La tablet más grande de la familia Pad 6 ya está aquí. Junto al Xiaomi MIX Fold 3, la compañía ha hecho oficial la Xiaomi Pad 6 Max, una Pad 6 de gran formato con batería de 10.000mAh. Esta bestia, con una diagonal de 14 pulgadas, tiene una pantalla un 62% respecto a las Pad 6 y Pad 6 Pro, un tamaño que le permite albergar un total de ocho altavoces que conforman su orquesta estéreo.
Un monstruo más cercano a un portátil que a una tablet
14 pulgadas. Este es el brutal tamaño de la Xiaomi Pad 6 Max, una bestia mucho más orientada al uso profesional y multimedia que las Pad 6 y 6 Pro. La resolución del mismo es 2,8K (2880 x 1800), con tecnología LCD, hasta 600 nits de brillo y tasa de refresco de 144Hz.
Su batería es de 10.000mAh, con 67W de carga rápida y la friolera de 33W de carga reversible. Xiaomi la describe como una power bank. Deberían ser más que suficientes para arrojar grandes resultados en una tablet, a pesar de este tamaño.
El procesador que monta es el Qualcomm Snapdragon 8+ Gen 1, potencia de gama alta para un dispositivo que quiere competir con los mejores. Las configuraciones de memoria son de 12 o 16 GB de RAM, con memorias desde 256 hasta 1 TB.
La cámara trasera es de 50 megapíxeles, acompañada de un sensor secundario de 2 megapíxeles. La cámara frontal, de 20 megapíxeles, es capaz de reencuadrar nuestro rostro en videollamadas, aunque no se detalla qué apps serán compatibles con esta función. Viene acompañada de un sensor ToF, el cual permite un reconocimiento facial de primer nivel.
Versiones y precio de la Xiaomi Pad 6 Max
El precio de la Xiaomi Pad 6 Max es de 3599 yuanes, unos 452 euros al cambio. Se pondrá a la venta en China, y no parece haber noticias sobre su posible llegada a España.
Desde hace unos años los físicos sospechan que las cuatro interacciones o fuerzas fundamentales conocidas (fuerzas electromagnética, nuclear fuerte, nuclear débil, e interacción gravitatoria) podrían tener una quinta compañera que escapaba aún a nuestra comprensión. Los últimos resultados de Fermilab parecen secundar esta hipótesis.
Nuevas pruebas. Los investigadores del experimento Muon g-2, del centro de investigación estadounidense Fermilab han anunciado recientemente pruebas que podrían señalar hacia la existencia de una quinta interacción fundamental. Lo que es más, el equipo asegura que los resultados podrían llevar al descubrimiento de esta quinta fuerza en un par de años.
El descubrimiento implicaría un cambio importante en el Modelo Estándar de la física de partículas, uno de los pilares de nuestra comprensión sobre los fenómenos físicos que rigen el universo, especialmente las interacciones entre partículas subatómicas. Todo ello propiciado por una de estas partículas: los muones.
Los resultados son sucesores de los anunciados hace dos años por el laboratorio estadounidense. En aquella ocasión los resultados ya señalaban la posibilidad de que existiera algún fallo en el modelo, si bien las pruebas compiladas entonces eran mucho menores.
Muones rebeldes. Los investigadores hablan de evidencia fuerte, pero no concluyente de la existencia de esta quinta fuerza. La clave está en las partículas subatómicas llamadas muones, un tipo de partícula fundamental semejante a un electrón (ambos son categorizados como leptones y cuentan con idéntica carga y espín) pero de mayor masa.
Lo que los investigadores han observado es que estos muones no se comportan como prevé el modelo teórico (el Modelo Estándar). Esta discrepancia es suficientemente importante como para que los responsables del experimento tengan cierto nivel de confianza con respecto al potencial hallazgo, pero se da una circunstancia curiosa, y es que el nivel de incertidumbre asociado a la teoría fue revisado al alza recientemente. Esto ha hecho que la discrepancia perdiera valor estadístico.
Los investigadores creen que durante los próximos dos años tanto avances en la teoría como en los experimentos permitan afianzar esta discrepancia y con ello poder hablar de pruebas concluyentes.
Resumen de resultados experimentales. Fermilab.
G menos dos. Los resultados han sido obtenidos a través del Muon g-2 (pronunciado ‘g’ menos dos), uno de los experimentos con los que cuenta Fermilab en sus instalaciones. El experimento aceleraba estas partículas a altísimas velocidades (una fracción significativa de la velocidad de la luz) para hacerlas después “tambalearse”. Y lo hacían más de lo esperado.
Los detalles sobre estos nuevos resultados y sobre cómo se han logrado han sido remitidos para su publicación a modo de artículo en la revista Physical Review Letters. Los datos corresponden a la segunda y tercera iteraciones del experimento g-2, llevadas a cabo en 2019 y 2020 (mientras que los datos publicados en 2021 correspondían a la primera iteración, llevada a cabo en 2018).
Los resultados han afinado las estimaciones obtenidas en la primera iteración hasta doblar en precisión a esta primera medida. La gran cantidad de datos compilados y algunas mejoras técnicas, por ejemplo al hacer más estables los campos magnéticos del experimento, han sido algunos de los cambios que han permitido este avance.
La búsqueda de la “nueva física”. La existencia de una quinta forma de interacción fundamental podría poner patas arriba la física contemporánea y servir de vía de entrada a la tan ansiada “nueva física”. Hace tiempo que los físicos tienen constancia de fenómenos que no resultan explicables para los modelos aceptados como “estándar”.
Ejemplo de ello son la materia oscura y la energía oscura. Sobre ellas no sabemos gran cosa salvo por sus efectos sobre el movimiento de las galaxias. Hablar de una relación entre estas ideas y la (por ahora) hipotética quinta fuerza es de momento especulación, pero atar este tipo de cabos es una de las grandes esperanzas de la física moderna.
Descifrar los secretos de la “nueva física” sólo es posible estudiando los fenómenos donde los modelos actuales fallan. Fallos como el del muón son raros y por eso extremadamente valiosos. El primer paso será confirmarlos con mayor grado de certeza. Lo que venga después será un misterio, quizá uno de los más importantes para la ciencia.
Las profundidades oceánicas siguen sorprendiéndonos. El último ejemplo de ello es un pequeño animal que podría llevar décadas confundiendo a los biólogos. Se trata de la estrella de plumas antártica, un invertebrado con una veintena de brazos en forma de plumas que vive en las profundidades del océano más meridional de nuestro planeta.
Los crinoideos (o Crinoidea, también conocidos como estrellas de plumas o lirios marinos) son de esos animales que parecen sacados de una película de extraterrestres. Entre sus parientes más cercanos se encuentran las estrellas y los erizos de mar. Dependiendo de la especie y de su estado del desarrollo pueden encontrarse anclados al lecho marino o flotando no muy lejos de éste.
Esta clase de animales cuenta con varios centenares de especies clasificadas en diversas familias taxonómicas, entre ellas la de la estrella de plumas antártica (Promachocrinus kerguelensis), una especie que hasta ahora se creía única en su clase (Promachocrinus) pero que, tal y como acaba de descubrir un equipo estadounidense de biólogos, no lo estaba tanto.
Aquí es donde entra la llamada estrella de pluma de fresa (Promachocrinus fragarius). Esta especie fue documentada recientemente gracias al trabajo de un equipo liderado por investigadores de la Institución Scripps de Oceanografía, adscrita a la Universidad de California, San Diego (UCSD).
Tras combinar el análisis del ADN de las especies con un estudio morfológico de los ejemplares, el equipo concluyó que la familia de la estrella de plumas antártica era mucho mayor de lo que se creía hasta ahora. Los detalles del estudio sobre la “genealogía” taxonómica de esta familia de invertebrados, ha sudo publicado recientemente en la revista Invertebrate Systematics.
Donde antes se creía que había una especie podría haber, en realidad, ocho. Entre ellas destaca P.fragarius, especie cuyo nombre hace referencia a la forma de su cuerpo, pero de la que destaca otra característica: una veintena de brazos alargados que pueden alcanzar los 20 centímetros de longitud.
Según explicaba Greg Rouse, uno de los autores del trabajo, a Business Insider, los 20 brazos de la especie recién catalogada doblan en número a lo que se consideraba habitual en las plumas antárticas documentadas hasta el presente.
Estos brazos están segmentados y de ellos parten sendas hileras de filamentos que dan aspecto de pluma a las extremidades. Por si esto fuera poco, la especie cuenta también con otra serie de extremidades, estas más cortas, llamadas cirros.
Estos animales se desplazan de tal manera que utilizan los cirros para adherirse al lecho marino mientras que los brazos se elevan hacia la superficie. Tanto brazos como cirros parten de un mismo bulbo, con forma de fresa, característica que ha valido a la especie su nombre.
Descubrir y catalogar nuevas es toda una carrera contrarreloj. Aún es mucho lo que desconocemos sobre el fondo de los océanos y de los seres vivos que lo habitan. Sin embargo la biodiversidad marina puede ser clave para comprender mejor la vida en nuestro propio planeta. Y también fuera de él.
Sin embargo, los severos cambios a los que se enfrentan los mares hacen que la vida oceánica pueda sufrir importantes cambios en los años venideros. No sólo por cambios en la temperatura del agua, también por potenciales cambios en aspectos clave como su nivel de acidez, e incluso su color.
A pesar de ello cada año los investigadores siguen encontrando nuevas criaturas en estos ecosistemas. Algunas las vamos catalogando otras, siguen siendo un auténtico misterio.
Si una noche de invierno un viajero del tiempo llegara y nos llevara, no sé, a la España de Felipe II, no reconocería a la Península ni la madre que la parió. Hemos cambiado mucho en los últimos 450 años, pero la mayor parte de las veces no somos conscientes de ello. Un buen ejemplo es lo que ocurre con respecto a la flora y a la fauna. Sobre todo, porque una enorme cartografía histórica (recién salida del horno) le acaba de poner nombre y apellidos a las plantas y animales que existían en España menos de un siglo después de la conquista de América.