Si eres usuario de Windows 10 o Windows 11 y tu sistema ahora te dice que tienes conectada una impresora HP LaserJet, aunque no tengas una impresora LaserJet, no estás solo. Muchos otros usuarios, en sus ordenadores personales o de trabajo, están experimentando esta misma situación.
Ha sido la propia Microsoft la que ha confirmado el error. En una publicación en su página de soporte, la compañía de Redmond ha brindado algunos detalles que puede ser de gran utilidad para aquellos afectados, así como también para todos los que desean prevenir cualquier problema.
El error de Windows 10 y 11 que renombra las impresoras a HP LaserJet
La documentación de Microsoft no precisa cuántos usuarios están padeciendo problemas de impresión en Windows 10 y 11, pero sí brinda una referencia muy importante: el error se presenta en la versión 22H2 del sistema operativo y, en concreto, en aquellos sistemas con acceso a Microsoft Store.
Así que algunos usuarios cuyos equipos cumplen con los mencionados requisitos pueden ver como sus impresoras, independientemente de la marca y el modelo, cambian de nombre a HP LaserJet (por ejemplo, HP LaserJet M101-M106). El error también puede cambiar los iconos de la impresora.
Algunas impresoras renombradas a HP
El error no queda ahí. Puede que al hacer doble clic en una impresora aparezca el mensaje “No hay tareas disponibles para esta página” en pantalla. Pese a esto, las impresoras todavía deberían ser capaces de imprimir, copiar o escanear, es decir, de funcionar normalmente.
Como decimos, Microsoft está investigando el origen del problema, y todo parece indicar que la raíz de la cuestión está en la instalación automática de HP Smart a través de la Microsoft Store, una aplicación específica para equipos HP que permite acceder a estos y configurarlos.
De momento, no hay una solución recomendada por Microsoft, aunque prometen brindar más información cuando la investigación avance. El gigante de Redmond ha desligado de cualquier responsabilidad a HP alegando que el fabricante de impresoras no tiene nada que ver con el error.
Internet es maravillosa, pero lo es cada vez menos. La caótica y anárquica red de redes que revolucionó nuestro mundo y cambió nuestra forma de entenderlo (y disfrutarlo) se ha convertido en una gigantesca gallina de los huevos de oro. Una que ha acabado siendo controlada por unos pocos gigantes.
Y entre todos ellos, hay un selecto grupo de plataformas que dominan cada vez más nuestra relación no ya con internet, sino con aquellos con los que nos relacionamos y a las que admiramos. Las redes sociales, que nos maravillaron y conquistaron a (¿casi?) todos, se han convertido en un terrible virus. Uno que está provocando que internet sea cada vez menos maravillosa.
Esta es una historia en muchos actos, pero hemos querido resumirla (un poco) en un prólogo y tres de ellos. Vamos allá.
Prólogo
En 1908 Theodore Vail, por entonces presidente de AT&T, se dio cuenta de algo que a priori, la verdad, no parecía demasiado sorprendente: cuantos más clientes tenían, más le costaba a sus rivales competir con ellos.
Theodore Vail. Fuente: AT&T
Aquel año reflejó aquel pensamiento en su informe anual a los inversores, y en las páginas 21 y 22 de aquel documento llegó a una conclusión clara: “Un teléfono —sin conexión al otro lado de la línea— no es siquiera un juguete o un instrumento científico. Es una de las cosas más inútiles del mundo. Su valor depende de la conexión con otro teléfono. Y se incrementa con el número de conexiones […]. Nadie necesita dos conexiones telefónicas si puede comunicarse con todas las personas que desee a través de una sola”.
Para él el valor de AT&T no estaba en la tecnología, sino en la red que esa tecnología había permitido crear. Daba igual que alguien creara un teléfono mejor, porque nadie lo querría si no podían usarlo para llamar a su familia y amigos.
Aunque no lo llamó así, Theodore Vail fue el primero en hablar del efecto red.
Avancemos. Robert Metcalfe, coinventor de la tecnología Ethernet, validó el concepto en 1980 con la ley que lleva su nombre. Según dicha ley, el valor de una red de telecomunicaciones es proporcional al cuadrado del número de usuarios conectados al sistema (n²). Años más tarde, en 2001, un ingeniero llamado David Reed fue incluso más lejos y descubrió que Metcalfe había subestimado el valor de una red: dentro de una gran red se formaban pequeñas redes que multiplicaban ese valor. De repente el valor era exponencial (n²), y de ahí surgió la Ley de Reed.
El efecto de red aparecía frecuentemente en sistemas de retroalimentación positiva: los usuarios obtenían más y más valor de un producto a medida que más usuarios se unían a esa red. Aunque parezca una obviedad, la observación no se había formalizado hasta entonces. La teoría siguió desarrollándose sin que mucha gente prestara demasiada atención, pero un siglo después de que Vail plasmara aquella reflexión, la idea explotó.
Acto I. Facebook
El 4 de febrero de 2004 un desconocido joven llamado Mark Zuckerberg lanzaba junto a Eduardo Saverin —el cofundador olvidado— su proyecto web, una red social a la que llamaron “The Facebook”. Inicialmente aquella plataforma apenas dejaba hacer nada: uno tenía que visitar el perfil de otra persona para ver lo que publicaba, y por defecto los perfiles eran privados. Aquello tenía su gracia, pero el verdadero bombazo llegaría algo después.
Cuando Facebook se llamaba Thefacebook, en 2006. Fuente: Christiaan Colen
Lo hizo el 5 de septiembre de 2006, cuando Facebook (ya sin el “The”) anunció su nueva característica, a la que llamó “News Feed” (“Hilo de noticias”). Aquella característica difundía las actividades más importantes de los usuarios a todos los miembros de sus redes. Casi todo lo que hacías era automáticamente notificado y difundido para que los demás usuarios lo vieran. La opción, que ahora vemos lógica —imaginad teniendo que visitar usuario por usuario a ver qué ha publicado— causó una absoluta debacle aquel mismo día, y los usuarios la calificaron de espeluznante.
Como indicaron entonces en Wired, lo fácil para Zuckerberg habría sido echar marcha atrás, pero se negó a ello. Aquel News Feed era la clave de su grafo social. A los tres días publicó una carta abierta a sus usuarios: si queréis, dijo, podéis desactivar la opción. La controversia desapareció tan rápido como había aparecido, y ¿sabéis qué? Prácticamente nadie desactivó el News Feed, y el crecimiento de usuarios siguió aumentando.
Cuando TheFacebook se lanzó, solo los miembros de la Universidad de Harvard en la que estudiaban podían acceder, pero poco a poco el acceso se amplió. Primero, a otras universidades y más tarde, el 8 de marzo de 2008, se abría la caja de Pandora: Facebook se abría a todo el mundo. Al menos, a todo el que tuviera una dirección de correo electrónico.
Para entonces Facebook ya era un absoluto fenómeno de masas —y un ejemplo de libro del efecto de red—. A finales de 2007 El País calificaba a esta red social como “el fenómeno ‘internetero’ de 2007”. Por entonces había superado los 50 millones de usuarios, pero un año después ya tenía 100 millones y aquella apertura no hizo más que disparar el crecimiento. ¿Qué hacían todos esos usuarios allí?
Trabajar para Facebook.
No lo parecía y ellos (nosotros) no lo sabían, claro. Para ellos esta red social era una maravillosa plataforma en la que mantener contacto con sus conocidos, recuperarlo con familiares o antiguos amigos y, poco a poco, compartir más sobre sus vidas e intereses. Facebook, mientras tanto, iba haciéndose más y más fuerte. Más y más grande, tanto en usuarios, como en contenido. Contenido que todos esos usuarios habían generado para ellos, pero también para ella.
Acto II. Twitter
Era 2004. Evan Williams acababa de venderle Blogger a Google y buscaba un nuevo proyecto. Lo encontró en Odeo, una plataforma de podcasting que cofundó con un ingeniero llamado Noah Glass. Aquello parecía tomar forma, y la herramienta se lanzó en julio de 2005 con la ayuda de un becario cuyo nombre quizás os suene: Kevin Systrom, que años más tarde sería cofundador de Instagram.
Los principios de Twitter, también en 2006. Fuente: Emily Chang.
Pero Odeo no acababa de cuajar, y la culpa la tuvo iTunes, que poco después integraría su propia plataforma de podcasting. Para entonces Williams y sus compañeros se dieron cuenta de que aunque habían creado Odeo, apenas la usaban. Eso era mal síntoma.
¿Qué hicieron? Como contaban en un reportaje de 2011 en Business Insider, se pusieron a pensar en nuevas ideas de negocio. Crearon pequeños grupos para hacer brainstorming, y de uno de ellos salió una propuesta prometedora. Jack Dorsey quería crear un servicio en el que la gente pudiera publicar su “estado” y lo que estaban haciendo en ese momento. Noah Glass bautizó —dicen— aquella idea con un nombre sin vocales.
Twttr.
Al principio Evan Williams no parecía muy convencido con la idea, pero dejó que Glass trabajara en ella junto a otro ingeniero —exempleado de Google— llamado Biz Stone.
Quienes hablan de aquellos orígenes afirman que ninguno de aquellos que trabajaban en Twttr estaba tan entusiasmado con la idea como Glass. Otros como Florian Weber contribuyeron también a su creación, pero lo cierto es que los cofundadores a los que realmente siempre se menciona es a Dorsey, Stone y Williams. Un 21 de marzo de 2006 Dorsey publicaría el primer mensaje en Twitter, y a partir de ahí todo iría muy rápido.
Twitter ni siquiera se quería llamar Twttr: al principio la idea era una red social llamada Stat.us en la que compartir tu estado. Sin más. Así fue el primer boceto que Jack Dorsey creó con esa idea.
Williams acabaría recomprando Odeo a sus inversores y cambiando el nombre de la empresa a Obvious Corp. Y de paso, despidió a Glass, que básicamente desapareció del mapa. Otro cofundador relegado al olvido, qué casualidad.
Twitter comenzó a crecer de forma imparable, sobre todo tras aquella aparición fulgurante en la conferencia South by Southwest Interactive (SXSWi) de 2007 en la que en cada charla los usuarios podían ver sus mensajes de Twitter publicados en dos pantallas de plasma de 60 pulgadas. Al final la gente acabó más atenta a eso que a las propias charlas, y el fenómeno Twitter se comenzó a disparar progresivamente.
Al principio, de forma más recatada. Luego, poco a poco, a lo loco. Llegaban los hashtags y, sobre todo, la introducción de Twitter como medio de comunicación con identidad propia. La era del periodismo ciudadano —con aquella foto de del vuelo que amerizó en el río Hudson y acabó convirtiéndose en película— y de Twitter como altavoz social —lo demostró por ejemplo en las polémicas elecciones iranís de 2009— parecía haber llegado especialmente con los eventos de la Primavera Árabe de 2011 o con fenómenos como el del #MeToo. Todo eso cambiaría tras la sísmica aparición de Musk en escena: para él —y cierta élite en Silicon Valley— el periodismo es, sencillamente, peligroso.
Lo fuera o no, daba igual. Como había sucedido con Facebook, durante todos esos años, con sus luces y sus sombras, Twitter se había convertido en otra plataforma en la que los usuarios no habían parado de compartir todo tipo de cosas. Primero, en tan solo 140 caracteres. Luego, con los 280 como límite. Por último (si pagabas) con 4.000. Todas esas reflexiones y todos esos contenidos nos habían, en mayor o menor medida, informado y entretenido, y todos formaban parte de la misma realidad de la que nos daríamos cuenta más tarde.
También habíamos estado trabajando para Twitter sin saberlo.
Acto III. Bienvenidos al feudalismo digital
Lo que Facebook y Twitter normalizaron venía en realidad de antes. Los más maduritos del lugar probablemente recordéis —y sigáis accediendo a— aquellas protoredes sociales llamadas Slashdot —lanzada en 1997 y excelsa superviviente, ahí es nada— y Digg —que nació en 2004—. Aunque la cosa no era tan clara en Slashdot, Digg nos maravilló con la maximización digital del concepto de compartir es vivir. Uno veía algo interesante en internet, lo compartía y otros usuarios votaban si también les gustaba.
En la Edad Media el feudalismo era el sistema político predominante en Europa Occidental. La desigualdad entre gobernantes y vasallos o siervos era excepcional. Fuente: Wikimedia Commons
Aquello era adictivo y viral, y el efecto red de Vail y sus sucesores pronto hizo de las suyas. Los internautas se contagiaron de aquel fenómeno y Digg creció como la espuma: si un medio lograba portada en Digg, su tráfico se disparaba. La plataforma tuvo el acierto de entender que si alguien lograba actuar como intermediario molón, los usuarios acudirían para trabajar gratis.
Porque eso es lo que hacían los usuarios. Sí, se beneficiaban de esa plataforma de descubrimiento, sin duda, pero votar, comentar o enviar nuevos contenidos que pensaban que eran interesantes se convirtió en algo que a esos usuarios no les dio ni un duro, pero que hizo que los creadores de Digg se hicieran ricos. En su día la empresa estuvo valorada en 164 millones de dólares, pero quienes la fundaron la destrozaron y en 2012 acabó vendiéndose a Betaworks por 500.000 dólares para luego.
¿Sabéis qué plataforma se inspiró en Digg? No solo la española Menéame —que ha mentenido su esencia original a pesar de sufrir sus propias crisis—, sino, cómo no, Reddit, que adoptaría una filosofía similar —votos, ranking algorítmico de contenido, comunidad— pero con diferencias importantes en cuanto al control que se ejercía sobre el contenido: Reddit fue desde sus inicios mucho más anárquico, y aunque eso también generó diversas polémicas, el principio fue el mismo que en Digg: compartir y descubrir era maravilloso, pero Reddit ponía la plataforma —que ciertamente costaba dinero y recursos— y los usuarios, el trabajo.
Los ejemplos a partir de ahí se multiplican, pero de repente surgieron otras redes y sobre todo un fenómeno que ni Facebook ni Twitter llegaron a explotar .
El de los influencers.
Primero fue YouTube, claro. La plataforma de vídeo se convirtió en la semilla de la primera gran generación de creadores. Como contaban en Business Insider, “lo que empezó como un refugio un puñado de frikis incromprendidos, se ha convertido en una ola de dinero y fama”. En diciembre de 2007 se lanzaba el YouTube Partner Program, una iniciativa absolutamente revolucionaria que por primera vez permitía a los creadores monetizar su contenido y lograr que aquello que los usuarios hacían por afición se convirtiese en su profesión. No mucha gente puede vivir exclusivamente de YouTube: los expertos hablan de que uno comienza a poder hacerlo cuando pasa del millón de suscriptores, y se estima que hay unos 30.000 canales que igualan o superan esa cifra. ¿Qué hacen el resto de los usuarios entonces?
Exacto. Trabajar para YouTube.
Es cierto que algunos logran ciertos ingresos, pero como en otras muchas redes sociales —e industrias—, hay un pequeñísimo porcentaje de verdaderas celebridades, tras las cuales hay millones de aspirantes a esa cima. Llegar siquiera a ganarse la vida con YouTube es (muy) complicado, pero llegar a las cotas de los MrBeast (207 millones de suscriptores) o nuestro elRubiusOMG (40,3 millones) es prácticamente imposible.
En el feudalismo digital la estratificación es equivalente a la de los sistemas feudales de la Edad Media. Fuente: Zach Scott
Para la audiencia de YouTube —como en el resto de los casos— probablemente el reparto es justo: ellos obtienen entretenimiento, y la empresa gana dinero con la publicidad. De nuevo tenemos a un intermediario que “solo” —no es poco, insistimos— está ahí para que la plataforma funcione, porque el contenido y la interacción que lo alimenta todo —vídeos, comentarios, votos— la ponen los usuarios. Usuarios aparentemente felices con el hecho de que ese contenido esté salpicado con (cada vez más y más restrictivos) anuncios que a ellos quizás también deberían beneficiarles.
Pero no lo hacen. YouTube no te paga por subir vídeos a no ser que formes parte de su Partner Program, que en 2021 contaba con dos millones de miembros o lo que es lo mismo, dos millones de creadores que ganan algo de dinero con sus contenidos. En 2021 los responsables del servicio afirmaron haber pagado más de 30.000 millones de dólares entre 2018 y 2021 a sus 2 millones de creadores gracias a la publicidad, así que en esos tres años un creador habría ganado de media 15.000 dólares gracias a YouTube. El problema es que esa media es muy engañosa, porque como decimos solo unos 30.000 pasan del millón de suscriptores y pueden presumir de ganarse la vida (algunos muy bien) con esta plataforma.
Para la inmensa mayoría es probable que esos ingresos sean residuales, algo sorprendente teniendo en cuenta dos datos recientes. Uno, que YouTube tiene 2.700 millones de usuarios activos (los que al menos accedieron al servicio una vez al mes) en 2023. Y dos, que solo en 2022 el servicio generó 29.200 millones de dólares de ingresos. Hay que reconocer que la infraestructura de YouTube es gigantesca —más incluso que el de otras plataformas, el vídeo es muy exigente—, pero también otra obvia: el negocio marcha.
Sea como fuere, esas mismas mecánicas de YouTube acabaron conquistando a la nueva hornada de redes sociales, que nacieron con ese mismo enfoque desde su comienzo. Así hemos visto cómo Instagram conquistó el mundo de la fotografía, Twitch el de las emisiones de vídeo en directo o TikTok el de los vídeos cortos. Y en todas ellas, el fenómeno influencer se ha apoderado de estas plataformas, creando pequeñas élites que sirven de referente no solo a los usuarios que se limitan a consumir, sino a aquellos creadores que tratan de seguir esos pasos.
Luego llegarían otras como Substack para el mundo de las newsletters y OnlyFans para el contenido para adultos, y en todas ellas el esquema era el mismo: contenidos a raudales para unas plataformas que nos ponían a todos a trabajar. Bien para crear contenido —y en algunos casos (con suerte), monetizarlo—, bien para consumirlo y retroalimentar sus algoritmos.
Y mejor no hablamos de algoritmos, porque todas las plataformas —Twitter, la última— han acabado haciendo lo mismo: no solo no nos dejan seguir a quien queremos seguir con todo lo que publican, sino que por medio nos meten (recomiendan) un montón de contenido que no habíamos pedido. Que puede que en algunos casos ese contenido pueda ser útil, pero si lo muestran es 1) ganan más dinero con ello y 2) porque las redes controlan lo que vemos. Y si no lo hacen, se despide a un ingeniero y listo.
Con sus luces y sus sombras, todas esas plataformas —con Facebook y Twitter a la cabeza— se han convertido en dueñas y señoras de una internet en la que se ha impuesto el feudalismo digital. El concepto viene de lejos, pero un ilustre de esta casa, Antonio Ortiz, escribía hace unos meses una columna en Retina titulada ‘Feudalismo digital. La cruzada de los creadores contra la tiranía de las plataformas‘. En ella reflexionaba sobre esa realidad en la que había un fuerte contraste entre dos realidades.
La primera, la de que hay un “fascinante universo de creadores y negocios” alrededor de todas estas plataformas. Él citaba específicamente a TikTok, porque allí los creadores hacen algo asombroso: reutilizar el contenido para adaptarlo y aprovecharlo en otros escenarios: hay aplicaciones de doblaje o creadores chinos que resumen las películas a estadounidenses para que no tengan que pasarse dos horas y media en una butaca. Es un fenómeno sorprendente y que ciertamente deja claro que todas esas plataformas son enormes generadoras de trabajo no ya directo para las plataformas, sino indirecto, como reflejan esos ejemplos. Que luego esos creadores rentabilicen o no ese trabajo es harina de otro costal.
La segunda, más preocupante, es la de que, como decía Antonio Ortiz, los usuarios que ven tus tiktoks no son tuyos, porque es TikTok la que decide en cualquier momento cómo funciona su plataforma. Un creador se puede encontrar con una pesadilla si la plataforma cambia el algoritmo y sus ingresos se hunden —pasa—, pero la cosa puede ser peor: pueden borrar vídeos o cerrarte el canal de la noche a la mañana sin que puedas hacer nada por evitarlo.
Si por lo que sea se decide que tu contenido ya no es bueno, o válido, o menos interesante para quienes mandan —los caminos de [ponga aquí la red social que desee] son inescrutables—, te convertirás en un paria sin poder hacer prácticamente nada y todo tu esfuerzo podría quedarse invalidado.
Los ingresos por publicidad en redes sociales han crecido como la espuma en la última década. La gráfica se centra en EEUU, pero es extrapolable al mercado global. Vía: MarketingCharts
Para muchos artistas y fotógrafos eso ocurrió por ejemplo con Instagram. Como señalaron en The New York Times, la red que había sido hogar y refugio de imágenes de todo tipo comenzó a dejarlas atrás para convertirse en una copia de TikTok: los vídeos se convirtieron en protagonistas y los Reels debutaron precisamente para intentar que Instagram mantuviera su relevancia. Adam Mosseri, máximo responsable de la plataforma, lo dejó claro: “ya no somos tan solo una aplicación de compartición de fotos cuadradas”. Querían ser TikTok, y aunque quisieron dar marcha atrás, por el camino dejaron parcialmente huérfana a esa comunidad cuyo efecto red se había cimentado precisamente en la magia de las imágenes estáticas.
Epílogo. Trabajas para ellos y encima tienes que pagar
Esos nuevos señores feudales primero nos pusieron a todos a trabajar sin que nos diéramos cuenta. Luego, como los ingresos publicitarios comenzaron a ser importantes, comenzaron a compartir con los creadores parte de los ingresos para animarles a crear sin parar. Incluso el nuevo X de Musk ha comenzado hacerlo, pero de forma poco transparente —recuerda, comparten ingresos publicitarios, pero solo de quienes te ven y están suscritos a X— y, al parecer, favoreciendo una vez más a los creadores que más importan.
Pero ahí no acababa todo. Hay una nueva e inquietante etapa.
Esa etapa no es otra que la de las redes sociales que han comenzado a cobrarnos por poder usarlas como lo habíamos hecho toda la vida. La única diferencia destacable, la de poder usarlas sin publicidad (o con una fracción de la que aparecía antes).
Las suscripciones no son la única medida para generar ingresos adicionales. Tanto X como Reddit decidieron en los últimos meses capar el acceso a sus APIs, que hasta entonces había sido gratuito, y comenzar a cobrar cantidades importantes de dinero por esa opción. La medida ha sido un enorme jarro de agua fría para los desarrolladores y otros analistas y expertos —e incluso para gigantes como Google—, y se escuda en un argumento: están usando sus datos para entrenar modelos de inteligencia artificial.
Aquí hay una tremenda y enorme ironía —o injusticia, según se mire—, y es la de que todos esos datos a los que ahora Facebook, Twitter o Reddit no dan acceso si no pagan no los crearon ellos.
Los crearon los usuarios.
Es asombroso, porque quienes han acabado dando todo el valor a esas redes sociales son esos usuarios, que durante años las han llenado de contenidos y han alimentado sus algoritmos para pulir su funcionamiento. Y ahora no solo no comparten sus gigantescos ingresos con casi nadie, sino que además quieren que los usuarios paguen por poder disfrutar lo que antes era gratis.
Mensaje para Elon Musk, de X, y Steve Huffman, de Reddit: ¿queréis cobrar a los OpenAI y Google de turno por entrenar sus IA… con el contenido que nosotros hemos generado durante años? Maravilloso.
Por no hablar de todos los programadores y artistas que compartieron su trabajo con el mundo sin pedir nada a cambio, y que ahora (lógicamente) protestan —o demandan— porque Microsoft (con GitHub Copilot) y OpenAI (con DALL-E) entre otros usan todo ese trabajo para sus herramientas de pago. Unas herramientas por las que cobran y de las que se benefician ellos, no los creadores (¡que además tienen que pagar para usarlas con todas sus prestaciones!).
Primero creaste el contenido para ellos, y ahora ellos te cobran por poder acceder a ese mismo contenido.
Es algo terrible, y hay quien ya le ha dado nombre a esa transformación que estamos viendo en las grandes redes sociales. Cory Doctorow, un conocido escritor y bloguero, lo llamó ‘Enshittification‘ (‘Mierdificación’), y lo definió así:
“Así es como mueren las plataformas: primero, son buenas para sus usuarios; luego, abusan de sus usuarios para mejorar las cosas para sus clientes empresariales; finalmente, abusan de esos clientes empresariales para recuperar todo el valor para sí mismas. Entonces, mueren.
Yo llamo a esto enshittificación, y es una consecuencia aparentemente inevitable que surge de la combinación de la facilidad de cambiar la forma en que una plataforma asigna valor, combinada con la naturaleza de un “mercado de dos lados”, donde una plataforma se sitúa entre compradores y vendedores, manteniendo a cada uno como rehén del otro, rastrillando una parte cada vez mayor del valor que pasa entre ellos”.”.
De momento las plataformas de las que hemos hablado no han muerto y ciertamente parece difícil que lo hagan a corto plazo. A pesar de ello, parecen haber completado dos de las fases de las que habla Doctorow, y ese difícil equilibrio sigue provocando movimientos que vienen y van, como el de #deletefacebook.
Y aún así, lo que estamos viviendo es asombroso y terrible. La pregunta es si el futuro de internet pasa por aceptar esta nueva realidad (tú creas, tú consumes, pero además tú pagas) o el paradigma cambia y los usuarios acabamos “rebelándonos”, quizás abrazando alternativas descentralizadas con las que recuperamos el control como plantea con Mastodon. Eso parece difícil, y mientras no lo haga, probablemente sigamos atrapados (y despreocupados a pesar de las constantes alarmas) y prisioneros de ese efecto red que Theodore Vail perfiló hace más de un siglo.
Este año no ha sido el mejor año para dos de los productos estrella de Apple. La compañía de Cupertino ha visto como el negocio del iPad y el Mac ha sufrido una caída en relación a las cifras alcanzadas en 2022, un fenómeno que puede ser atribuido a una variedad de factores.
Los dirigidos por Tim Cook, no obstante, no están dispuestos a dejar las cosas como están, al menos según Mark Gurman. El reputado periodista de Bloomberg señala que ya se está trabajando en un plan para recuperar las ventas a golpe de lanzamientos de nuevos productos.
Nuevos iPad, Mac y accesorios en camino
Fuentes cercanas a los planes de Apple, que prefirieron mantenerse en condición de anonimato, señalan que la firma está preparándose para actualizar el MacBook Air, el iPad Pro y el iPad Air. Los dos últimos llegarán acompañados, además, de nuevos accesorios.
Apple renovó por última vez el MacBook Airen junio de este año con una pantalla de 15 pulgadas y el procesador M2. La versión 2024 del equipo adoptaría los procesadores M3, que todavía no habían sido presentado al momento de su lanzamiento.
En caso del iPad Air, este llegaría, por primera vez, en dos tamaños. Actualmente podemos comprar el iPad (2022) con una pantalla de 10,9 pulgadas. La versión del próximo año llegaría acompañada de una alternativa más grande de 12,9 pulgadas junto a la existente.
La estrategia para aumentar las ventas, en este caso, es ofrecer más opciones a los consumidores. En concreto, que puedan acceder a una pantalla más grande sin la necesidad de gastar más dinero por un modelo Pro. En Pro, como decimos, también se actualizará en 2024.
El tablet más ambicioso de la firma de Cupertino estrenará pantallas OLED y procesadores M3. Los rumores sobre esto no son completamente nuevos. A mediados de este año ya habíamos publicado un artículo al respecto sobre estos cambios, así que se consolida la hipótesis.
¿Conseguirá Apple remontar las ventas? Recordemos que el iPad y el Mac, en conjunto, representan el 15% de los ingresos de la firma. Los mencionados productos, según los rumores, llegarán a principios del próximo año. Otro gran producto de Apple, las Vision Pro, se encaminan a llegar en 2024.
La carrera entre las Big Tech por liderar el desarrollo de la inteligencia artificial generativa se está traduciendo en una avalancha de novedades para los usuarios. Recientemente hemos visto a Amazon lanzar su propio chatbot conversacional, Amazon Q, a Google presentar su nuevo modelo Gemini, y a Microsoft actualizar su omnipresente Copilot.
En este artículo nos enfocaremos en las novedades que el gigante de Redmond ha comenzado a desplegar en su asistente de IA presente en Bing, Edge, Windows, Office 365, Azure, entre otros productos. En concreto, en las tres más importantes: GPT-4 Turbo, una versión mejorada de DALL·E 3 y un nuevo intérprete de código. Vamos a los detalles.
GPT-4 Turbo
A principios de noviembre asistimos al lanzamiento de GPT-4 Turbo, un modelo mejorado del prodigioso GPT-4. La ventaja de este versión actualizada no es otra que ofrecer una mayor ventana de contexto. Pasamos de los 32 K de la versión normal a los 128 K de la versión Turbo. ¿En qué se traduce esto? En una mayor longitud de prompts.
Como sabemos, mientras más detalladas sean las indicaciones textuales (prompts), más posibilidades tendremos de obtener los resultados deseados en nuestra interacción con un asistente de IA. Asimismo, podremos utilizar la ventana de contexto mejorada para introducir más información, por ejemplo, para pedirle que nos resuma o extraiga los conceptos más importantes de un fragmento de un libro. Las ventas son enormes.
El modelo mejorado también tiene otra ventaja: ha sido entrenado con datos hasta abril de 2023. Sin embargo, su disponibilidad estaba limitada a desarrolladores que utilizan la API de pago de OpenAI. Esto empieza a cambiar con el anuncio de Microsoft de que ha comenzado su despliegue en Copilot. Por el momento está disponible en unos pocos usuarios seleccionados, pero en el transcurso de “las próximas semanas” llegará a todos.
DALL·E 3 mejorado y nuevo intérprete de código
DALL·E 3, el modelo de generación de imágenes más avanzado de OpenAI, está entre nosotros desde septiembre. El salto en sus capacidades en relación a DALL·E 2 ha sido notable, y afortunadamente hemos podido probarlo a través de Copilot. No obstante, el asistente acaba de incorporar una versión mejorada de DALL·E 3 que permite crear imágenes de mayor calidad y, algo muy importante, más precisas de acuerdo al prompt utilizado.
Como hemos visto, los modelos de IA pueden ser muy útiles si sabemos cómo utilizarlos. En caos de estar presentes en un asistente como Copilot solemos utilizar el lenguaje natural para canalizar nuestras peticiones. Lo cierto es que esto también tiene ciertas limitaciones, principalmente cuando queremos obtener resultados más complejos. Aquí es donde entra en escena el intérprete de código que lleva la experiencia al siguiente nivel.
Un intérprete de código nos permite obtener mejores resultados en tareas como el análisis de datos y la codificación. “Copilot escribirá el código para responder a sus complejas solicitudes en lenguaje natural, ejecutará ese código en un entorno aislado y utilizará los resultados para obtener respuestas de mayor calidad”, explica Microsoft. El sistema nos permitirá, además, cargar nuestros propios datos para que pueda alimentarse de ellos.
Tendremos que esperar un poco para ver el intérprete de código en acción. La compañía de Redmond dice que ya está probándolo y que planea ponerlo a disposición del público. No sabemos exactamente cuándo ocurrirá esto, pero cabe señalar que el despliegue de herramientas de IA por parte de Microsoft está produciéndose a velocidad de vértigo, por lo que probablemente ocurre más temprano que tarde.
Llega una de las fechas más bonitas y críticas del año, que es la de preparar los regalos navideños. La cosa no va mucho más allá si ya lo tenemos claro, pero en el caso contrario, puede convertirse en todo un quebradero de cabeza. Si la persona destinataria al regalo es fan de Nintendo, te dejamos seis compras muy originales antes de Navidad.
Split Pad Pro
Es uno de tantos accesorios para la Nintendo Switch que se pueden comprar. Se trata de un mando personalizado que tiene un enfoque más profesional, manteniendo la licencia oficial de Nintendo para ser compatible con la base de carga de la consola, por ejemplo. Su precio no es nada del otro mundo, ya que se puede conseguir por 45,99 euros.
Este mando incluye una función turbo de con tres ajustes configurables para más o menos pulsaciones por segundo, así como unos botones traseros personalizables y unos controles más grandes que los Joy Con originales.
HORI – Mando Split Pad Pro (Negro) para modo portátil (Nintendo Switch) – Licencia oficial
* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión
Volante Mario Kart Pro Mini
Pero si lo que buscas es mejorar la experiencia de conducción en Mario Kart, este volante oficial puede ser una gran opción para hacerlo más realista. Es muy básico, pero viene con toda la botonera de Nintendo Switch integrada en el volante y unos pedales para controlar la aceleración o el frenado.
Igualmente, puede usarse para cualquier otro título de conducción de la consola portátil. Además, es un regalo relativamente económico, ya que su precio ronda los 62,99 euros.
HORI – USB Volante Mario Kart Pro Mini – Licencia oficial (Nintendo Switch/PC)
* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión
Auriculares inalámbricos OTL
Aprovechando que el modelo base y OLED de Nintendo Switch (no así la versión Lite) tienen soporte para conectar auriculares por Bluetooth, un detalle genial puede ser el de regalar este accesorio con un diseño personalizado. Estos auriculares basados en la saga Zelda cuentan con Bluetooth 5.3 y una batería de seis horas.
Un regalo que servirá para que la persona agraciada pueda tener partidas más inmersivas… o evitar que moleste en mitad del salón con el sonido del juego. Este modelo de auriculares cuentan con un precio que ronda los 34,95 euros.
OTL Technologies – Auriculares inalámbricos Bluetooth V5.3 Zelda con Caja de Carga, Negro
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Ardistel NNS4000
Un maletín de transporte es uno de los mejores regalos que se pueden hacer a los propietarios de una Nintendo Switch, que tienen como principal problema movilizar consola, cargador, Joy Con, dock y juegos en un mismo sitio y de una forma compacta.
Esta bolsa, que sirve tanto para el modelo base como para el de OLED, tiene cabida para todo este contenido y cuenta con un precio de 26,99 euros.
Game Traveler Zelda Nintendo Switch – Funda Switch OLED para Switch OLED y Switch, Soporte de visualización Ajustable y Fundas de Juego adicionales, asa de Transporte de Lujo, Funda de Juego con
* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión
Nintendo eShop tarjeta de regalo
Original y útil. Si lo que quieres regalar es un juego, pero no tienes claro cuál, entonces lo mejor es esta tarjeta para canjear en la tienda de Nintendo. Es como una caja sorpresa que al destinatario le servirá para usarlo en lo que quiera.
Hay de varios precios, pero hemos elegido la tarjeta de 50 euros porque muchos de los títulos de la propia Nintendo rondan ese precio y, en caso de escoger un juego más barato, la cantidad restante se puede canjear en tener Nintendo Switch Online.
Nintendo eShop Tarjeta de regalo 50€ | Código de descarga (EU) | Switch
* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión
LEGO 71423 Super Mario
LEGO 71423 Super Mario Set de Expansión: Batalla Contra Bowsitos en el Castillo, 5 Figuras de Personajes: Toad Morado, Huesiplanta Piraña y Goomba Juguete de Construcción para Niños A Partir de 8 Años
* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión
Pero lo que verdaderamente se desmarca de lo común a regalar videojuegos o accesorios, es optar por algo más tipo merchandising. Y es que LEGO cuenta con numerosas figuras y construcciones del mundo de Nintendo, aunque en este caso hayamos elegido este de Super Mario en el castillo de Browser.
Incluye cinco figuras de personajes, entre ellos Toad Morado y Huesiplanta Piraña, así como más de 1.300 piezas para construir. El precio de este ejemplar es de 88,23 euros.
LEGO 71423 Super Mario Set de Expansión: Batalla Contra Bowsitos en el Castillo, 5 Figuras de Personajes: Toad Morado, Huesiplanta Piraña y Goomba Juguete de Construcción para Niños A Partir de 8 Años
* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión
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Cuando los portugueses bajaron del barco aquella mañana de 1507, no imaginaban lo que estaban a punto de encontrarse: una isla exuberante, deshabitada y llena de pájaros enormes (de un metro de altura, pelaje gris y 10 kilos de peso) que ni siquiera se inmutaban al verlos pasar.
Sin embargo, nadie les hizo mucho caso. El dodo entró en la historia de la humanidad como un ave insípida, hinchada y con el “culo gordo”; un ave prescindible, apenas una curiosidad de los mares del sur.
Mauricio, 1681. Eso explica muchas cosas, pero no todas. Explica, por ejemplo, que acosado por las ratas, los gatos y el resto de alimañas que habían bajado de los barcos, el último dodo muriera en Mauricio en torno a 1681. No hacía ni un siglo desde que el almirante Van Warwyck había reclamado aquella tierra para los Países Bajos; apenas 50 desde los primeros asentamientos comerciales que buscaban explotar el ébano y la caña de azúcar.
Y eso puede salvarlo. A principios de 2023, la Mauritian Wildlife Foundation (MWF) se puso en contacto con Colossal Laboratories, una empresa de ingeniería genética que lleva años dedicada a la des-extinción: querían al dodo de vuelta.
Colossal es conocida en el mundillo porque ha hecho avances en la secuenciación del genoma de animales extintos. De hecho, los paleogenetistas de Colossal habían comentado en otras ocasiones que ya habían secuenciado al dodo y a dos de sus parientes más cercanos: el solitario de Rodrigues y la paloma de Nicobar, que aún resiste viva en algunas islas del sudeste asiático.
La clave, de hecho, estaba en esta paloma de Nicobar. Los equipos de Colossal han descubierto que podían usar un embrión de pollo para, con ciertas técnicas de ingeniería genética, criar palomas de este tipo. Aún las técnicas y procesos no están maduros, pero el espaldarazo de la MWF puede ser determinante para que el proyecto llegue a buen puerto.
En busca del nido. Y es que, pese a que aún no está claro que se puedan usar las células germinales primordiales de la paloma de Nicobar para desarrollar dodos, la gente de la MWF ya está trabajando en encontrar un hábitat capaz de acoger a estos animales.
No es algo fácil. Mauricio es una isla relativamente pequeña (60 kilómetros por 30) y, en las últimas décadas, ha sido devorada por el turismo, la agricultura y una urbanización poco ordenada. Tanto es así que, Vikash Tatayah, director de conservación de la fundación, explicaba en la CNN que “el sitio ideal no existe”.
No obstante, son optimistas. Hay zonas del parque natural de Black River Gorges que tienen los bosques restaurados, también están estudiando las reservas naturales de algunas islas cercanas a Mauricio (isla Redonda o el islote de Aigrettes). Cada opción tiene sus pros y sus contras (en Mauricio hay una enorme cantidad de depredadores; en las islas e islotes sería muy difícil que nadie pudiera verlos porque están protegidas), pero el MWF sigue trabajando en ello.
¿Tenemos fechas?Según explicaba Tatayah, el regreso del dodo “no ocurrirá de la noche a la mañana… estamos hablando de probablemente una década”. Al fin y al cabo, las aves se crearían en Estados Unidos y tendrían que llevarse a la isla, aclimatarlos y controlar su adecuación al territorio.
Pero, cuando dice “una década“, Tatayah está siendo optimista. Aunque las técnicas de “des-extincion” llevan años encima de la mesa, la comunidad científica internacional está preocupada por derivas de este tipo. Es decir, usar tecnología punta en animales llamativos que se extinguieron hace 400 años (o mucho más), pero olvidar algunos que desaparecieron hace unos pocos años (o que están a unto de desaparecer).
¿Des-extinción o atracciones de feria No sabemos casi nada del dodo y, sin embargo, sí sabemos todo sobre el rinoceronte blanco del norte, la paloma pasajera o el bucardo pirenaico. ¿No tiene sentido empezar por los animales más cercanos y dejar las “atracciones de feria” para más tarde?, se preguntan algunos paleontólogos.
No obstante, aunque no dejan de tener razón, el hecho de que los proyectos que reciben atención sean siempre los de animales tipo dodo, mamut o tigre de tasmania dice mucho sobre cómo precisamente esas “atracciones de feria” pueden ser fundamentales a la hora de hacer avanzar un sector que, en otras circunstancias, podría ir mucho más lento.
Con los diamantes ocurre algo similar al petróleo, oro o uranio: si dibujamos un mapa en el que el espacio que ocupa cada estado va en función de su producción acabaríamos con un plano totalmente desproporcionado en el que un puñado de naciones lo acapara casi todo. El resto serían minúsculas o ni aparecerían.
Hace poco el diseñador gráfico Sam Parker decidió hacer un ejercicio parecido para Visual Capitalist y el resultado es un gráfico fascinante que refleja de forma clara el peso aplastante de dos naciones en el negocio de los diamantes, al menos si nos atenemos a la producción de en bruto en quilates y su valor.
¿Cuáles? Te lo explicamos.
Más diamantes, mismo mapa. El mapa de Visual Capitalist se basa en datos recabados por Kimberley Process (KP), una iniciativa creada para prevenir el flujo de diamantes de zonas conflictivas y en el que participan 85 países. Cada año su observatorio aporta una “foto” global de la producción de diamantes en bruto en todo el mundo, atendiendo tanto a su volumen como valoración. Y la de 2022 deja algunas lecturas interesantes. La primera, que la producción crece. La segunda, que la mayoría permanece en manos de un selecto club de naciones.
Lo que dicen las cifras. Sus balance de 2022 muestra una producción de diamantes en bruto de 119,9 millones de quilates con un valor de alrededor de 16.000 millones de dólares, considerablemente por encima de los 118,7 y 12.9000 anotados en 2021 o los 107,2 y 9.200 de 2020. En cualquier caso no representa un valor récord de producción. En 2017 la industria había rozado los 151 millones de quilates con un valor que superaba los 14.000 millones de dólares.
Lo que no ha variado en los últimos años son los dos grandes productores del mundo: la Federación Rusia y Botsuana, seguidos de Canadá y el Congo.
El dominio de Rusia. Si nos fijamos en producción de diamantes en bruto, el dominio ruso es aplastante. La federación registró 41,9 millones de quilates, casi el doble que Botsuana, que ocupa el segundo puesto del ranking con 24,5. En tercer lugar está Canadá (16,2), en cuarto la República Democrática del Congo (9,9) y en quinto Sudáfrica (9,6). El “Top 10” lo completan Angola, Zimbabue, Namibia, Lesoto, Sierra Leona y Tanzania, naciones todas situadas en África.
De minas y corporaciones. Rusia dispone de un enorme yacimiento de diamantes en Yakutia, en el extremo oriental del país. Allí se sitúan Aikhal, Udacchi o Niurba, algunas de las mayores minas del preciado recurso. Royal Coster calcula que solo la primera, Aikhal, genear una producción anual de unos 1,3 millones de quilates. En el país de Putin encontramos también Alrosa, señalada a menudo como la mayor empresa productora de diamantes del planeta. En 2021 su grupo alcanzó los 32,4 millones de quilates, según Statista, algo más que De Beers, una corporación sudafricana-británica que se quedó en 32 millones.
Cambios de escenario. Global Data precisa sin embargo que las sanciones impuestas a Rusia por la guerra de Ucrania han podido afectar a la actividad de Alrosa, complicando la obtención de financiación y los pagos a través de bancos sancionados. Aún así Rusia ha sacado pecho a lo largo de los últimos meses de la buena marcha de su negocio con el comercio indio, registrando un crecimiento interanual del 9% y resultados como no se veían desde hacía un lustro.
La propia Visual Capitalist indica que las tablas de Kimberley Process y las cifras que atribuyen a Rusia dan a entender que la producción de diamantes del país está eludiendo las sanciones por lo complejo que resulta rastrear la procedencia de los diamantes. Se calcula que alrededor del 90% de los diamantes se cortan y pulen en la India, a donde llegan también las piedras procedentes de Siberia.
De quilates a dólares. Una cosa es el volumen de producción y otra distinta su valor. Los quilates son clave, pero en la ecuación entran también factores como el corte, color o claridad. Esa diferencia explica que si bien Rusia se sitúa a la cabeza en extracción no sea la que alcanza una valor valoración en las estadísticas de KP. El observatorio asigna ese lugar a Botsuana con 4.700 millones de dólares, por encima de los 3.500 de Rusia, los casi 2.000 de angola y 1.900 de Canadá. En la lista del “TOP 10” en valoración sigue de nuevo naciones repartidas por África: Sudáfrica, Namibia, Zimbabue, Lesoto, Sierra Leona y Tanzania.
Repasando cifras… y mercados.Aunque cuando hablamos de diamantes solemos pensar automáticamente en joyería, lo cierto es que solo una pequeña porción de ellos acaban engarzados como piedras preciosas en anillos, pulseras o colgantes. Lo recuerda uno de sus grandes productores, Canadá, que precisa que apenas el 20% de la producción mundial se dedica a fines ornamentales.
El otro 80% se dedica a aplicaciones industriales y de investigación en las que los diamantes resultan clave por sus valiosas propiedades. “Al ser el material más duro conocido, los diamantes se han usado durante siglos como abrasivos para cortar, taladrar, esmerilar y pulir —abunda—. Es el uso industrial dominante”.
Hay un par de datos más que ayudan a entender el alcance del negocio y cómo se reparte a escala global. Statista calcula que en 2021 el valor total del mercado de joyas de diamante ascendió a 87.000 millones de dólares, 19.000 más que el año anterior. En cuanto a reservas, se calcula que Rusia y Botsuana se reparten las mayores del globo, con 600 y 300 millones de quilates, respectivamente.