Disney ha tardado un tiempo, pero finalmente ha decidido recuperar ‘Star Wars’ en los cines. Después de unos meses en los que se habló de una película de Patty Jenkins y la llegada de Kevin Feige a la saga –posteriormente canceladas-, Disney ha aprovechado la Star Wars Celebration de 2023 para anunciar tres películas que no conforman una trilogía (por primera vez en la historia de la franquicia), y que suponen también el regreso de Daisy Ridley, protagonista de la última y discutida saga de ‘Star Wars‘.
Las tres películas estarán ambientadas en épocas distintas y ya tienen directores asignados: James Mangold (‘Logan‘, ‘Indiana Jones y el Dial del Destino‘), Dave Filoni (‘The Mandalorian‘) y Sharmeen Obaid-Chinoy (‘Ms. Marvel’). De hecho, abarcarán la cronología prácticamente completa de la franquicia, ya que una de estas películas, la dirigida por Mangold, transcurre durante el Amanecer de los Jedi, es decir, 25000 años antes de la primera trilogía. El director la ha definido como una película “de épica bíblica”.
Obaid-Chinoy será la que recupere a Rey Skywalker, interpretada de nuevo por Daisy Ridley, como reconstructora de la Orden Jedi, en lo que supone una especie de coda de la trilogía protagonizada por la protagonista más reciente de la saga. Finalmente, Filoni se adentrará en una época que conoce de sobra: aquella en la que se ambienta ‘The Mandalorian‘, y retratando el choque entre la Nueva República y el Remanente Imperial.
Es una decisión, sobre el papel, acertada: hay una creencia generalizada de que ‘Star Wars’ ha dado demasiados palos de ciego últimamente con las nuevas pelíuculas, y anunciar tres no vinculadas entre sí, después de éxitos en formato serie como ‘The Mandalorian’ y ‘Andor‘, parece un giro apropiadamente conservador. Lucasfilm quiere convertir a ‘Star Wars’ de nuevo en la reina de la ciencia ficción para todos los públicos, y aunque no terminó de conseguirlo con la trilogía de Abrams, ahora tiene el buen precedente de las series para saber qué caminos seguir.
Aunque sea fácil olvidarlo, hay aspectos de la vida que han presenciado una mejora progresiva en las últimas décadas. La esperanza de vida suele ser una de esas métricas que, poco a poco y con excepciones relativamente escasas. Pero como de poco sirve vivir más si no vivimos mejor, la humanidad ha tenido que comenzar una batalla distinta: una lucha contra enfermedades como el Alzheimer. Y la tecnología es uno de nuestros grandes aliados.
El Alzheimer es un tipo de enfermedad neurodegenerativa que se caracteriza por causar que el cerebro se atrofie o encoja. Es la forma más común de demencia y a pesar de ello es muy poco lo que sabemos de este trastorno, hasta el punto de que aún hoy no sabemos qué la causa.
Sabemos con cierto grado de certeza que este trastorno está relacionado con la acumulación de las llamadas placas. Estas placas son acumulaciones de unas moléculas llamadas beta amiloides, formadas a partir de proteínas presentes en los tejidos de las neuronas.
Existen algunos factores de riesgo que se han asociado al Alzheimer, como ser mujer, la presencia de problemas cardiovasculares con colesterol alto, o antecedentes de traumatismos craneales, pero ni sabemos el origen de la enfermedad ni cómo se desata en nuestro organismo.
Uno de los problemas a los que se enfrentan los expertos en Alzheimer es, además, su diagnóstico. Hoy por hoy éste se realiza esencialmente a través de unas pruebas que constaten ciertos síntomas a la par que se descarta que los síntomas asociados a la demencia no estén causados por otras formas de demencia. Esencialmente se trata de un diagnóstico por descarte, y es tan solo a través de la autopsia cuando se puede confirmar el diagnóstico.
Un diagnóstico temprano es clave no sólo para asegurar que los pacientes reciban la atención adecuada sino también para evitar el deterioro cognitivo antes de que ocurra. Un deterioro cognitivo que, hasta donde sabemos, no tiene marcha atrás.
Es por eso que crear pruebas certeras y lo menos invasivas posibles acabe resultando tan importante. En este ámbito los avances aún son tímidos. Hace unos meses tuvimos conocimiento de un test que prometía identificar biomarcadores vinculados a la acumulación de los beta-amiloides más de una década antes de la aparición de los síntomas asociados a la enfermedad. Una tecnología prometedora pero aún con mucho camino por delante antes de poder ser implementada.
Puesto que el Alzheimer deja una marca visible en la fisiología de nuestro cerebro, hay quienes buscan mecanismos para observar directamente estas marcas en nuestro encéfalo más allá de pruebas como escáneres y resonancias magnéticas. Los avances tecnológicos quizá algún día nos permitan “ver” mejor el interior de nuestro cerebro para así comprenderlo mejor.
Mientras buscamos una fórmula para comprender mejor la enfermedad y crear vías para su diagnóstico y cura, las nuevas tecnologías pueden ayudar en dos frentes: retrasar la aparición y empeoramiento de los síntomas, y ayudar a los pacientes (y a su entorno) en su día a día.
En este último aspecto destacan las tecnologías de asistencia. El objetivo de estas tecnologías es el de ayudar a que las personas con el mal de Alzheimer (u otras demencias) puedan mantener o mejorar su capacidad para desenvolverse en la cotidianeidad.
En este contexto, algunas tecnologías ya pueden considerarse parte del día a día de las personas con Alzheimer y otros trastornos degenerativos. Ejemplo de esto son los sistemas de teleasistencia. Estos sistemas van más allá de ser un mecanismo destinado a emergencias y se han convertido en un abanico de herramientas destinadas a conectar a personas con su entono. Lo que puede partir como un sistema para permitir la comunicación entre personas mayores (sufran demencias o no) y una red de ayuda.
Un ejemplo de proyecto puesto en marcha en este contexto es el uso de sensores para seguir los movimientos de las personas dentro del hogar. Estos mecanismos pueden incluir, por ejemplo, sensores de presión en asientos para avisar a la persona si lleva mucho tiempo inactiva o si podría estar saltándose alguna comida; o sensores en las puertas que puedan avisar a los cuidadores en caso de que un paciente pueda abandonar la vivienda sin compañía.
El objetivo es dar algo más de tranquilidad a los cuidadores informales, normalmente los familiares del paciente. Medidas como estas, por supuesto, requieren de autorizaciones especiales por parte de los propios pacientes, como señala Iñigo Mijangos, responsable del servicio de teleasistencia de Euskadi, BetiON, servicio que ensayó esta tecnología en un proyecto piloto.
Dentro de esta categoría de tecnologías para el día a día encontramos también las tecnologías inteligentes de asistencia. Una versión automatizada de estos apoyos. Estas tecnologías pueden cumplir diversas funciones más específicas o más genéricas.
Los asistentes inteligentes para personas con Alzheimer pueden verse como versiones accesibles y con funciones más enfocadas de los asistentes domésticos que hoy en día hay en muchos hogares. Estos asistentes pueden ayudar a sus usuarios a recordar eventos, desde desayunar hasta tomar la medicación (para esto último también existen pastilleros automatizados).
Estas tecnologías pueden por supuestoservir para comunicarse con cuidadores (tanto formales como informales), pudiendo, como en el caso de las herramientas utilizadas por los sistemas de teleasistencia, hacerles saber dónde se encuentra su familiar o su estado en todo momento.
Estos asistentes pueden contar con otros aparatos, como los antes mencionados, para ayudar a buscar a la persona en caso de que exista riesgo de pérdida, controlar que se haya alimentado bien y que mantenga una actividad diaria adecuada, o que tome las medicinas a su hora.
A la hora de tratar el Alzheimer, tratar de frenar el deterioro cognitivo es una de las escasas opciones que hay para atrasar en la medida de lo posible el avance de la enfermedad. Por eso la memoria está en el foco de las estrategias para frenar el deterioro cognitivo asociado. Y las tecnologías pueden ayudarnos en esta misión.
También aquí podemos encontrar todo un rango entre tecnologías perfectamente al alcance de nuestra mano y las más futuristas aún en etapas muy tempranas de su desarrollo. Alentar las memorias puede ser tan sencillo como utilizar proyectores y marcos digitales que muestren imágenes y recuerdos que estimulen las memorias.
En ocasiones tan solo basta con hacer más accesibles tecnologías ya asentadas. Mantener a las personas comunicadas con sus seres queridos puede ayudar de esta manera a ralentizar el deterioro asociado al Alzheimer. Y de paso a combatir el sentimiento de soledad tan a menudo asociado a la edad avanzada.
La posibilidad de utilizar implantes cerebrales para evitar el deterioro cognitivo o reducir su impacto es una de las grandes promesas de cara al futuro. Las ideas en este sentido abarcan desde utilizar estos implantes como discos duros implantados hasta la estimulación cerebral profunda.
La estimulación cerebral profunda (DBS) es una herramienta aún en desarrollo que muestra promesa a la hora de combatir no solo el Alzheimer sino también otras enfermedades degenerativas del sistema nervioso como el Parkinson. La tecnología se basa en la utilización de pequeños electrodos conectados a determinadas áreas del cerebro. Los electrodos envían pequeños impulsos eléctricos para activar las regiones afectadas del cerebro según resulte necesario.
Tecnología sí, pero más humana
Sea cual sea su objetivo, resulta evidente que las nuevas tecnologías deben tener al paciente y a su entorno en el centro. El hecho de que el Alzheimer suela manifestarse en edades avanzadas, unido al hecho de que se cebe especialmente con nuestras capacidades cognitivas, hace que la accesibilidad sea doblemente importante.
Crear tecnologías avanzadas que sean a la vez sencillas de utilizar es una clave para todas aquellas herramientas a ser utilizadas por enfermos y familiares. “Los proyectos tecnológicos buscan mejorar la calidad de vida de las personas, pero en ocasiones la perspectiva humana no se tiene en cuenta. A veces, los desarrolladores se centran demasiado en la funcionalidad de un producto y no consideran las necesidades y deseos de los usuarios que van a utilizar dicha tecnología” explican desde la Confederación Española de Alzheimer (CEAFA).
La solución pasa por involucrar a los usuarios “en todas las etapas del proceso”, aseguran en CEAFA. “y contar con sus necesidades, deseos, preferencias, habilidades y limitaciones.”
El Alzheimer supone más de la mitad de los casos de demencia. En España unas 800.000 personas padecen esta enfermedad según los datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
A nivel mundial se estima que el número de personas con esta enfermedad se duplica cada 20 años, y según datos del Ministerio de Sanidad puede esperarse una tendencia semejante a nivel estatal, con cerca de dos millones de personas diagnosticadas hacia 2050. Por si esto fuera poco, los expertos creen que cerca de un 30% de los casos permanecen sin diagnosticar.
El camino hacia acabar con esta enfermedad no es sencillo. Muchos de los tratamientos diseñados para combatirla no logran pasar de las fases preclínicas y resultan de poca utilidad en humanos. Los avances a la hora de comprender la enfermedad también pueden sufrir reveses.
Un ejemplo de esto lo vivimos hace tan solo unos meses, al descubrirse una serie de errores en un trabajo que había sido clave en los últimos 15 años de estudios de la enfermedad. Aunque el desastre en este caso no fuera total será necesario destinar numerosos recursos en hacer un balance de daños y reevaluar decenas o centenares de estudios, con la consiguiente pérdida de recursos y tiempo tan limitados en el mundo de la investigación médica.
Otro ejemplo más reciente es el de Lecanemab y Donanemab, algunos de los fármacos más prometedores de los últimos en la lucha contra esta enfermedad. Estos fármacos alcanzaron la fase de ensayos clínicos, pero estudios recientes observaron que el consumo de estos tratamientos se vinculaba una pérdida de volumen cerebral.
A pesar de ello el futuro invita al optimismo. Aun mientras no seamos capaces de erradicar esta enfermedad, todo avance que sirva para hacer la vida más sencilla y más digna de ser vivida a las personas afectadas por esta enfermedad, ya sean pacientes o familiares y allegados, habrá merecido el esfuerzo.
Sobre jubilaciones no hay nada escrito. Las hay deseadas, temidas, pospuestas, las hay apacibles y las hay que descuadran. Pocas serán comparables sin embargo con la que afronte en un puñado de años la Estación Espacial Internacional —ISS, por sus siglas en inglés—, una estructura única, ejemplo de colaboración internacional y que recibió su primera tripulación hace ya la friolera de 22 años, a finales de 2000. Y si única es su historia, único será también será su final en 2031.
La idea general de cuál y cómo será su destino la conocemos desde hace ya algún tiempo. Ahora la NASA ha desvelado sin embargo una pincelada interesante: quiere un nuevo “remolcador espacial” para que la ayude en el proceso.
¿Un “remolcador espacial”? Exacto. Hace unas semanas se presentó la solicitud de presupuesto federal de la Casa Blanca para 2024, un documento más interesante de lo que a priori pueda parecer porque incluye la cantidad asignada a la NASA: 27.200 millones de dólares. De ellos hay una pequeña parte —pequeña en proporción, claro— de 180 millones que se reserva para un fin llamativo.
¿Cuál? “Iniciar el desarrollo de un nuevo remolcador espacial”, una descripción somera que esconde, en realidad, una nave que pretende ayudar a la “jubilación” de la ISS, atrayéndola hasta la atmósfera terrestre para su destrucción controlada. El colofón lo conocemos desde hace ya tiempo, pero que sigue dejando sorpresas.
¿Se sabe algo más? Del proyecto no ha trascendido gran cosa, solo la cifra del presupuesto para el año fiscal 2024 y las pinceladas que dio días después la propia NASA durante un encuentro con la prensa. Una de ellas apunta que el coste total de la nave será muy superior. “Teníamos una estimación de costes que se quedaba un poco corta, en torno a los 1.000 millones de dólares”, explicó a los reporteros Kathy Lueders, jefa de vuelos espaciales tripulados de la agencia espacial.
Su objetivo es lanzar una convocatoria para recibir propuestas y valorar luego las diferentes opciones. “Esperamos recibir un precio mejor que ese. Pero esto nos da un buen comienzo en 24 para conseguir esa capacidad crítica a bordo”, detalla.
Pero… ¿Para qué lo quiere la NASA? Ayudar en la destrucción controlada de la ISS dentro de unos años, cuando sus responsables den por finalizada su labor. El objetivo es el que ya detalló la agencia estadounidense en su día: arrastrarla hasta la atmósfera terrestre como parte de una reentrada controlada en nuestro planeta. Los restos que sobrevivan a ese trance acabarán cayendo en el Pacífico Sur.
¿Trabajará sola la nueva nave? No. Ante semejante desafío un remolcador puede ser un aliado valioso. Al menos así lo cree la NASA. Los planes de la agencia pasan sin embargo —detalla Space.com— por usar el vehículo como un apoyo más de la misión. No el único. Su idea es que complemente los recursos de los que ya disponen los diferentes socios embarcados en la estación espacial.
El plan actual pasa por utilizar los motores de las naves de carga Progress, aportados por Rusia. “Estamos desarrollando también esta capacidad de Estados Unidos como una forma de tener redundancia y ser capaces de ayudar mejor a la orientación del vehículo y su retorno seguro”, explica Lueders. En declaraciones a Gizmodo, la directiva fue incluso algo más allá: “Nuestro modelo actual todavía se usa [la nave espacial rusa] y seguimos trabajando con nuestros homólogos rusos sobre cómo salir de órbita de manera segura con los vehículos Progress”.
¿Cuándo y cómo será el adiós? A comienzos de 2022 la NASA anunció que el gobierno estadounidense está decidido a extender las operaciones en la ISS hasta 2030. Poco después trascendían los planes de la agencia para jubilar a la estación en 2031 y evitar así que se sume a la preocupante carga de basura espacial contra la que ya lidian tanto los organismo públicas como, cada vez más, las compañías privadas. En su informeInternational Space Station Transition Report, fechado en enero de 2022, la agencia desgrana algunos datos y fechas importantes.
¿Qué dice el informe? Quizás uno de sus contenidos más interesantes es el gráfico en el que, de forma esquemática, presenta la planificación de la ISS en los últimos años de su vida útil. Para ser más precisos, cómo se alterará su órbita. Su idea es seguir con las operaciones, aunque reduciendo la altitud a partir de 2026.
El siguiente momento clave llegará entre junio y noviembre de 2030, cuando entre en juego tres naves Progress que —precisa New Atlas— se acoplarán a la estación y aprovecharán sus motores para reducir la marcha. Los técnicos advierten que el calendario podría verse alterado en cualquier caso por el ciclo solar.
¿Y a partir de ese momento? La ISS perderá altitud de forma gradual hasta llegar a los 280 kilómetros, un punto de no retorno. La idea es que una vez se haya quemado el último motor reentre de forma controlada en la atmósfera.
La estación se romperá y los escombros restantes se precipitarán en la zona deshabitada del Pacífico Sur (SPOUA), en torno al “Punto Nemo”. “Los operadores de la ISS realizarán el reingreso de la estación, dando el empujón final para bajarla tanto como sea posible y garantizar una entrada segura a la atmósfera”, precisa.
¿Cómo lo describe el informe de 2022? “La ISS realizará las maniobras de salida de órbita usando sus capacidades de propulsión y las de sus naves visitantes […]. No todas pueden usarse para ayudar en la órbita —zanja el dosier—. La NASA y sus socios evaluaron diversas cantidades de naves rusas Progress y determinaron que tres de ellas pueden llevar a cabo la puesta fuera de órbita. Además, Northrop Grumman ha estado ampliando las capacidades de propulsión de su nave Cygnus y la NASA ha estado evaluando si Cygnus también podría formar parte del vehículo”.
La batalla por el mejor robot aspirador en calidad precio se recrudece con la llegada de nuevas marcas y modelos dispuestos a ofrecer más por menos. Y para muestra, este Midea M9 que hemos analizado. Después del Midea S8+ de gama alta, la firma china conocida por sus grandes electrodomésticos trae a España este firme candidato en prestaciones coste.
El Midea M9 es un robot aspirador con el formato habitual de cilindro y unas dimensiones ligeramente más generosas de lo estándar. No obstante, ya os podemos adelantar que en la práctica no supone un inconveniente más allá del lógico problema que supone no caber en ciertos espacios. Pero estamos hablando de un aproximadamente algo más de un centímetro, nada dramático. Si el espacio es un problema en vuestro piso, que no cunda el pánico porque la base es de lo más compacta, ya que solo sirve para cargar el aspirador.
Estéticamente la firma china ha conseguido un acabado premium pero funcional gracias a una superficie mate blanca con detalles en plateado que resultan agradables a la vista y que soportan bien el manipulado con las manos y los golpes a los que se ve expuesto este dispositivo.
Vamos a echar un vistazo a cada uno de sus lados y sus principales elementos:
En la parte superior dispone de la típica txapela donde esconde el sensor LiDAR responsable de la navegación. Asimismo cuenta con tres botones iluminados: el ON/OFF, limpieza localizada y configuración de red y el de enviar a la base. La iluminación cromática es de lo más intuitiva, con parpadeos y color rojo en caso de incidencia.
A diferencia de buena parte de aspiradores, con tapa en la zona superior, el Midea M9 tiene el acceso a filtro y depósitos en la parte lateral trasera. En este sentido, quiero destacar lo cómodo y práctico que resulta para su extracción el sistema de doble presión. Aquí vemos dos compartimentos: uno para albergar la suciedad aspirada y otro para el agua de fregar. Según nuestra experiencia ambos depósitos se nos han quedado algo cortos, teniendo que estar pendientes a menudo de vaciarlos y llenarlos respectivamente. Dando la vuela al lateral veremos también el parachoques de detección de objetos en la zona frontal y oculto, un botón para el reseteo.
Con el robot boca abajo nos encontramos las clásicas ruedas de dirección-desplazamiento, las pletinas de carga y sensores complementarios para la navegación y limpieza como los anticaída y un ultrasónico para la detección de alfombras. En cuanto a la configuración de cepillos, encontramos dos laterales y un único rodillo central de cerdas dispuestas en espiral que combinan unas más rígidas y otras más gruesas y blandas.
Navegación
Como ya hemos detallado en el apartado de diseño, el Midea M9 se vale principalmente de un visor LiDAR para la navegación, según la marca, empleando láseres de doble línea. El láser es una tecnología consolidada para el mapeo, presente inicialmente en modelos de gama alta pero que ya se ha democratizado lo suficiente como para estar presente en la gama media e incluso en modelos que rondan los 200 euros.
En estas semanas probando el Midea M9 lo hemos puesto a diario para limpiar toda la casa (mi piso es de 50 – 60 metros cuadrados), algo que consigue en ligeramente menos de media hora. Como puede verse en la aplicación, el robot va habitación por habitación recorriendo inicialmente el perímetro para posteriormente trazar zigzags hasta completarla. En este sentido cabe destacar la optimización de su recorrido para no dar pasadas de más, si bien obviamente no pasa por las zonas por las que no cabe. Hay otras, por ejemplo el espacio de la mesa y las sillas del comedor, en las que sí que cabe pero el algoritmo de navegación no opina lo mismo. En cualquier caso, si levantamos las sillas (recomendación general para los mejores resultados: despejar el espacio a limpiar de obstáculos), pasa sin problema.
El conjunto responsable de la navegación tampoco es infalible con los obstáculos. Así, se ha tragado las cortinas del dormitorio (que llegan hasta el suelo) y se ha llevado los cables de la regleta que hay en el suelo. Eso sí, como es un modelo moderadamente grande y voluminoso, no ha tenido problemas con la báscula del baño, otro clásico enemigo natural del láser por estar tan abajo que se escapa de su “campo de detección”.
Limpieza
Tres cepillos y hasta 4.000 Pascales van a ser los encargados de evitar que pasemos menos la escoba. En la práctica, esa capacidad de succión se divide en cuatro: silencioso, delicado, estándar y potente.
Nuestra casa es más bien pequeña, tiene todo el suelo de baldosa (ideal para fregar) y desgraciadamente no hay mascotas, por lo que durante el día a día se ha enfrentado a migas, polvo y el pelo que nos cae. No es mucho, y la verdad es que con el modo delicado y estándar ha sido suficiente.
En momentos puntuales nos ha venido bien ese plus de potencia, por ejemplo cuando te quitas las zapatillas y calcetines después de jugar a padel y cae arenilla. En cualquier caso, consideramos que la potencia en general es más que suficiente.
En el apartado de aspiración quiero destacar la configuración del rodillo central, que al combinar cerdas de distinto grosor y dureza resulta más efectivo que las clásicas cerdas duras, especialmente para sólidos pequeños como el polvo. Eso sí, como haya mucho pelo en el suelo, con este tipo de cepillos se prepara un enredo difícil de soltar sin dañarlo.
En casa tenemos un par de alfombras pequeñas y finas que limpiamos de vez en cuando con un aspirador inalámbrico y que el modo alfombra (que sube automáticamente la potencia al máximo al detectarlas) va bien para mantener limpias, al menos tanto visualmente como agitándolas para que arrojen polvo. Teniendo en cuenta que son alfombras relativamente sencillas y su tamaño, más que preocuparme por la limpieza, el problema lo encuentro en que el robot aspirador se las lleva consigo.
El aspirador viene con un accesorio para fregar que, según el fabricante, es presurizado para aumentar la presión. Así, no es solo una mopa humedecida rozando el suelo, si no que en teoría se aumenta la fricción. Además podremos elegir entre cuatro niveles de dosificación de agua. La verdad es que visualmente no se aprecia esa presión y más allá de alguna pequeña mancha suave, la clásica gota de café que cae al suelo y se seca ha seguido allí. Del mismo modo, la suciedad que se acumula entre las rendijas de las baldosas ahí se queda, al ser una mopa finita (vamos, que no tiene esos mechones de la fregona que se meten en cualquier lado).
Un dato interesante es que el sistema de fregado se eleva 10 milímetros para no dañar alfombras cuando aspiras y friegas simultáneamente. Aquí tengo sentimientos encontrados, ya que un centímetro es mucha altura (¡ni siquiera para las mías!) y aunque solo sea subiendo y bajando, mopa y alfombra un poco se van a rozar. Y esto no es agradable ni conveniente para la conservación del tejidos ni para evitar olores.
Autonomía
El Midea M9 integra una batería de 5.200 mAh que según la casa proporcionan una autonomía de hasta 180 minutos… en el mejor de los casos. Así que nosotros lo hemos probado en el peor escenario posible: fregando y aspirando a máxima potencia. Y la verdad, más que una aspiradora, es un conejillo de cierta marca de pilas porque dura, dura y dura: casi cuatro veces ha limpiado mi piso al completo (86 minutos en funcionamiento).
Si tenemos en cuenta que mi piso ronda los 50 – 60 metros cuadrados y que funcionando a tope puede limpiar unos 200 metros cuadrados, estamos ante un robot aspirador que brilla en autonomía.
Además hay que tener en cuenta dos detalles importantes: el primero es que normalmente no hemos necesitado ese modo tan potente, por lo que la autonomía en el día a día todavía sería mayor. La segunda es una función habitual, pero que no por ello debemos infravalorar: si se queda sin batería, se vuelve a la base para cargarse y después retoma la limpieza con lo que le queda pendiente.
Cómo es la app
Aunque con los tres botones de su parte superior puedes hacer lo mínimo imprescindible, lo suyo es descargarse la aplicación MSmartHome (disponible para iOS y para Android) para así poder controlar el robot aspirador desde el teléfono a través del Wi-Fi (únicamente compatible con la banda de 2,4 GHz).
Desde la aplicación vas a poder hacer muchas más cosas: elegir entre los cuatro niveles de potencia de aspiración y fregado, editar el mapa, hacer limpiezas parciales, añadir zonas “prohibidas” de aspiración/fregado, programar, acceder al manual, ver el deterioro de los consumibles, restablecerlo de fábrica, entre otras.
Hemos destacado el diseño del aparato, pero no podemos decir lo mismo de la aplicación: la pantalla principal, aunque agradable a la vista, no resulta muy intuitiva por culpa de detalles como los iconos para configurar potencia de aspiración y fregado y el de las zonas prohibidas, que ni se aprecian a primera vista ni tienen un dibujo claro. Asimismo y como podéis ver en los pantallazos de la aplicación, hay textos que aparecen cortados. Aunque la he podido manejar sin problema, le haría falta un lavado de cara para hacerla más accesible.
Mantenimiento
En el punto anterior ya hemos visto que desde la aplicación puede visualizarse el deterioro del filtro y de los cepillos, pero de lo que más tendrás que preocuparte es de vaciar y llenar el depósito mixto y de la limpieza de cepillos.
Con el depósito mixto, una de cal y otra de arena. Tanto extraer la pieza del robot como abrir los compartimentos para sólidos y el de acceso al filtro (van por separado) resulta cómodo y práctico. De hecho, es de los modelos que mejor lo resuelven. Lo no tan bueno es el tamaño: tanto la capacidad para acumular suciedad como la del agua son más bien reducidos, así que hay que estar pendiente porque el robot no avisa.
Limpiar el cepillo es igualmente sencillo: basta con darle la vuelta al robot aspirador, pulsar las dos pestañas para retirar la pieza que lo sujeta y tirar de él. Una vez en la mano, podremos retirar la suciedad con el accesorio. Eso sí, con cuidado porque las cerdas se deterioran fácilmente con las bolas de pelo.
Midea M9, la opinión de Xataka
Tras varias semanas con el Midea M9 como aspirador encargado de limpiar los suelos de mi casa, la sensación en su conjunto es bastante satisfactoria. Y esa es una gran noticia para quien busque un modelo con alta relación calidad precio, versátil y que dé la talla en todo lo que puedas esperar de este pequeño electrodoméstico.
A destacar su efectividad en navegación, su batería sobrada para pisos pequeños, medianos y grandes y las opciones de fregado y aspiración. No es el robot que mejor aspira ni el que mejor friega, tampoco es el que más pericia tiene al navegar, pero en lo global cumple con todo. Aunque como ya sucedió con el Midea S8+, instamos al fabricante a que le dé una vuelta a la aplicación, su asignatura pendiente.
Resumiendo, si no te hace falta las típicas bases con autovaciado (más cómodas en cuanto a mantenimiento pero también más voluminosas) ni necesitas lo más ambicioso para hogares con mascotas, el Midea M9 es de lo más completo y solvente que vas a encontrar en su rango de precios.
En las escuelas de todo el mundo, los líderes educativos, los educadores y los estudiantes exploran el poder de la IA para ahorrar tiempo, personalizar el aprendizaje y aumentar la eficiencia de sus operaciones. Si bien la IA ya se ha utilizado para impulsar la inclusión y la productividad, los avances recientes ofrecen la oportunidad […]