De proyecto estrella a proyecto estrellado. Cuando se lanzaron, hace algo menos de una década, los altavoces inteligentes Echo con el asistente de voz Alexa parecían una jugada maestra de Amazon, una tecnología llamada a revolucionar los hogares y la compra online. Hubo un tiempo incluso en el que, dicen, llegó a ser el “proyecto favorito” del impulsor y ex CEO de la compañía, Jeff Bezos.
Hace de aquello ya algún tiempo y lo cierto, a las puertas de 2023, es que Alexa no parece haber logrado las expectativas de rentabilidad que se dibujó en sus inicios. Más que un buque insignia, hoy se parece —al menos así lo deslizan las últimas informaciones recogidas por Business Insider, Ars Technica o The Guardian— a una losa millonaria para las finanzas de Amazon.
Y ese escenario, con la compañía inmersa en el mayor recorte de personal de su historia, un plan para aligerar su plantilla en alrededor de 10.000 empleos, cobra si cabe más importancia. Al fin y al cabo, como recogía en su día The Wall Street Journal, en 2018 Amazon sumaba algo más de 10.000 empleados trabajando en su asistente virtual Alexa y los dispositivos Echo, lo que equivalía a aproximadamente el doble de personal que había en esa misma sección un año antes.
La clave: la monetización
Los datos desgranados por Business Insider son elocuentes. Según la información que maneja, Worldwide Digital, el grupo de la compañía en el que se engloba la división de Alexa junto a Amazon Prime Video, registró unas pérdidas de 3.000 millones de dólares solo durante el primer trimestre de 2022. Hay más: de esa cantidad más que notable, “la gran mayoría” serían pérdidas achacables al asistentes de voz. E incluso se puede ir más allá aún: el equipo de hardware iría camino, afirma el medio estadounidense, de perder alrededor de 10.000 millones de dólares este año.
Empleados y extrabajadores del equipo de hardware de la empresa hablan directamente de “una división en crisis” e incluso de “un colosal fracaso de la imaginación” y “oportunidad desperdiciada”. Pese a los esfuerzos por encauzar su monetización, con una reunión de crisis en 2019, la compañía no habría logrado cambiar el panorama de Alexa, que ha ido desinflándose, con una congelación de contrataciones y la pérdida de interés de Bezos y el actual CEO de Amazon, Andy Jassy.
Una de las claves son los problemas a la hora de rentabilizar el producto. La línea Echo de Alexa no estaría mal posicionada entre las ventas de Amazon, pero presenta una rémora: la mayoría de los dispositivos se comercializarían con un margen de beneficio reducido. Uno de sus productos estrella, la línea Echo Dot, se ha vendido a menudo muy por debajo del original y con promociones.
El objetivo de la multinacional estadounidense no pasaría tanto por generar beneficios con la venta de los dispositivos como sí con su uso, cuando los clientes los empleen para, por ejemplo, comprar en Amazon. La idea era que se convirtieran en una nueva interfaz de referencia para los consumidores, una capaz de medirse con el teléfono móvil.
¿Problema El uso que se ha dado a los altavoces Echo y el asistente Alexa no habría respondido en la mayoría de casos a ese perfil. Se han vendido altavoces inteligentes, sí. En general el producto ha alcanzado una penetración en los hogares estadounidenses que supera las previsionesplanteadas hace apenas un lustro. La gran pregunta es… ¿Para qué se utiliza Al menos en 2016, se recurría a él sobre todo para cuestiones como la búsqueda de información o reproducción de música, servicios valiosos, pero complican la monetización si no se logra añadírseles la compra online.
En su cuarto año Alexa estaría recibiendo mil millones de interacciones a la semana, precisa Business Insider, pero la mayoría se limitaban a comandos triviales para la reproducción de música o plantear preguntas sobre la meteorología. En su empeño por rentabilizar su creación, Amazon intentó asociarse con otras empresas. El objetivo: que los usuarios utilicen a Alexa para pedir una pizza o llamar a un Uber, por ejemplo. Para 2020 el equipo habría dejado sin embargo de publicar objetivos de ventas, a lo que se añade la competencia ejercida por Google Assistant y Siri, de Apple.
¿En qué lugar deja eso a Alexa En un comunicado dirigido hace días a sus empleados, Jassy insistía en que Amazon “ha superado la incertidumbre y dificultades económicas en el pasado” y “seguirá haciéndolo” y avanzaba: “Tenemos grandes oportunidades por delante, tanto en nuestros negocios más establecidos […], como en nuestras iniciativas más recientes en las que hemos estado trabajando durante varios años y tenemos ha convicción de seguir”. Entre estas últimas cita en concreto a Prime Video, Kuiper, Zoox y, efectivamente, al asistente de voz Alexa.
A las puertas de un invierno marcado por el cierre del grifo del gas ruso, clave hasta ahora en su suministro, Alemania pisa el acelerador para garantizarse el abastecimiento. El calendario aprieta, el escenario es complicado y los trámites que en otro contexto se eternizarían en los despachos han pasado a agilizarse al máximo con un objetivo claro: salvar los meses más fríos del año. Por si hubiera dudas, las autoridades germanas acaban de dejar un ejemplo claro en la Baja Sajonia, donde toma forma en un tiempo récord una nueva infraestructura energética estratégica.
194 días. Eso, poco más de medio año, es lo que ha tardado Alemania en preparar su nuevo embarcadero para gas natural licuado (GNL) en Wilhelmshaven, una infraestructura clave con la que la nación, comenta el ministro de Medio Ambiente y Energía de Baja Sajonia, Christian Meyer, quiere “contribuir a un suministro seguro”. La nueva terminal —primera de su tipo en el país— está pensada para la importación de GNL, gas natural que se enfría hasta llevarlo a un estado líquido que facilita su transporte y se reconvierte en estado gaseoso cuando llega a su destino.
La terminal de Wilhelmshaven se completa con una unidad de almacenamiento y regasificación (FSRU) que facilitará las descargas. Reuters precisa que, en concreto, empleará el FSRU Hoegh Esperanza, un buque que la semana pasada seguía aún en un astillero francés y que de cumplirse los planes del Ejecutivo germano llegará a su destino en el Mar del Norte a mediados de diciembre. En enero podría estar en condiciones de regasificar el GNL que llegue en buques cisterna.
Con la sexta metida. Como destacan sus autoridades, que presumen de haber logrado la primera infraestructura en apenas 194 días, Alemania está metiendo sexta para prepararse a las puertas de un invierno marcado por la crisis energética. En condiciones normales levantar un proyecto como la terminal de GNL de Wilhelmshaven llevaría años para cumplir con los trámites burocráticos —anota la cadena BBC—, pero la administración ha optado por aligerar el proceso para que la obra pudiera estar lista en menos de 200 días. En mayo las autoridades federales del país presentaron un proyecto de normativa que pretendía, precisamente, acelerar el uso del GNL en el país.
La primera pieza, no la única. La nueva terminal de Wilhelmshaven es importante, pero no es una pieza suelta, ni aislada; se enmarca en un sistema mucho mayor con el que Alemania quiere reforzar su suministro. El ministro de economía, Robert Habeck, ya ha anunciado que a principios de año entrará en funcionamiento también una segunda terminal flotante en Brunsbüttel.
El país tiene otros proyectos en Stade y Lubmin que estarán operativos a finales de 2023. Hacia el cuatro trimestre se pondrá en marcha además otra FSRU en las instalaciones de Wilhelmshaven. Si llegasen a alcanzarse la media docena —se plantea una privada prevista ya para finales de 2022—, anota Reuters, podrían cubrir un tercio de las necesidades anuales de gas de Alemania.
Objetivo: cubrir el hueco de Rusia. El objetivo está claro: reforzar el suministro de Alemania y paliar la dependencia energética de la república con Rusia, un vínculo que se ha visto gravemente dañado por la guerra de Ucrania. Berlín ya se ha marcado la meta de frenar cualquier flujo ruso para el verano de 2024 y ha decidido acelerar la búsqueda de suministros alternativos.
Hace un año Alemania obtenía el 60% del gas que consumía de los acuerdos con Moscú, un flujo más que notable que llegaba en gran medida a través del gasoducto Nordstream. En un escenario marcado por la guerra de Ucrania esa dependencia se ha convertido en un reto para Alemania.
Cubriéndose para el invierno. Conscientes de ese complejo escenario y de la proximidad del invierno, Alemania ha querido además garantizarse un sólido aprovisionamiento de gas. La semana pasada sus reservas estaban al completo, pero hay quien advierte que ni siquiera ese volumen será suficiente para sobrellevar todo el invierno satisfaciendo el consumo privado y el de la industria. Las autoridades germanas se esfuerzan en cualquier caso en trasladar un mensaje de tranquilidad: “La seguridad energética para este invierno está garantizaba”, recalcaba hace poco el canciller.
La otra cara de la estrategia. La estrategia alemana suscita también algunas preguntas, como en qué medida afectará a la transición hacia energías más respetuosas con el medio. Las autoridades germanas son conscientes y el propio Meyer ha querido insistir en que la meta sigue siendo “reducir aún más las importaciones de combustibles fósiles”. “El objetivo es pasar a los gases verdes neutros para el clima lo antes posible y convertir a Wilhelmshaven en el centro neurálgico del hidrógeno verde y la importación de renovables del Mar del Norte”, recalca el ministro.
Otra de las claves es en qué medida la nueva demanda alemana de GNL influirá en el mercado global. “Hay un montón de países, sobre todo economías emergentes, fuera del mercado y ya no pueden abastecerse del GNL que necesitan porque tienen menos poder adquisitivo que Alemania”, señala a la cadena BBC Andreas Goldthau, de la Escuela de Asuntos Públicos Willy Brandt. El riesgo es que naciones más pobres se vean abocadas a una situación vulnerable, con riesgo de apagones o tener que echar mano de fuentes de energía más contaminantes, como el carbón.
El giro lento pero cada vez más serio de los smartwatches nativos hacia el mundo del deporte no ocasional genera también bastante movimiento en el segmento de los relojes deportivos clásicos, los cuales ya hace unos años que a su vez iniciaron el camino contrario: convertirse en smartwatches.
El Suunto 9 Peak Pro el el modelo que desde ya mismo aspira a convertirse en la referencia de quienes buscan un reloj deportivo del más alto nivel a la vez que no renuncian a, cómo mínimo, recibir notificaciones y tener cierto grado de conectividad continua y mediciones básicas de smartwatch. En Xataka nos hemos tirado al monte literalmente para poder ponerlo a prueba como se merece.
Referirse a un Suunto (y muchos otros) relojes deportivos de las series más extremas solía significar hasta hace no mucho un reloj de dimensiones y peso considerable. Todo eso acabó.
El Suunto 9 Peak Pro es uno de los smartwatches con mejor diseño y acabado del mercado. Si no el que más. Sin perder un ápice de su carácter deportivo, su diseño está impregnado de elegancia y un gusto extremo por los detalles.
El buen gusto y refinamiento de los relojes deportivos alcanza su máxima expresión en este Suunto 9 Peak Pro
El bisel del Suunto 9 Peak Pro se puede escoger con acabado en acero inoxidable o en titanio de grado 5. En cuanto al material de la lente, es cristal de zafiro, el cual nos ha dejado con una sensación absoluta de seguridad en las semanas que lo hemos estado poniendo a prueba. Por último hay que hablar de la carcasa, acabada en poliamida con refuerzo de fibra de vidrio.
El conjunto, la caja del reloj de Suunto no llega a los 11 mm de grosor. Es como no llevar nada literalmente pues su peso es además de solo 64 gramos.
El toque diferente a la apariencia se lo podemos dar con las correas, que tienen un ancho de 22 mm y se pueden intercambiar fácilmente. La que viene de serie con el modelo que hemos analizado no queremos cambiarla por nada de mundo. Fabricada en silicona, es extremadamente flexible, no nos ha causado molestia o picor alguno y el cierre de un solo elemento nos parece muy acertado.
La combinación de una correa de silicona muy flexible y el poco peso del reloj consiguen que parezca que no llevas el Suunto 9 Peak Pro en tu muñeca
El reloj Suunto 9 Peak Pro se presenta con seis posibles combinaciones de color de la caja/correa y acabado de acero o titanio. La diferencia de precio es de unos 130 euros extra para la versión de titanio.
Bajo la apariencia elegante hay mucho trabajo para dotarlo de resistencia militar (con funcionamiento entre -20 y 55 grados centígrados), además de ser sumergible hasta 100 metros, aunque con profundímetro para inmersión en apnea de solo 10 metros.
En el diseño del reloj solo disponemos de tres botones físicos, colocados todos ellos en el lado derecho del bisel. Tienen un acabado, toque y recorrido perfecto, incluso con cierto feedback sonoro. Más adelante profundizaremos en cómo nos movemos gracias a estos botones por la interfaz del reloj de Suunto.
Alrededor de la pantalla, sobre todo si venidos del mundo del smartwatch clásico, la pantalla del Suunto 9 Peak Pro se convierte rápidamente en el apartado más débil. La principal pega es que la diagonal es de apenas 1.2 pulgadas y hay un generoso marco alrededor de ella que creemos está desaprovechado. Contar con más espacio para datos siempre es una opción interesante en un reloj deportivo.
El marco alrededor de la pantalla efectiva es muy considerable
La pantalla es de tipo matricial y con una resolución de 240×240 píxeles, más que suficiente para la interfaz del reloj. Viene con luz de fondo de tipo LED que se ajusta según la luz ambiente.
En un modelo de gama alta y tan ambicioso esperábamos una diagonal de pantalla algo mayor
Más allá del tamaño, la pantalla del Suunto 9 Peak Pro cumple con nota su cometido, especialmente en exteriores, donde la luz directa es lo que mejor le sienta.
Ya en interiores o el día a día, la diferencia con los paneles de smartwatches de consumo se aprecia enseguida, especiamente en el colorido, que en cierta manera decepciona respecto a los renders de la marca.
La interfaz del Suunto 9 Peak Pro se gestiona con la combinación tanto de los botones físicos como de la pantalla, que es táctil. En todo caso, y esto es un gran acierto para relojes “extremos”, todo lo relacionado con menús y actividades puede ser controlado exclusivamente con los botones, algo que se agradece si usamos guantes o está lloviendo, por ejemplo.
Aunque la pantalla es táctil y muy precisa, el Suunto 9 Peak Pro puede ser gestionado plenamente con unos magníficos botones físicos
Los botones superior e inferior actúan habitualmente como elementos para desplazarse por las opciones, mientras que el botón central es el “ENTER” principal si lo pulsamos normalmente a la vez que el “ESC” (ir atrás) cuando lo mantenemos pulsado.
Algo que no me ha acabado de gustar es que, aunque el reloj responde bien cuando giramos la muñeca para iluminarse, lo que no ocurre es la activación de la misma para interaccionar directamente con la pantalla y debemos pulsar antes uno de los botones físicos.
Por lo demás, moverse con más agilidad o no por la interfaz solo depende de lo que conozcamos la marca. La curva de aprendizaje es bastante corta y enseguida asimilamos que hacia abajo vamos a las opciones del reloj, a la izquierda a las pantallas predefinidas y arriba tenemos los modos deportivos.
El Suunto 9 Peak Pro como smartwatch: no esperes demasiado
Si bien el Suunto 7 daba el paso con WearOS hacia el mundo de los smartwatches, este Suunto 9 Peak Pro queda claramente del lado de los relojes deportivos natos. Sirva como claro ejemplo que no pierde demasiado el tiempo en las esferas, donde contamos con apenas unas cuantas para escoger y todas ellas muy básicas y centradas en lo suyo.
Para las esferas de reloj de los smartwatch, la del Suunto 9 Peak Pro es bastante básica
En la espera por defecto disponemos de información sobre la hora, fecha y una zona donde tocando la pantalla podemos cambiar entre pasos, batería restante, altitud y tiempo de actividad del día.
Como reloj o smartwatch de diario, este Suunto 9 Peak Pro cumple con lo mínimo que podemos exigirle a casi cualquier reloj deportivo actual incluso de gamas mucho más bajas. Así, tenemos recuento de pasos, calorías quemadas, frecuencia cardíaca continua, sueño o saturación de oxígeno.
En algunas medidas, como pasos o seguimiento del sueño, contamos con una pantalla con el historial de los últimos 7 días, pero siempre es mucho mejor disfrutar de esa orgía de datos en la amplia pantalla de nuestro smartphone, aprovechando la muy buena aplicación de Suunto.
La app de Suunto da mucho juego para pasar horas analizando rutas, datos y demás de nuestras actividades registradas por el reloj
Como extras podemos citar el control de música y por supuesto notificaciones de nuestro teléfono móvil si así lo hemos decidido. En este último campo no esperes más que información muy puntual y mediocre visualización de la misma.
En el propio reloj Suunto 9 Peak Pro disponemos de numerosa información pero siempre es mejor disfrutar de los datos en la app de Suunto, una de las mejores del sector
Como pseudo aplicaciones incluidas en el Suunto 9 Peak Pro disponemos también de pantallas para conocer datos proporcionados por el barómetro, como altitud y presión atmosférica, así como información muy de moda en los smartwatches como son los niveles de estrés o de estado de forma. Suunto los considera Widgets del reloj, y podemos personalizar en la pantalla cuáles ver y cuáles mantener ocultos de la interfaz del reloj.
Una clara ventaja del Suunto 9 Peak Pro respecto a otros relojes deportivos con aspiraciones de smartwatch es su agilidad al movernos por las opciones, pantallas e información.
El nuevo procesador del Suunto 9 Peak Pro le proporciona una fluidez plena como reloj deportivo pero también como Smartwatch
El procesador más potente que monta el nuevo Suunto 9 Peak Pro se agradece desde el mismo momento en el que nos ponemos a jugar con él, ofreciendo una fluidez total y al alcance de muy pocos relojes deportivos.
Esto se agradece especialmente en lo que Suunto considera casi apps del reloj pero no son en realidad como tal. Son más bien conexiones con servicios de terceros, como Strava o Komoot, y que añaden funcionalidades como el traspaso de tracks. También hay guías de entrenamiento y test específicos (Cooper, FTP, prueba de umbral …) que nos sirven de ayuda, además de poder configurar y gestionar nuestros propios entrenamientos o planificaciones.
El Suunto 9 Peak Pro en su hábitat: la naturaleza (o ciudad)
Si bien el Suunto 9 Peak Pro nos da un aperitivo muy básico como smartwatch, entrar de lleno en su funcionalidad como reloj deportivo (su verdadera razón de ser y nicho de mercado) nos deja claro el por qué debe ser una de las referencias del mercado.
De entrada tenemos una barbaridad de deportes con los que el Suunto 9 Peak Pro quiere acompañarnos recogiendo datos con ajustes predefinidos. En total son 95 los deportes o actividades que tenemos en la interfaz, y será extraño que no encuentres la que busques. Cada una de esas actividades o deportes cuentan con sus pantallas predefinidas con la información que consideran importante que podamos ver mientras realizamos la actividad.
En la app de Suunto podemos crear nuevos “deportes” o actividades donde personalizar las pantallas de datos que queremos tener al realizar el ejercicio
Este aspecto tan personal no admite modificación en los modos predefinidos, pero sí que nos deja Suunto crear nuevos deportes o actividades en los que escoger personalmente qué datos o métricas queremos ver en cada una de las pantallas que asignemos a dicho deporte.
Si no te convencen las pantallas de datos de los 95 deportes predefinidos, puedes crearte las tuyas propias
Cuando ya hemos decidido medir una actividad con el Suunto 9 Peak Pro, tenemos un pantalla previa donde podemos ajustar determinado modos de funcionamiento. Casi nada queda fuera de nuestro control y dedicarle un tiempo a conocer las opciones va a mejorar y mucho nuestra experiencia con el reloj finés.
Podemos por ejemplo decidir si queremos seguir un track en la actividad, si vamos a incluir alguna app de SuuntoPlus, realizar trabajo en una determinada zona de intensidad, marcarnos un objetivo (por ejemplo duración o distancia cuando es senderismo o carrera), activar la luz de fondo, autovuelta, el GPS o la medición de frecuencia cardíaca, así como entrenar por intervalos, controles multimedia o pausa automática. Ésta última, por cierto, es tan exacta que en determinadas actividades como senderismo, nos pausa la grabación de la sesión con excesivo ahínco.
Alargando nuestra actividad hasta el infinito y más allá
De todas esas opciones que podemos personalizar cuando vamos a registar una actividad, la más determinante es la de la batería. De hecho es una de las claves de este nuevo Suunto 9 Peak Pro.
Los modos de batería pueden ser Rendimiento, Resistencia, Tour o Personalizado. En los tres primeros te indica qué sensores y opciones del reloj están activos durante la actividad, y con ello te estima la duración prevista de la batería.
En el modo Personalizado podemos determinar nosotros cómo queremos la exactitud del GPS (máxima o buena), tiempo de pantalla activa cada vez que tocamos un botón y si el panel es táctil o no.
Configurar adecuadamente estos valores es la clave para estirar al máximo la autonomía del nuevo Suunto 9 Peak Pro, una de cuyas novedades es precisamente su autonomía.
En modo smartwatch básico podríamos alcanzar tres semanas de autonomía. No hemos llegado a estar casi un mes sin hacer nada más que llevar el reloj puesto con notificaciones pero realizamos unas pruebas de varios días de ocio sin actividades y el porcentaje de batería apenas se reducía, por lo que esos 21 días que anuncia la marca son perfectamente factibles.
Pero esta cifra de unos 20 días es una medida un tanto absurda para un reloj de estas características. Si nos hemos hecho con un Suunto 9 Peak Pro, tarse o temprano registraremos actividades y de esta manera la autonomía lógicamente no puede estirarse tanto.
Con el modo de GPS más preciso la marca estima unas 40 horas de actividad continuada y son datos que sí que se acercan a lo que hemos podido comprobar nosotros en nuestras actividades durante la prueba del reloj de Suunto, siempre dependiendo del deporte escogido.
El Suunto 9 Peak Pro permite más de diez días de autonomía registrando cada uno de ellos actividades de alrededor de 2-3 horas
La sensación de poder realizar actividades de un par de horas de duración todos los días y poder estar más de una semana sin cargar el reloj como hemos podido realizar nosotros es una auténtica gozada. Y ajustando los modos de batería, nos podemos ir mucho más allá si por ejemplo no precisamos de datos de frecuencia cardíaca continuada, pantalla encendida o bluetooth.
Un ejemplo: con el 25% de batería restante podríamos realizar una salida de trail running de hasta 9 horas usando el modo de rendimiento del GPS. Y en el modo Tour, con precisión baja y registrando datos cada 30 minutos, serían más de 90 horas. Tiene poco sentido pero que exista esa posibilidad siempre es bienvenida. Esa autonomía siempre depende del deporte. Ese mismo 25% nos daría para registrar más de 30 horas de entrenamiento de fuerza.
Y cuando llega el momento de la carga, en una sola hora ya tenemos el reloj completamente cargado. O si tenemos prisa, con cinco minutos de carga ya podemos realizar una carrera de unas 4-5 horas.
Para la carga del Suunto 9 Peak Pro tenemos un cargador propietario que se acopla de manera magnética a la parte trasera del reloj y con el que es imposible que se nos quede mal alineado para su carga. El sistema de imantado funciona a la perfección.
Precisión del GPS y el pulsómetro
El excelente comportamiento del Suunto 9 Peak Pro con la autonomía se ve bien respaldado con los dos sensores principales del reloj: frecuencia cardíaca y GPS.
Para la primera medición, así como la de saturación de oxígeno (SpO2), el Suunto 9 Peak Pro cuenta con un sensor óptico en la parte inferior de su caja. El funcionamiento del mismo es preciso y fiable. En entrenamientos con manga larga que a veces estorbaba en la luz pulsada del sensor o un brazo con bastante vello (aunque no muy oscuro), no ha habido fallos graves. Tampoco pérdida de datos injustificados.
La duda de si el Suunto 9 Peak Pro respondería al reto de los relojes deportivos con sistema multibanda la zanjó rápidamente en nuestras pruebas de campo
Comparando con un sensor de pecho de Polar, las mediciones han sido correctas, respondiendo además bien a los cambios rápidos de frecuencia, algo clave en algunos tipos de entrenamiento.
El track azul se corresponde al Suunto 9 Peak Pro mientras que el rojo es de un GPS doble banda de confianza
Respecto al GPS, nos extrañaba de entrada que un reloj de esta gama no optara por un GPS Dual Band. Pero este nuevo Suunto 9 Peak Pro saca partido al renovado sensor GPS de Sony que por defecto usa los cinco sistema de posicionamiento al mismo tiempo: GPS, Galileo, GLONASS, BeiDou y QZSS.
El track del Suunto 9 Peak Pro, en azul, salvo algunos pequeños fallos, sigue fielmente el trazado de las calles en esta ruta por ciudad (en este caso comparado con el GPS de un smarpthone)
En los tracks grabados por el Suunto 9 Peak Pro, tanto en ciudad con edificios de alrededor de 3-4 alturas como en exterior en entornos mixtos, la precisión de su posicionamiento no nos ha defraudado aunque nos quedamos con ganas de ver cuál sería su resultado recurriendo a un sistema Multi-Band. Y hemos quedado también muy sorprendidos con la velocidad de adquisición de la señal, de apenas unos segundos desde que damos por iniciada la actividad a registrar.
Como apunte extra, en nuestras pruebas, el Suunto 9 Peak Pro tendía a otorgar algo más de desnivel acumulado en todos los deportes que probamos, desde ciclismo a carrera o senderismo, pero con un margen de menos de 50 metros por cada 800 acumulados.
Suunto 9 Peak Pro, la opinión y nota de Xataka
La distancia que todavía separa el mundo de los relojes deportivos del de los smartwatches es considerable. Hay intentos importantes como el reciente Suunto 7 en un sentido, o el más reciente todavía Apple Watch Ultra en sentido contrario (de smartwatch a reloj deportivo más puro). Pero tosavía hay factores determinantes que no permiten una mezcla perfecta.
El Suunto 9 Peak Pro reafirma su rol de reloj deportivo de referencia en cuanto a rendimiento y posibilidades, reforzando dos aspectos clave en su lucha contra los smartwatches: potencia de ejecución de acciones y autonomía. En este segundo elemento es donde destaca por encima de todo y pone en su lugar a cualquier smartwatch que quiera hacerle sombra.
Suunto 9 Peak Pro Reloj deportivo GPS con batería de muy larga duración y medición de frecuencia cardiaca en la muñeca
A finales de octubre Sergey Stanvech, de Alemania, y Kristina Ivanovic, de Serbia, se batieron el cobre en un duelo “a muerte” de media hora, en directo, con comentaristas y el escrutinio del público, en el que tuvieron que demostrar sus habilidades como gamers. La victoria fue para Stanvech, quien acabó imponiéndose en las dos rondas de una competición en la que participaron también otros dos jugadores desde Países Bajos y Estados Unidos. Al finalizar el torneo pudo desconectar su ordenador con la satisfacción de la victoria… Y un bonito cheque de 2.000 dólares.
Cuestiones clasificatorias aparte, lo más curioso del duelo no es quién, cómo y cuándo ganó, o si Stanvech lo hizo con más o menos soltura. Lo realmente curioso del duelo Sergey-Kristina es a qué estaban compitiendo. Ambos practican un esport, sí, pero uno muy diferente a Fortnite o FIFA.
A lo que se dedican ambos finalistas, junto al resto de participantes de la competición, es al diseño de webs. Eso sí, al diseño de páginas… En una categoría que no aspira solo a crear sites atractivos y funcionales; además de eso quiere lograrlo en un tiempo récord y superando a otros gamers.
“Nuestra versión de Iron Chef”
La competición en cuestión se llama Relume Design League (RDL), la organiza Relume, compañía dedicada a la creación de webs, y básicamente se ha marcado el objetivo de “reunir a los mejores diseñadores de todo el mundo para competir cara a cara en un Figma Arena en directo”.
Su dinámica es bastante sencilla. En cada partido se miden dos contrincantes, diseñadores que acceden a Figma Arena para competir durante media hora con un propósito en común: demostrar que son los mejores en lo suyo. Para lograrlo la organización les da únicamente una serie de instrucciones sobre el diseño que deben crear, un punto de partida para sus diseños.
Todos los encuentros, conocidos como Rumbles, se retransmiten en directo vía YouTube, con comentaristas incluidos, y al finalizar cada partido se abre una encuesta para que sea la audiencia la que se pronuncie. La única pauta que reciben los jugadores es el briefing, el resumen con las claves que deben seguir. A partir de ahí, los propios diseñadores se encargan de escoger sus herramientas.
“La RDL es el primer esport hecho para diseñadores. Reunimos a los mejores diseñadores web de todo el mundo para competir cara a cara en Figma. Los jugadores tienen treinta minutos para crear un diseño basada en las instrucciones proporcionadas”, explican desde la propia Relume, que reivindica que “la mejor manera de mejorar el diseño es a través de la práctica”.
La competición de Relume ofrece un incentivo extra para hacerlo: el orgullo de la victoria… y los premios, que al menos en la competición celebrada en octubre, con cuatro jugadores, contaba con tres premios: el tercero, de 250 dólares; el segundo, de 750; y el tercero, de 2.000.
“Si tienes la oportunidad de hacerlo, es divertido, vale la pena. Es nuestra versión de Iron Chef, pero con Figma. Y no es algo que podamos hacer a menudo. Es duro, pero lo haría de nuevo con gusto”, comenta Devin Fountain, uno de los concursantes. Si quieres comprobar en tus propias carnes si tiene razón, Relume Design League permite inscribirse ya en los próximos torneos.
En el canal de YouTube de la compañía pueden seguirse además los partidos que ya han disputado.
A priori el diseño web quizás no parezca materia para esports, pero no es la única habilidad que va más allá de los shooters o juegos de deportes convencionales. Hay quien compite por ejemplo creando hojas de cálculo de Excel, una modalidad con sus propios desafíos internacionales.
China da un paso más en la propulsión hipersónica, una ambiciosa carrera en la que compite con China para fabricar dispositivos capaces de fulminar la velocidad del sonido al volar. Y en una de sus piezas clave, además: los motores. Un grupo de científicos del gigante asiático —avanza el periódico hongkonés South China Morning Post— ha desarrollado el primer motor de ondas de detonación hipersónica capaz de propulsar vuelos a nueve veces la velocidad del sonido (Mach9), lo que equivale a unos 11.000 kilómetros por hora, con combustible para aviones de bajo coste.
Los investigadores completaron con éxito varios experimentos con el motor de detonación durante sus pruebas en tierra, realizadas a principios de año en unas instalaciones especiales de Pekín.
Los detalles técnicos del dispositivo se concretaron en un artículo publicado en Journal of Experiments in Fluid Mechanics. En el informe, el equipo dirigido por Liu Yunfenf, ingeniero del Instituto de Mecánica de la Academia de Ciencias de China, explica que nunca se habían publicado resultados de pruebas con motores de este tipo en las que se emplease queroseno de aviación.
Una mejora en el diseño
Los motores de detonación pueden ofrecer una eficiencia mayor que otras alternativas para los vuelos, como el scramjet. La clave: su capacidad para generar una serie de explosiones que liberan a su vez un potente flujo de energía. La tecnología no es ni mucho menos nueva y se han probado ya otros motores de detonación. Eso sí, en su mayoría necesitan hidrógeno, un combustible con dos importantes hándicaps: su precio y la seguridad, dado el riesgo de explosiones.
El equipo de Liu —precisa el South China Morning Post— ha querido centrarse en ese punto débil echando mano para su motor de RP-3, un combustible para aviones que, entre otras peculiaridades y frente al combustible diésel, muestra una liberación de calor y combustión retardada.
La idea del equipo asiático tampoco es del todo novedosa. Hace tiempo que los investigadores piensan en utilizar combustible para aviones en los vuelos hipersónicos, pero trasladarlo a la práctica ha presentado algunos desafíos importantes para los ingenieros: su combustión, más lenta que la del hidrógeno, exige cámaras de detonación bastantes más grandes. Y eso, cuando de aviones hipersónicos se trata, en los que cada milímetro de superficie cuenta, supone un problema.
Con un ligero cambio para la entrada de aire del motor los investigadores chinos han logrado sin embargo facilitar la ignición del queroseno, lo que evita tener que recurrir a grandes cámaras que puedan comprometer el diseño de las aeronaves. Su propuesta, aseguran, es pionera.
El trabajo del equipo de Liu se enmarca en los esfuerzos desarrollados dentro y fuera de China por crear sistemas de propulsión robustos para vuelos hipersónicos y supersónicos, una tecnología que permitiría volar a altas velocidades y mejorar la eficiencia de las entradas y salidas de la atmósfera.
“La posibilidad de basar un sistema de este tipo en detonaciones, la forma de combustión más potente, tiene el potencial de proporcionar una mayor eficiencia termodinámica, una mayor fiabilidad y unas emisiones reducidas”, explica un equipo de investigadores en PAS.
China no es la única que trabaja en el campo.
Hace meses tanto el gigante asiático como EEUU mostraron sus avances con los motores de detonación rotativos, una tecnología con una elevada capacidad de empuje y que permitirían, en teoría, alcanzar velocidades de Mach 17 con una ventaja añadida en el ahorro de combustible.
En marzo el propio South China Morning Post publicaba que un equipo de la Universidad de Tsinghua, en China, había desarrollado un prototipo que solucionaba algunos problemas de diseños anteriores. En Estados Unidos también señalaban hace meses el desarrollo de trabajos en el motor de detonación rotativo y diseños y prototipos de detonaciones oblicuas.
La tecnología hipersónica tiene interesantes aplicaciones tanto civiles, para el transporte, como militares. China ya ha desarrollado varios misiles hipersónicos, como el DF-17 y YJ-21.
Por cantidad e importancia estratégica, la unión de Microsoft y Activision Blizzard sería una de las grandes operaciones del ruedo tecnológico, ya no del año, sino de la década. La maniobra se cifra en 68.700 millones de dólares, pero sobre todo haría que la multinacional dirigida por Satya Nadella se quedase con uno de los grandes estudios del mundo de los videojuegos, detrás de franquicias del tirón de ‘Call of Duty’ o ‘World of Warcraft’. La enorme envergadura del movimiento hace que otras compañías se posicionen… y los reguladores hayan sacado la lupa para examinarla.
Buena prueba son las turbulencias que parece afrontar el acuerdo en una etapa clave para que la operación se consolide. Esto es lo que sabemos de cómo avanza el culebrón.
Para empezar, un poco de memoria. Para ponernos en contexto, no viene mal recordar la operación. En enero y no mucho después de anunciar la compra de Bethesda por 7.500 millones de dólares, Microsoft dio una de las noticias del año al comunicar su intención de hacerse con Activision Blizzard con un desembolso mayúsculo, de cerca de 68.700 millones. La compañía de Satya Nadella ya avisaba por entonces que se trataba de una “intención” de compra y advertía que para llegar a buen puerto debía superar antes una prueba fundamental: el escrutinio de las autoridades.
Un movimiento estratégico. Aclarado ese punto, la operación resulta desde luego tan voluminosa como estratégica para Microsoft: “Acelera su crecimiento en el negocio de los juegos”, como explica la propia compañía de Redmond, que aspira acceder al talento y las marcas de Activision, con sus exitosas franquicias. Toda una inyección de valor para su Game Pass. La transacción la reforzará en lo más alto del sector de los videojuegos por ingresos, junto a los gigantes Sony y Tencet.
No todo son certezas. La operación también planteaba algunas incógnits importantes: ¿pasarían a ser los próximos juegos e Activision exclusivos para PC y Xbox? Poco después del bombazo, los de Redmond calmaban los ánimos al asegurar que ‘Call of Duty’ y otros títulos populares de Activision seguirán estando disponibles en PlayStation. No era una declaración menor, ni improvisada.
La popular franquicia es crucial para los ingresos de PlayStation. Hace poco Microsoft pasaba de las palabras a los hechos —o las ofertas, al menos— y proponía un acuerdo por 10 años a Sony para que la exitosa saga permanezca en las consolas de PlayStation si la operación llega a cuajar.
Pero… ¿Llegaron a calmarse los ánimos? No del todo. Al menos eso es lo que se ha ido viendo con el paso de los meses. Con la operación bajo escrutinio de las autoridades, Microsoft y Sony se han lanzado de argumentar los pros y contras que tendría la operación y, claro está, los posibles beneficios y perjuicios que —desde la visión de cada uno— tendría para el sector.
Las diferentes posiciones las conocemos gracias a sus declaraciones del mes pasado ante la Autoridad de Mercados y Competencia —CMA, por sus siglas en inglés— del Reino Unido, exposiciones que acaban de publicarse ahora y podemos consultar en detalle.
¿Qué dicen unos y otros? Las conclusiones, obviamente, son diametralmente distintas en función de la parte que escuchemos. Sony está convencida de que el acuerdo perjudicará su capacidad para competir y limitará las opciones de jugadores y desarrolladores. La compañía de Nadella —censura Sony ante las autoridades de la CMA— es “un titán de la tecnología que compra contenidos insustituibles a precios incontestables para inclinar la competencia hacia sí misma”.
Para los de Redmond la situación es bien distinta y es Sony la que, aseguran, actúa de forma interesada para mantener su posición de número uno en el sector. “La sugerencia de que el líder del mercado, Sony, con un poder claro y duradero, podría verse excluido por el más pequeño de los tres competidores de consolas, Xbox, como resultado de perder el acceso a un título, no resulta creíble”, argumenta. El telón de fondo vuelve a ser de nuevo el mismo: ‘Call of Duty’. Microsoft recuerda que ya ha ofrecido que siga disponible para PlayStation y cuestiona que el juego sea tan imprescindible como plantea Sony, con lo que añadirlo al servicio de Xbox no perjudicaría a Sony.
Otras voces en lid. Las de Sony y Microsoft no son las únicas voces que se han escuchado en el proceso. Google, que acaba de decir adiós a Stadia y ha protagonizado su propio culebrón con Epic Games por la comercialización de Fortnite, también se ha posicionado. Según Politico, se opone al acuerdo. Otro actor crucial en el proceso es la propia Activision, que recalca: “Cualquier sugerencia de que la transacción podría tener afectos anticompetitivos es completamente absurda. Esta fusión beneficiará a los jugadores y a la industria del juego de EEUU”. El portavoz de la compañía avanza también que no durará en “luchar para defender la transacción, si resulta necesario”.
Seeing a lot of speculation about Microsoft's acquisition of Activision Blizzard.
Any suggestion that the transaction could have anticompetitive effects is absurd. This merger will benefit gamers and the US gaming industry — especially as we face stiffer competition from abroad.
Y como broche, el escrutinio de Comercio. He ahí otra de las grandes claves que podría determinar la operación o marcar su evolución a lo largo de los próximos meses. Esta misma semana Politico desvelaba que “es probable” que la Comisión Federal de Comercio (FTC) de EEUU presente una demanda antimonopolio para frenar la compra de Activision. La decisión no estaría tomada, pero el medio estadounidense desliza que la idea estaría sobre la mesa. La razón es el temor a que la compra de Activision dé a Microsoft un impulso perjudicial en el mercado de los videojuegos.
La FTC no tendría por qué dar el paso y tampoco significa que la operación no pueda cuajar, pero sí complicaría y alargaría el proceso, con el riesgo de que la resolución se dirima en los tribunales. En Reino Unido y la UE la operación también se está estudiando, lo que significa que como pronto el trato no se cerrará hasta la primavera. Si el calendario se fuera mucho más allá podría obligar a ambas compañías a volver a sentarse. Las firmas se han dado hasta julio de 2023 para cerrar el pacto, fecha límite a partir de la que deberían decidir: renegociarlo o abandonarlo.
Hace unos días estaba haciendo algo de limpieza en mi fototeca y llegué a una carpeta que vendría a ser un Necronomicón de mi vida social en mi adolescencia tardía. Una colección de pantallazos y fotos destacadas de entre 2007 y 2011 entre cuyas joyas, que eran muchas, encontré algunas que revelaban cómo era usar el MSN Messenger, Tuenti o Facebok en esa época.
Más allá de los GIFs omnipresentes, herencia de Geocities; de terribles combinaciones ASCII para hacer nuestro nombre más llamativo (hay arqueología sobre ello) o de la forma que teníamos de subir fotos sin filtro alguno a Tuenti, me llamó la atención lo mucho que han cambiado las redes sociales en estos diez años: ya apenas son sociales.
De comunidades sociales a plataformas de contenido adictivo
Entre el interés de las grandes plataformas por mantenernos enganchadas a ellas y la tendencia humana a buscar la aprobación ajena mediante contenido cada vez más irreal, las redes sociales se han convertido en plataformas de entretenimiento que priman contenido viral y de grandes cuentas.
En Tuenti y Facebook conectábamos con amigos, familiares y conocidos para estar al tanto de sus viajes, eventos u opiniones.
En Instagram hacíamos lo propio pero abriendo un ojo a los famosos e instituciones que nos pudiesen interesar.
Ahora Tuenti está muerta desde hace mucho, Facebook es un zombie que siguen poblando ciertos demográficos que consideran importantes las discusiones sobre política o los vídeos virales e Instagram es, por su propia decisión, un entorno que prima mucho más vídeos que capten la atención por encima de hacernos saber que un compañero de la universidad va a coger un avión hacia Berlín.
Luego ha arrasado TikTok, que también cae en el saco de las redes sociales pero en ningún momento ha estado demasiado centrada en estar al tanto de nuestros contactos, sino de poner al mundo a bailar las mismas coreografías o a condensar talento creativo en vídeos cortos. O como decían en Vice, para el consumo pasivo: una plataforma para que muchos consuman lo que unos pocos crean.
La red social auténtica a día de hoy es WhatsApp, que no solo ha arrasado para las comunicaciones personales, sino también para intercambiar las fotos de nuestros viajes, el crecimiento de nuestros hijos o nuestras compras más destacadas con nuestros seres queridos. Entornos privados, los grupos de mensajería; que ni indexan en Google ni tienen forma de ser hallados por nadie más.
Seguimos considerando redes sociales a Instagram o a TikTok, pero se parecen mucho más a YouTube que al Facebook de hace diez años.
Lo que eran las redes sociales ahora solo son una mezcla de algoritmos que solo la UE va a poder obligar a revelar, publicidad hipersegmentada gracias a nuestros patrones de consumo, vídeos de fácil viralización, noticias con titulares engañosos y solo un pequeño espacio, y solo a veces, para no perder el contacto con viejos conocidos.