marca, y os anticipamos que prepararíamos un artículo similar dedicado a las CPU de AMD. Aquí lo tenéis. Eso sí, en esta ocasión usaremos, como cabía esperar, la herramienta Ryzen Master porque es la idónea para actuar sobre el funcionamiento de los procesadores de esta marca.

Vaya por delante que nuestro propósito no es “capar” nuestra CPU. Ni renunciar a sus prestaciones de forma perpetua. Tanto la herramienta de Intel como la de AMD nos permiten definir varios perfiles, de manera que podemos pasar del modo de funcionamiento normal, el que nos entrega el rendimiento más alto, al modo de bajo consumo en cualquier momento y de una manera muy sencilla. En definitiva lo que persigue esta estrategia es moderar el consumo y la energía disipada por el procesador en forma de calor siempre que no necesitemos que nos entregue el máximo rendimiento posible.

Cómo reducir el consumo de una CPU de AMD con la herramienta Ryzen Master

En la captura que publicamos debajo de estas líneas podemos ver que la interfaz de esta aplicación es intuitiva. La vista por defecto resume los principales parámetros de funcionamiento de nuestra CPU, entre los que aparecen la temperatura actual y máxima del empaquetado, el voltaje actual y máximo o el modo de funcionamiento que está habilitado, entre otros valores importantes.

Un apunte que nos interesa no pasar por alto: en la mitad derecha de la interfaz de esta herramienta podemos ver que tenemos la opción de seleccionar cuatro modos de funcionamiento diferentes: eco (modera el consumo de la CPU), por defecto (es el modo estándar), overclocking automático y ajuste manual.

El procesador con el que vamos a trabajar en este artículo es un Ryzen 7 7700X, una CPU con 8 núcleos que es capaz de procesar simultáneamente un máximo de 16 hilos de ejecución (threads). Su frecuencia de reloj base es 4,5 GHz, aunque puede alcanzar si la carga lo exige los 5,4 GHz. Por último, su TDP predeterminado es 105 vatios. Un consejo antes de seguir adelante: si por alguna razón la aplicación Ryzen Master muestra un mensaje de error y no arranca correctamente, actualizad la BIOS. Esta operación probablemente subsanará el problema porque permitirá a este software actuar correctamente sobre ella.

Ryzenmastervistabasica 1

Si habilitamos el modo de control manual en la vista simplificada que nos propone esta aplicación por defecto podremos ajustar tanto la frecuencia de reloj como el voltaje de la CPU de una forma muy simple. Eso sí, después tendremos que someter nuestro PC a las pruebas de estabilidad que nos entrega este software para comprobar que funciona correctamente.

Ryzenmastermanual 2

Ryzen Master también pone en nuestras manos si lo preferimos un modo de visualización mucho más ambicioso que aglutina todos los parámetros de funcionamiento de nuestra CPU. Esta es la modalidad de operación ideal para los usuarios experimentados que quieren poner en práctica tanto técnicas de overclocking como de downclocking personalizado.

Ryzenmasteradvanced 3

El propósito de este artículo es moderar el consumo de nuestra CPU utilizando una estrategia lo más sencilla posible que esté al alcance de cualquier usuario. De hecho, pueden ponerla en práctica incluso aquellos entusiastas que nunca han practicado overclocking o downclocking. No conlleva el más mínimo riesgo porque este proceso está completamente automatizado. Lo único que debemos hacer es seleccionar el modo ‘eco’ en la sección Control Mode alojada en la parte superior de la mitad derecha de la interfaz y aplicar los cambios.

Ryzenmastermodoeco 4

Una vez que hemos hecho esto Ryzen Master actuará sobre la frecuencia de reloj y el voltaje de nuestro procesador a la baja con el propósito de reducir su TDP, y, por tanto, moderar su consumo. Como es lógico, estos cambios tendrán un impacto perceptible en el rendimiento de nuestra CPU, que ahora será más bajo. Un apunte más: la tarjeta gráfica que hemos utilizado en nuestras pruebas es una Radeon RX 6800 XT de AMD.

En la tabla que publicamos debajo de estas líneas hemos recogido el resultado de las pruebas que hemos hecho para evaluar qué impacto tiene el modo ‘eco’ que nos propone Ryzen Master en el consumo y el rendimiento de nuestra CPU. Su impacto en Cinebench R23 es claramente perceptible, especialmente en la prueba multinúcleo, pero, curiosamente, en ‘Cyberpunk 2077’ apenas se nota.

El consumo, sin embargo, se reduce de forma tangible en ambos escenarios de uso. Por supuesto, para recuperar el modo de funcionamiento normal de la CPU solo tenemos que volver a seleccionar el modo de operación ‘Default’ en Control Mode y aplicar el cambio. Esto es todo.

configuración estándar ryzen 7 7700x (consumo máximo / consumo medio)

CONFIGURACIÓN eco RYZEN 7 7700X (CONSUMO MÁXIMO / CONSUMO MEDIO)

cinebench r23 multinúcleo

19.362 puntos (145,2 vatios / 113,2 vatios)

17.497 puntos (89,8 vatios / 86,6 vatios)

cinebench r23 mononúcleo

1.993 puntos (74,6 vatios / 54,8 vatios)

1.970 puntos (59,1 vatios / 54,2 vatios)

cyberpunk 2077 (1080p – máxima calidad gráfica)

85 FPS (106 vatios / 86,7 vatios)

84 FPS (89,8 vatios / 78,2 vatios)

CYBERPUNK 2077 (2160P – MÁXIMA CALIDAD GRÁFICA)

36 FPS (104,8 vatios / 86 vatios)

36 FPS (89,8 vatios / 74,7 vatios)

En Xataka: China encaja el golpe de gracia: Países Bajos sigue los pasos de EEUU para arrasar su industria de los chips


La noticia Así he reducido el consumo de mi procesador AMD para ahorrar en la factura de la luz fue publicada originalmente en Xataka por Juan Carlos López .

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Adriana P

Proyecto Mohole: la loca, loca historia del pozo más profundo de la historia que jamás llegamos a perforar

Proyecto Mohole: la loca, loca historia del pozo más profundo de la historia que jamás llegamos a perforar

El papel todo lo aguanta. Un desayuno de trabajo en un soleado patio de la costa californiana, también. De esa guisa, entre tazas de café, cruasanes y tostadas con mermelada que van y vienen, se encontraba en 1957 un grupo de científicos de la pintoresca American Miscellaneous Society (AMSOC) cuando dos de ellos, el geólogo Harry Hess y el oceanógrafo Walter Munk, decidieron lanzar una propuesta de investigación: abrir un enorme boquete en la Tierra.

Y lo de enorme no es una exageración.

Lo que planteaban Hess y Munk era perforar un pozo kilométrico que permitiera alcanzar y extraer una muestra de la conocida como discontinuidad de Mohorovičić, el límite entre la corteza terrestre y el manto, una franja localizada a una profundidad de entre 25 y 40 kilómetros en los continentes y de 5 a 10 km si lo que se toma como referencia es el fondo oceánico. Es más, ya puestos a excavar podía incluso obtenerse una muestra del propio manto del planeta.

“Sonaba tan simple y lógico”

La idea sonaba delirante, pero corría 1957, la carrera espacial tomaba fuerza y con la Guerra Fría como telón de fondo desde EEUU se miraba con interés cualquier proyecto que le permitiera demostrar su poderío científico ante la URSS.

Además, como reconocería Willard Bascom, de AMSOC, la propuesta parecía de lo más razonable cuando se escuchaba con un café caliente en la mano, entre colegas y dejándose acariciar por el sol matutino en la costa del Pacífico.

“El proyecto sonaba tan simple y lógico en un desayuno de trabajo en un patio soleado”, escribía tiempo después sobre aquel peculiar brainstorming.

Resultase o no simple —que, espóiler: no, no lo era— la idea llegó a buen puerto. Sus impulsores supieron aprovechar los fuertes vientos de rivalidad internacional y dejaron caer lo mucho que los rusos estaban avanzando en el campo de las ciencias y cómo miraban con interés la exploración de la discontinuidad de Mohorovičić.

El 57 era el año del lanzamiento del Sputnik soviético, así que la estrategia funcionó y el proyecto de perforación acabó logrando el respaldo de la Fundación Nacional de Ciencias (NSF), agencia gubernamental creada siete años antes.

A la aventura la bautizaron Proyecto Mohole, combinación de “Moho”, la abreviatura de Mohorovičić, y “hole”, agujero, en inglés. Corto Sencillo. Fácil de manejar y entender. Todo lo que no iba a resultar el desafío científico en sí.

Mohole

“¿De dónde sacamos el dinero?” no era sin embargo la única cuestión que debían resolver los científicos. Otra, igual o incluso más crucial, era “¿Dónde perforar?”

La respuesta fue una ubicación muy concreta del Pacífico, cerca de la Isla Guadalupe, frente a la costa de México. Y había una buena razón para que así fuera. Si los esfuerzos se centraban en el fondo del océano el equipo tendría que horadar bastantes menos metros de corteza terrestre, una ventaja nada desdeñable cuando el objetivo está a kilómetros de profundidad.

El problema, claro, es que eso exige operar desde un barco, en mitad del océano, entre el oleaje, y desplegar el equipo de perforación a lo largo de más de 3.000 m de profundidad. “Es como tratar de trabajar en la superficie de la Tierra desde un helicóptero, a media milla de altura”, explica a Vox la geóloga Donna Blackman.

Hoy, con el buque japonés Chikyu abriendo pozos de récord, una flota internacional que incluye modernas embarcaciones perforadoras como el Noble Globetrotter I —el que encabeza este artículo, construido hace doce años— y los investigadores alcanzando marcas de 8.023 metros bajo el agua, el reto quizás suene menos impresionante, pero en la década de 1950 lo era.

Las petroleras todavía no se habían lanzado a perforar en aguas tan profundas y acometer una empresa como la planteada por la AMSOC requería responder antes a una serie de cuestiones técnicas: ¿Cómo mantener el buque inmóvil en mitad del océano para desplegar el equipo de perforación? Lo de soltar anclas no resultaba demasiado práctico dada la enorme distancia a la que situaba el lecho marino, así que la solución final pasó por emplear un sistema de hélices.

El mismo ingenio tuvieron que aplicar para resolver otras cuestiones tan o más peliagudas: ¿Cómo desplegar la tubería a cotas tan bajas y entre fuertes corrientes? ¿Cómo perforar con la profundidad que requiere llegar a Moho? Y una vez solucionados esos retos, ¿Cómo subir las muestras hasta el buque?

Con un plan trazado, en 1961 los científico zarparon a bordo del buque CUSS I rumbo a la isla Guadalupe para desplegar la que se suponía que sería la primera fase del Proyecto Mohole. Los técnicos realizaron media docena de pozos en total, el más profundo de 183 metros y a una profundidad bajo el agua de 3.600 m. La maquinaria llegó a penetrar 13 m en el basalto de la corteza oceánica superior.

Aquello quedaba muy, muy lejos de los 6.000 metros necesarios para llegar a Moho y el manto, pero fue toda una hazaña que incluso llevó al presidente John F. Kennedy telegrafiar a la Academia Nacional de Ciencias para celebrar lo que, consideraba él, suponía todo “un logro notable, un hito histórico”.

Ni las buenas palabras de Kennedy, ni lo prometedor de la empresa, ni la capacidad que había demostrado para superar los retos técnicos sirvieron sin embargo para que el Proyecto Mohole llegase mucho más allá.

Lo de agujerear el fondo oceánico salía caro y en 1966 el Congreso de EEUU decidió que no interesaba seguir costeándolo. Añádele a eso errores burocráticos, la disolución de AMSOC en 1964 y diferencias entre los miembros del equipo sobre cuáles debían ser los siguientes pasos y tendrás el epitafio de un proyecto que, con todo, se recuerda como un capítulo especial en la ciencia del siglo XX y sirvió para demostrar las interesantes posibilidades de la perforación del fondo oceánica.

El Proyecto Mohole no marcó tampoco el fin del interés en el manto terrestre, objetivo en el que también se centraron los soviéticos y dejó otras historias igual de curiosas, como la del kilométrico pozo superprofundo de Kola, de 12,2 km.

Empresas nada sencillas, pero tan atractivas que, como reconocía Bascom, resulta muy difíciles darles la espalda cuando se discuten sobre el papel.

Imágenes: Noble Globetrotter I en una imagen de la Bureau of Safety and Environmental Enforcement BSEE (Fickr) y Ausdew (Flickr)

En Xataka: Cuando los astronautas del Apolo 11 pasaron tres semanas en un búnker de la NASA por miedo a los “bichos de la luna”


La noticia Proyecto Mohole: la loca, loca historia del pozo más profundo de la historia que jamás llegamos a perforar fue publicada originalmente en Xataka por Carlos Prego .