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May 14, 2023

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Adriana P

Tras el aceite de oliva, España afronta un desastre aún mayor por la sequía: el de la cosecha del cereal

Tras el aceite de oliva, España afronta un desastre aún mayor por la sequía: el de la cosecha del cereal

Las lluvias de estos días son las más esperadas en muchos años. Pero es posible que hayan llegado tarde para muchos agricultores. Con cerca del 80% de los terrenos afectados según los datos ofrecidos por el sector, se espera la pérdida de cosechas enteras.

Preocupación en el sector. Uno de los datos más preocupantes del último informe de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) es el de la pérdida prevista de la práctica totalidad de las cosechas de trigo y cebada en ocho comunidades autónomas, incluyendo Castill y León, Castilla-La Mancha y Aragón, las tres comunidades con mayor producción de estos cereales.

Los cultivos de cereales de secano están siendo los peor parados, pero no son los únicos según el informe. Es posible que las lluvias puedan llegar a salvar la cosecha de arroz en el delta del Ebro, un cultivo sobre el que ya recaía cierta incertidumbre, pero han hecho imposible su cultivo en otros lugares como Andalucía.

Salvar las plantas, perder la fruta. Aunque los cereales de secano se lleven la peor parte, COAG explica en su informe que las cosechas perdidas afectarán a diversos cultivos. Hasta el punto de que los ganaderos hayan dado ya por perdidas cosechas frutales enteras para centrarse en ya salvar los árboles.

Ni la miel se salva. La miel es otro de los bienes que podrían acabar afectados por la sequía este año. El problema en este caso, explican los ganaderos, es que las plantas que deben proveer a las abejas del néctar necesario para la producción de este valioso edulcorante. Esto supone echar leña al fuego de un sector también castigado por la competición desleal y las plagas.

Porcentaje de precipitaciones respecto de la media 1991-2000. AEMET.

La situación hidrológica. Una de las grandes preocupaciones de las últimas semanas ha girado en torno al estado de las reservas de agua. El último boletín hidrológico aún mostraba la tendencia a la baja de las últimas semanas. Habrá que esperar a los próximos boletines semanales para ver cómo las lluvias pueden repercutir sobre las reservas. Mucho tendrá que llover para que la situación mejore.

En esto tiene mucho que ver el estado del suelo. Durante los últimos meses la sequía ha afectado tanto al suelo que los niveles de humedad de éste habían alcanzado niveles tan bajos que eran comparables con los de desiertos como el Sahara. Esto implica mayor escorrentía y más agua que acabará desperdiciada. Aun así, es mejor que nada.

Por ahora, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha activado avisos amarillos por precipitaciones y tormentas en buena parte del este peninsular y Baleares, ampliándose mañana al oeste de Guipúzcoa y norte de Navarra.

Un pésimo año hidrológico. Las precipitaciones de esta semana difícilmente salvarán la situación hidrológica. El informe de COAG explica que las precipitaciones de este año hidrológico han estado un 18,8% por debajo de la media del periodo de referencia (1991-2020). Según los últimos datos de AEMET, la situación es aún peor, con una caída del 28%. También advierten que la situación podría seguir empeorando de aquí al final del año hidrológico en septiembre.

Sin ir más lejos, abril de este año ha sido el más seco y cálido de lo que llevamos de siglo, con una temperatura tres grados por encima de lo habitual y unas precipitaciones medias un 78% por debajo de la media en la península.

Un problema a largo plazo. Parece que los peores presagios del sector han ido cumpliéndose hasta situarnos en una situación que bordea lo crítico. No es la sequía anual lo que debería preocuparnos sino la tendencia imparable a la que nos enfrentamos: Año tras año las reservas hidrológicas van menguando por el efecto cumulativo de la falta de lluvias.

En Xataka | La imagen más deprimente y que mejor explica la sequía de España se ha tomado desde el espacio

Imagen | hurk


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Adriana P

Cuando EEUU planteó lanzar una bomba nuclear en la Luna: “Quería una nube en forma de hongo visible desde Tierra”

Cuando EEUU planteó lanzar una bomba nuclear en la Luna:

En tiempos delirantes, ideas delirantes. Hoy quizás suene a chifladura bélica (o no), pero una época hubo, durante los convulsos y no tan lejanos años de la Guerra Fría, en que Estados Unidos se planteó muy seriamente bombardear la Luna. Y no de cualquiera forma. Lo que se propuso su Fuerza Aérea fue arrojar una bomba nuclear capaz de provocar una deflagración bien visible desde la Tierra.

El experimento ayudaría a ampliar nuestros conocimientos sobre la Luna, pero sobre todo serviría para dos objetivos de talante más simbólico y geopolítico que estrictamente científico: sacar músculo ante la URSS y levantar los ánimos en casa tras los últimos logros de los científicos soviéticos en la carrera espacial.

A semejante propósito lo bautizaron Project A119, un nombre en apariencia anodino y que no aporta demasiadas pistas sobre un plan del que realmente hemos empezado a conocer algunas pinceladas a lo largo de las últimas décadas, tiempo después de que los científicos estadounidenses trabajasen en su viabilidad.

Sacar músculo… a escala cósmica

Para comprender su origen y cómo fue posible una idea semejante viene bien recordar en qué punto estaba la Guerra Fría a finales de la década de 1950, una época no especialmente boyante para Washington en la carrera espacial. Al fin y al cabo, a las puertas de 1958 la URSS había logrado lanzar con éxito el Sputnik 1 —el primer satélite artificial de la Tierra— y EEUU hacía todavía la lenta y agria digestión del fracaso del Vanguard TV-3, bautizado con sorna “Kaputnik”.

No solo eso.

Si en 1952 Washington había hecho un alarde de fuerza con Ivi Myke, la primera prueba a gran escala con una explosión termonuclear, apenas tres años después el Kremlin demostraba que no se queda atrás con su bomba RDS-37.

Más allá de hitos históricos, hay una curiosidad que refleja con claridad el ambiente que se respiraba en plena Guerra Fría, como recuerda la cadena BBC: a comienzos de los 50 en EEUU había empezado a distribuir por las escuelas del país una película de dibujos, ‘Duck and Cover‘, en la que una simpática tortuga animada explicaba a los escolares cómo podían protegerse en caso de un ataque nuclear.

Con semejante telón de fondo y entre rumores que apuntaban a que la URSS planteaba bombardear la Luna con una bomba H, la Fuerza Aérea decidió estudiar las posibilidades y efectos de la que sería la demostración de fuerza definitiva para reafirmar su poder: una deflagración atómica en nuestro viejo satélite.

Al frente del proyecto se situó el joven físico Leonard Reiffel, quien contó, entre otros, con el talento de un aún más joven Carl Sagan, futuro divulgador y alma de ‘Cosmos’. Reiffel lo contrató en la Armor Foundation para que realizara un modelo matemático sobre cómo se expandiría la nube de polvo tras una deflagración en el entorno lunar, un cálculo clave si se quería que la explosión de la bomba fuese claramente visible desde la Tierra en general… y el Kremlin en particular.

Como recuerda The Guardian, a finales de la década de 50 todavía se creía que la Luna podía acoger vida microbiana —una posibilidad que seguía muy presente a finales de los años 60 y marcó el retorno de la tripulación del Apolo 11 a casa— y un experimento de semejante calibre podría ayudar a detectar los organismos.

Reiffel, en 2000: “EEUU se estaba quedando atrás en la carrera espacial. El objetivo principal de la detonación era un ejercicio de relaciones públicas y una demostración de superioridad”

El objetivo de A119 era en teoría explorar los efectos que tendría una explosión atómica en la superficie de la Luna, si bien el propio Reiffel reconocería tiempo después, durante una entrevista concedida en 2000 a The Observer, el trasfondo real del plan: “Estaba claro que el objetivo principal de la detonación era un ejercicio de relaciones públicas y una demostración de superioridad”.

“La Fuerza Aérea quería una nube en forma de hongo tan grande que fuera visible desde la Tierra. Obviamente, la explosión sería en el lado oscuro de la Luna y la teoría era que si la bomba explosionaba en el borde, la nube en forma de hongo sería iluminada por el Sol”, reconocía el físico, que explicaba también que la clave del proyecto era que “EEUU se estaba quedando atrás en la carrera espacial”.

Sus declaraciones, claro, llegaron ya iniciado el nuevo siglo, con la Guerra Fría finalizada hacía años y la URSS ya disuelta tiempo atrás. En su día Project A119 era un alto secreto. Tanto, que el trabajo de Reiffel adoptó un titulo que poco tenía que ver con su naturaleza real: “Estudio de vuelos de investigación lunar”. Hay incluso quien opina que Carl Sagan pudo violar la seguridad nacional si —como se afirma— tiempo más tarde citó su participación en la solicitud de una beca.

Prueba de que A119 despertaba interés es que al menos entre mayo de 1958 y enero de 1959 Reiffel elaboró ocho informes sobre el plan, material que acabaría destruido en 1987. Por fortuna la idea del bombardeo acabó descartándose, una decisión que se explica con diferentes hipótesis: el temor a que la prueba fallara y la bomba acabase impactando en suelo soviético, la reformulación de los objetivos, que tuviera efectos no previstos o que Moscú también estuviese planteándose llevar una cabeza nuclear a la Luna como parte del proyecto E-4.

Lo más fascinante de A119 es sin embargo que, si las decisiones adoptadas entonces por las autoridades estadounidenses hubiesen sido otras, hoy leeríamos con ojos distintos la crónica de la exploración espacial. El motivo: el proyecto era más que teoría, planes delirantes y un montón de cálculos. Reiffel estaba seguro de que la deflagración nuclear podría haberse llevado a cabo sin problemas.

En 2000 el físico aseguraba que un misil balístico intercontinental habría sido capaz de alcanzar su objetivo en la Luna con una precisión de unos kilómetros y la explosión habría resultado “técnicamente factible”. “Dejé claro que la destrucción de un entorno lunar prístino tendría un costo científico enorme, pero la Fuerza Aérea de los Estados Unidos estaba preocupada por cómo se desarrollaría la explosión nuclear en la Tierra”, aseguraba en su charla con The Observer.

Foto

A119 quedó relegado así a las anotaciones a pie de página de la crónica de la Guerra Fría o, si se quiere tirar de imaginación, el terreno de los ucronías.

También como un recordatorio de que la humanidad a punto estuvo de estrenar su era de exploración espacial con, ni más ni menos, una deflagración atómica.

Imagen de portada: The Official CTBTO Photostream (Flickr) 1 y 2

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Adriana P

Cuando Chicago se propuso la colosal tarea de cambiar el sentido de su río más importante (para siempre)

Cuando Chicago se propuso la colosal tarea de cambiar el sentido de su río más importante (para siempre)

Chicago. La tercera ciudad más grande de Estados Unidos, situada en el estado de Illinois, es conocida mundialmente por su vibrante paisaje moderno. Desde cualquier parte de esta inmensa metrópoli es casi imposible perder de vista sus imponentes rascacielos, entre los que se encuentran el John Hancock Center y el Chicago Tribune, e ignorar la riqueza de sus espacios verdes salpicados de árboles.

Uno de los elementos que indudablemente forman parte del ADN de esta ciudad es el Río Chicago. Estamos hablando de un caudal de agua de más de 200 kilómetros que fluye en dirección suroeste hacia Mississippi. Pero hubo un tiempo en el que este río desaguaba en el enorme Lago Michigan. El proyecto de su cambio de dirección ha sido nombrado “una de las siete maravillas de la ingeniería estadounidense”.

La solución, el cambio de dirección

A finales del siglo XIX, Chicago era una de las urbes que más rápido crecía en el mundo, pero a medida que el número de habitantes aumentaba vertiginosamente, una amenaza se vislumbraba en el horizonte. Las aguas residuales navegaban libremente y sin tratar hasta el Lago Michigan, la principal fuente de agua potable de la ciudad, lo que se tradujo en el inicio de una serie de serios problemas sanitarios.

En 1854, según la Enciclopedia de Chicago, más de 1.400 personas murieron de cólera, mientras que otras enfermedades enfermedad infecto-contagiosas, como la fiebre tifoidea, también ponían en riesgo la salud de millones de otras personas. Décadas más tarde, en 1885, una fuerte tormenta imprimió sobre las autoridades la necesidad de resolver lo antes posible aquella situación que parecía salirse de control.

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Todos los años para el Día de San Patricio el río se tiñe de verde

Producto de aquel evento climático, el río descargó grandes cantidades de agua contaminada y amenazó el abastecimiento de agua potable a la ciudad. Así, en 1889, la Asamblea General de Illinois creó el Distrito Sanitario de Chicago (ahora renombrado como Distrito Metropolitano de Recuperación de Agua) con el propósito de “proteger la salud y la seguridad de los ciudadanos y de las vías fluviales”.

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Una de las ideas que surgió de la recientemente creada organización era cambiar definitivamente el flujo del Río Chicago. Se trataba de una solución a mediano plazo que demandaría años de trabajo, millones de dólares de inversión y que, además, debería resistir una avalancha de críticas. Para algunos el proyecto era viable, pero arriesgado, pero para otros una idea absurda que no debería seguir adelante.

De acuerdo a los datos de Chicago Water Walk, miles de trabajadores empezaron a construir un enorme canal de más de 40 kilómetros de largo que se conectaría con el río Des Plaines, lo que llevaría las aguas residuales de la ciudad en sentido a Mississippi. Como el canal había sido diseñado para hacerse más profundo a medida que avanzaba hacia el oeste, la mayor parte del trabajo la haría la fuerza de gravedad.

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El 2 de enero de 1900, antes de liberar el sistema de contención

Ya en el nuevo siglo, en 1900, una pala mecánica liberó el sistema de contención de la última represa que separaba el Río Chicago del nuevo canal. Finalmente, el río empezó a alimentarse del agua del lago Michigan en lugar de depositarla en él. Aquel ambicioso y audaz plan había dado resultado, convirtiéndose en una de las hazañas de la época (que no deja de sorprender en la actualidad).

Con el paso de los años, Chicago continuó trabajando en su sistema de saneamiento y depuración. En 1948 fue inaugurado el Canal de Illinois y Michigan que complementaba la misión del canal construido anteriormente y que más tarde fue designada como un área de Patrimonio Nacional. Además, el Río ha sido sometido en varias ocasiones a exhaustivas tareas de limpieza.

Imágenes: David B. Gleason | Distrito Metropolitano de Recuperación de Agua | ScottMLiebenson

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Adriana P

Qué fue de Halcyon Molecular, el mayor fracaso de Musk y Thiel como inversores: de revolución biotecnológica a fiasco

Qué fue de Halcyon Molecular, el mayor fracaso de Musk y Thiel como inversores: de revolución biotecnológica a fiasco

El camino al cielo empresarial está empedrado de decisiones afortunadas y sonoros batacazos. Bien lo sabe Elon Musk, uno de los hombres más ricos del planeta. Antes de verse aupado a lo más elevado del Olimpo multimillonario de Forbes —qué escalón ocupa exactamente depende de los vaivenes de su fortuna— al hoy CEO de Tesla, SpaceX y por el momento de Twitter le ha tocado tragarse tanto las dulces mieles del éxito en los negocios como las hieles del fracaso.

En su larga y sobre todo ecléctica carrera no todos los proyectos en los que el magnate se ha embarcado han alcanzado el éxito de PayPal, SpaceX o Tesla. Su hoja de servicio tiene también algún borrón que otro. Y sonado. Quizás el más reciente sea la drástica pérdida de valor que ha surgido Twitter desde que se hizo con sus riendas previo desembolso de 44.000 millones de dólares, deriva que ahora buscaría revertir con el fichaje de Linda Yaccarino como nueva CEO.

Mucho menos conocido es su vínculo con Halcyon Molecular, una aventura empresarial que arroja dos pinceladas sobre Musk. La primera, su disposición a lanzarse de cabeza a sectores tan dispares como la exploración espacial, robótica, automoción, inteligencia artificial, redes sociales, la construcción de subterráneos futuristas o la salud, campo en el que ha seguido trabajando con Neuralink, firma con la que aspira a revolucionar el campo de la neurotecnología. A ella pertenece la foto de portada que ilustra este reportaje. La segunda pincelada es que incluso directivos con tanto bagaje y recorrido como él pueden errar el tiro.

“La única forma de alcanzar las estrellas”

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Peter Thiel, en 2022, durante una cumbre en EEUU.

El caso de Halcyon es paradigmático porque Musk no fue el único que patinó al subirse a su barco. Otro tanto le ocurrió a Peter Thiel, voz destacada en Silicon Valley y el primer gran inversor de Facebook. El olfato que ambos, Musk y Thiel, habían demostrado juntos hace varias décadas les falló en esta apuesta.

Hoy el nombre de la compañía quizás suene a solo un puñado, pero hubo un tiempo, hace ya más de una década, en que Halcyon Molecular destacó como una de las grande promesas en el ruedo biotecnológico, el mismo que ha visto cómo se desinflaban otros grandes “unicornios”. Algunos con escándalo incluido.

La promesa de Halcyon era desde luego atractiva. Lo que perseguían sus fundadores, los hermanos William y Michael Andregg, era abrir las puertas de la secuenciación del genoma humano a todos los bolsillos. Si las pruebas normales costaban por entonces varias decenas de miles de dólares, Halcyon aspiraba a que las suyas no llegasen ni a 100. No solo eso. Sus resultados estarían disponibles en cuestión de 10 minutos y mostrarían una secuenciación completa.

Su discurso iba incluso más allá. Lo que ambicionaban los impulsores de Halcyon —como recogía en julio 2010 TechCrunch— era destacar en la medicina y, tal vez, en última instancia, plantearle un pulso al envejecimiento. “La única forma de alcanzar las estrellas es vivir más tiempo”, proclamaba William Andregg.

Con semejante gancho la compañía de Redwood City, California, no tardó en atraer miradas. No solo de la prensa especializada. Los inversores vieron cómo se abría ante ellos una nuevo, atractivo y sobre todo prometedoramente lucrativo campo al que confiar sus fondos. La empresa se fundó en 2008 y a lo largo de los años siguientes logró atraer un importante flujo de financiación que, según recogían en 2012 Om Malik o BioSpace, superó los 20 millones de dólares.

Entre quienes decidieron asumir el riesgo y apostar por la startup hubo pesos pesados, como el fondo Founders Fund, de Thiel, o Elon Musk, quien según los datos recogidos por la BBC llegó a invertir en la firma unos 10 millones.

“Es una compañía extraordinaria que ha desarrollado una tecnología para secuenciar el ADN de forma mucho más rápida, completa, precisa y barata. En última instancia, secuenciará genomas humanos completos al 100% en menos de 10 minutos y por menos de 100 dólares explicaba en 2009 Luke Nosek, uno de los cofundadores de PayPal, tras embarcarse en la firma biotecnológica—. “Los métodos actuales, que tardan semanas, solo secuencian alrededor del 90% del genoma y cuestan entre decenas y cientos de miles de dólares”.

“Founders Fund y yo hemos hecho una apuesta importante por esta empresa, quizá la más significativa desde la inversión en Facebook […]. Halcyon necesita a los mejores científicos e ingenieros del mundo para tener éxito en su misión […] De todas las empresas del Founders Fund que tienen o pueden cambiar el mundo (Facebook, SpaceX, Palantir, por ejemplo), Halcyon es la que tiene la oportunidad de hacerlo de la forma más profunda posible. Es vital que funcione”, zanjaba.

Las aspiraciones eran ambiciosas y apuntaban lejos. Pero se quedaron en eso, aspiraciones. Apenas tres años después de la entrevista de Luke Nosek, medios como BioSpace, GigaOM o Fierce Biotech se hacían eco de que la startup cerraba sus puertas. Lo hacía de forma discreta, sin dejar grandes titulares ni entrevistas, y no mucho después de que una de sus competidoras, la británica Oxford Nanopone, se le hubiera adelantado en la carrera por rebajar los costes de la secuenciación.

Más de una década después su web sigue activa, aunque sin contenido, hace tiempo que su nombre dejó de sonar en los medios tecnológicos —salvo con alguna que otra mención fugaz en los perfiles biográficos de Elon Musk— y en Crunchbase figura que su estado operativo es el de una firma cerrada. MIT Technology Review o Fortune también se hacían eco hace no mucho de su tropiezo en la ambiciosa búsqueda de una tecnología que abaratase la secuenciación de ADN.

El camino hacia el cielo empresarial, ya se sabe.

Quizás las promesas de Halcyon se hayan desinflado una década y media después de su lanzamiento. Lo que desde luego no lo ha hecho es el interés en su gran objetivo entre los inversores: la promesa de ganarle el pulso al tiempo.

Imagen de portada:

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Adriana P

Vamos a tener que acostumbrarnos a interactuar con chatbots donde antes había humanos. Nos guste o no

Vamos a tener que acostumbrarnos a interactuar con chatbots donde antes había humanos. Nos guste o no

Hace unos días se anunció que Wendy’s, una cadena de hamburgueserías de origen estadounidense, va a instalar un sistema basado en Inteligencia Artificial para atender los pedidos de su autoservicio. Los clientes que hagan sus comandas sin bajarse del coche hablarán con un chatbot, no con un humano.

Este programa, llamado FreshAI, usará el software dedicado de Google Cloud para entender y transmitir las órdenes, eliminando al humano de la ecuación. “Al aprovechar la IA generativa, Wendy’s busca eliminar la complejidad del proceso de pedido para que los empleados puedan centrarse en servir comida rápida, fresca y de calidad y un servicio excepcional”, dijo la empresa en el comunicado de prensa.

Es un ejemplo de lo que está por llegar.

Haga aquí su pedido

En el caso de Wendy’s, la precisión que podían esperar para los pedidos era del 79% en 2022, y pretenden elevarla al menos al 85% para poder competir con otras cadenas que pruebas tecnologías similares. Es decir: creen asumible que quince de cada cien clientes no sean bien comprendidos al pedir su hamburguesa o su helado. No obstante, el entrenamiento está incluyendo jerga específica para ampliar el rango de términos comprendidos, como llamar “frosty” a los batidos o “JBC” a una “junior bacon cheese“.

Esas “tecnologías similares” de otras cadenas va sobre todo por McDonald’s, que lleva años planteando la máxima automatización posible para sus establecimientos y sublimó la idea con su última apertura en Texas: un restaurante completamente automatizado, aunque eso no significa que no haya humanos en él.

También en 2022 lanzó Popeyes, otra cadena de comida rápida, un experimento con la IA. Un chatbot llamado Tori en un restaurante de Luisiana se encargó de gestionar los pedidos. Los resultados fueron más que positivos para la empresa, según el comunicado que lanzaron posteriormente: velocidad del servicio y satisfacción del cliente aumentaron en un 20%; mientras que las ventas de bebidas subieron un 150%. La empresa propietaria de las cadenas Carl’s Jr. y Hardee’s también anunció hace unos días una propuesta similar con la reducción de costes en salarios a humanos como reclamo principal.

Krishna Gupta, CEO de Presto, empresa que provee de tecnología IA a restaurantes como McDonald’s, dijo en una entrevista con Bloomberg que se imagina a la IA reemplazando por completo a los humanos en los drive-thru (autoservicios en coche). Por supuesto, es una tendencia.

Una tendencia que solo continúa, aprovechando nuevas posibilidades, lo que otras hicieron factible antes. El tractor redujo el número de agricultores necesarios para una cosecha y Excel disminuyó la cantidad de contables requeridos para cuadrar las finanzas de una empresa, pero el impacto de la automatización que permite la Inteligencia Artificial también va a ser visible por el cliente final, cuando sea asistido por chatbots o interfaces de audio basadas en IA que, como mucho, tendrán un supervisor común a varios clientes a la vez por si sucede algún problema.

Lo mismo que hemos sufrido con las locuciones robóticas que nos piden ir marcando teclas para darnos una solución o derivarnos a un departamento concreto, o con las cajas de autopago en los supermercados. Más nos vale que funcionen bien o llegarán las frustraciones.

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Imagen destacada | Javier Lacort con Midjourney.


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