La aceituna gordal está lista para ser recogida. No pesa lo que debería (apenas ha llovido en los últimos meses) y los agricultores ni siquiera saben a qué precio la venderán aún, pero está lista: en dos semanas la aceituna se pondrá negra y la producción se perderá. Hay que recogerla ya.
¿Qué es el verdeo? En la jerga del olivar, se llama ‘verdeo’ a la recolección de las aceitunas antes de que maduren de tal forma que puedan ser preparadas (aderezadas o encurtidas) y poder consumirlas como aceitunas de mesa. En condiciones normales, el verdeo en Sevilla — donde están las zonas de mayor producción de este producto — deberían empezar en unas dos semanas.
Y eso es clave porque las lluvias de finales de agosto y principios de septiembre engordan las aceitunas. De ahí que los agricultores traten de apurar al máximo. Pero tienen que poder hacerlo. Las noticias que llegan desde la campiña sevillana es que “en la última semana […] la aceituna caía en la mano apenas sin tocarla”.
Y eso es un problema. Porque la aceituna de mesa se recolecta tradicionalmente a mano “con el objetivo de que el producto no sufra y se obtenga una buena presentación para el consumo directo”. No es solo que las aceitunas puedan pasarse, es que (a medida que aumenta la inestabilidad atmosférica) cualquier tormenta puede provocar que la producción del año acabe en el suelo.
No podemos permitirnos desaprovechar la cosecha. Sobre todo, porque las incertidumbres con el precio y la evidencia cada vez más clara de que no hay reservas suficientes están haciendo que muchos agricultores valoren (más que otros años) dedicar las aceitunas a la molienda.
Siempre ocurre. Es lo que se llama “aceituna molestada“. Es decir, la aceituna que — por distintos motivos — no es de buena calidad para usarla como “aceituna de mesa”, pero sí sirve para extraer aceite. A estas alturas del año no sabemos si la sequía y los problemas de estos meses han ‘molestado’ mucho a las aceitunas, pero lo que está claro es que la presión financiera va a provocar desequilibrios extra.
Unas semanas críticas. No queda mucho para el aforo de la aceituna. Es decir, para que la Junta de Andalucía haga pública la radiografía anual que permite estimar la producción del año y organizar la campaña. Es un informe muy preciso: históricamente, las desviaciones medias entre la producción real con la previsión del aforo no suelen superar el diez por ciento (y lo hacen porque las lluvias de las últimas semanas suelen tener un impacto enorme).
Cuando llegue el aforo, todo el mercado se reorganizará. Los precios se adaptarán a la situación y la enorme industria del aceite tendrá que tomar decisiones. Pero hasta ese momento, solo tenemos rumores. Vamos a ciegas. Eso explica todo lo que está pasando con el aceite; pero, sobre todo, explica que 2024 está completamente en el aire.
El Telescopio Espacial James Webb es una especie de una máquina del tiempo que nos está ayudando a entender mejor desde los resplandores posteriores al Bing Bang hasta la formación del sistema solar, sin embargo, sus instrumentos solo pueden estudiar una fracción del universo. Para mejorar nuestro conocimiento del cosmos en esta emocionante misión, pronto tendremos un nuevo colaborador.
Se trata de un telescopio de próxima generación que está siendo construido por la NASA y cuyo programa estuvo a punto de cancelarse en varias oportunidades. Estamos hablando del telescopio de sondeo infrarrojo de campo ancho Nancy Grace Roman, un prometedor elemento científico que recibe su nombre en honor a la primera jefa de astronomía de la NASA y que será lanzado en 2027 por SpaceX.
El Telescopio Nancy Grace Roman va tomando forma
Desarrollar cualquier misión especial es una tarea titánica, pero los seres humanos hemos demostrado que podemos hacer cosas increíbles para explorar el cosmos (las robustas sondas Voyager 1 y 2 sin un claro ejemplo de ello). Con el Telescopio Nancy Grace Roman no será diferente, por lo que los equipos se encuentran ante el gran desafío de integrar todos sus componentes y hacerlos funcionar a la perfección.
Un equipo de técnicos de la NASA está completando la instalación del “sistema nervioso” del nuevo telescopio. En contras palabras, el cableado eléctrico que brindará conectividad y energía a cada uno de los segmentos del observatorio, incluidos ordenadores, sensores, paneles solares y demás. ¿Cómo se conectará todo esto? Con 32.000 cables y 900 conectores cuidadosamente ordenados.
La agencia espacial estadounidense explica que si se ubicaran todos los cables uno detrás del otro, abarcarían 72.420 metros (72,4 kilómetros). Casi todos estos cables ahora se encuentran una estructura provisional, aguardando sus primeras pruebas. Eso sí, ha sido una tarea que ha demandado dos años de trabajo por parte de 11 técnicos del Centro de Vuelo Espacial Goddard sobre bancos y escaleras.
Pero todavía quedan muchos desafíos por superar. Los técnicos e ingenieros ahora están enfocados en mover el sistema eléctrico al esqueleto del telescopio. Este procedimiento será realizado en una sala limpia, donde además se conectarán la mayoría de los componentes. La construcción del observatorio parece encaminada, una buena noticia para los especialistas y aficionados del espacio.
Hablar de coches modernos es hablar de pantallas. Y cuanto más grandes, más parecen gustar. MINI y Samsung se han aliado para presentar la que será la pantalla central que llevarán todos los eléctricos del fabricante inglés, propiedad desde el 2000 del grupo BWM.
Hablamos de, prácticamente, un ordenador integrado dentro del propio coche. Esta pantalla, con sistema operativo propio, funciona como navegador, asistente de voz inteligente, centro de control e información del vehículo e incluso centro de juegos y vídeo.
Tecnología OLED, un tamaño de 9,4 pulgadas y ubicado en la zona central del vehículo. El clásico velocímetro redondo de los MINI se verá remplazado por esta gigantesca pantalla en las nuevas entregas eléctricas. Recibe el nombre de MINI Interaction Unit, y es con diferencia una de las pantallas más espectaculares que se hayan hecho hasta la fecha.
Esta pantalla cuenta con el sistema operativo MINI 9, una interfaz diseñada para control táctil, fruto del desarrollo interno del grupo BWM y basada en Android Open Source Project (AOSP), por lo que las posibilidades son más que elevadas.
El panel cuenta con ocho modos de “experiencia MINI”, configuraciones que combinan de distintas formas el diseño de la interfaz de usuario, sonido, colores del salpicadero e incluso pantalla Head-Up para que coincidan con la gama cromática del panel.
Mediante un “Hey MINI”, podremos activar el asistente de voz. Mediante comandos de voz podremos controlar funciones del coche relacionadas con el viaje (climatología, reproducción de música, mensajes, navegación, planificación de rutas, etc.). Hablando de esto último, el sistema de navegación de MINI tendrá en cuenta las rutas más optimizadas según los cargadores que haya a lo largo del trayecto.
Es un sistema con conexión a internet mediante redes 5G, por lo que puede acceder en tiempo real a información relacionada con el tráfico, actualizar las rutas y demás. Como no podía ser de otra forma, recibirá actualizaciones vía OTA.
Pero, sin duda, una de las funciones más impresionantes es la de AirConsole: la posibilidad de transmitir contenido desde el teléfono a la pantalla del coche. Como si de un monitor externo se tratase, podemos enviar vídeo, música o incluso videojuegos compatibles a esta pantalla, para que los pasajeros tengan todo un centro multimedia de 9,4 pulgadas.
Se espera que la próxima generación de vehículos eléctricos de MINI incorpore este enorme panel, un importante posicionamiento alejado de Android Automotive y Apple CarPlay para apostar por tecnología propia aprovechando las bondades de AOSP.
«Las cosas también le iban bien a Einstein desde el punto de vista académico. En sus exámenes parciales de octubre de 1898 había terminado el primero de su clase, con una media de 5,7 sobre un máximo de 6. El segundo, con un 5,6, era su amigo y encargado de tomar apuntes de matemáticas Marcel Grossmann».
Este párrafo procede de la biografía de Albert Einstein que el periodista estadounidense Walter Isaacson publicó en 2007, titulada ‘Einstein. Su vida y su universo’, y refleja con mucha claridad lo buen estudiante que era. Estaba a punto de graduarse en una de las universidades más prestigiosas de Europa, la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, en Suiza, y era uno de los estudiantes más aventajados de su clase.
Un alumno descarado y con una predisposición natural a rechazar la autoridad
Desde su infancia Einstein había demostrado tener la capacidad de apasionarse por todo aquello que despertaba su curiosidad, pero también contemplaba con desdén aquello que consideraba anecdótico o poco relevante. Aunque se lo impusiesen sus profesores. Este carácter le granjeó fama de rebelde, e, incluso, de alumno insolente, durante sus estudios en Múnich, cuando era un adolescente.
En la universidad se granjeó la fama de ser un alumno muy inteligente e intuitivo, pero algunos de sus profesores, entre los que se encontraba Heinrich Weber, el director del departamento de física, lo consideraban un estudiante descarado y con una predisposición constante a rechazar sistemáticamente la autoridad. Esta actitud provocó que Einstein diese algún que otro traspié durante su formación, pero no invalida la enorme capacidad que tenía como estudiante.
El mito que defiende que se le daban mal las matemáticas, e, incluso, que era un mal estudiante, se ha erigido sobre una mala interpretación de algunos de los sucesos que tuvieron lugar durante su vida académica. La mayor parte de ellos se produjeron como una consecuencia de su carácter rebelde y contrario a aceptar las imposiciones que para él carecían de fundamento, y sus biógrafos, entre los que se encuentran Walter Isaacson y su amigo Philipp Frank, lo explican muy bien.
En este artículo os proponemos explorar tres de los sucesos de la vida académica de Einstein que han contribuido a forjar esa reputación de mal estudiante absolutamente inmerecida. Hay otros hechos cuya mala interpretación también ha podido reforzar esa imagen tergiversada que aún hoy tienen algunas personas acerca de él, pero estos tres en particular nos bastan para desmontar un mito que en cierta medida nubla la figura del que sin lugar a dudas es uno de los físicos más importantes de la historia.
En su baremo de notas un 1 era un sobresaliente
Einstein siempre fue uno de los mejores estudiantes de la clase. A menudo, el mejor de todos ellos. Isaacson y Frank apuntan en sus biografías que con menos de 15 años dominaba el cálculo diferencial e integral, lo que no deja lugar a dudas acerca de lo cómodo que se sentía con las matemáticas. Durante sus estudios de preparación de las pruebas de acceso a la Escuela Politécnica Federal de Zúrich obtuvo una calificación de 1 en muchas asignaturas.
Esta nota se repitió más tarde, durante los exámenes para acceder a la universidad, pero es crucial que tengamos en cuenta que en aquellos años el baremo de calificaciones que se utilizaba en Suiza, a diferencia del que se empleaba en Alemania, proponía el 1 como nota más alta y un 6 como nota más baja. Einstein obtuvo muchos 1 y 2, dos notas que equivalen a un sobresaliente y un notable alto actuales, y que como estudiante lo dejan en una posición mucho más favorable que la que le corresponde según el mito.
Las pruebas de acceso a la Escuela Politécnica Federal de Zúrich
La primera vez que Einstein se presentó a las pruebas de acceso a la universidad tenía dieciséis años. Dos menos de lo habitual. Sus calificaciones en matemáticas y física impresionaron a Heinrich Weber, que, como he mencionado unas líneas más arriba, era el director del departamento de física de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich.
Weber quedó tan impresionado por su rendimiento académico que le invitó a asistir a sus clases como oyente
El joven Albert suspendió los exámenes de algunas materias no científicas, pero Weber quedó tan impresionado por su rendimiento académico que le invitó a asistir a sus clases como oyente y le propuso que permaneciese en Zúrich un año más y se presentase de nuevo a los exámenes de acceso durante el curso siguiente.
Einstein aceptó su oferta, y preparó mejor, aunque a regañadientes, las asignaturas no científicas. Le sobraba capacidad para obtener buenas calificaciones en todas las asignaturas, pero en aquella época ya mostraba un poco interés muy acusado en todo lo que no tenía que ver con la ciencia.
Le parecía que estaba desperdiciando un tiempo muy valioso en la preparación de aquellas asignaturas que no aportaban nada a su carrera científica. Aun así, en su segundo intento superó las pruebas de acceso con buenas calificaciones, y en octubre de 1896, con solo diecisiete años, se matriculó en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich. Como acabamos de ver es cierto que Einstein no superó las pruebas de acceso a la universidad a la primera, pero el contexto en el que las hizo no le dejan en una mala posición.
Einstein se graduó en la universidad con una nota de 4,9
Durante los años en los que Einstein ejerció como estudiante en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich las autoridades educativas cambiaron el baremo de las calificaciones para hacerlo coincidir con el que se utilizaba en otros países, como Alemania. En adelante un 6 sería la nota más alta, y un 1 (o un 0 si el desconocimiento de la materia era absoluto), la más baja.
El expediente académico de Einstein estaba repleto de 6. Como he mencionado en el primer párrafo de este artículo, durante sus exámenes parciales de octubre de 1898 había terminado el primero de su clase, con una media de 5,7. A pesar de sus encontronazos con algunos profesores, sus notas eran sobresalientes, pero para graduarse debía presentar un trabajo de investigación similar a los trabajos de fin de grado que los estudiantes universitarios deben preparar actualmente.
Con solo 14 años, que es la edad que tiene en esta fotografía, Einstein dominaba el cálculo diferencial e integral, lo que no deja lugar a dudas acerca de lo cómodo que se sentía con las matemáticas.
Einstein propuso a Weber llevar a cabo un experimento con el que pretendía dividir un rayo de luz, reflejarlo en dos direcciones diferentes y comprobar si se producía una diferencia de energía en función de si su dirección era o no la misma que la del movimiento de la Tierra a través del éter. Weber rechazó su propuesta porque otros estudiantes habían llevado a cabo antes que Einstein experimentos similares, y no tuvieron éxito.
Einstein se apasionaba con todo aquello que despertaba su curiosidad, pero mostraba desdén hacia todo lo que considerase anecdótico o poco relevante
La segunda idea que Einstein propuso a Weber consistió en explorar la relación entre la capacidad de varios materiales de conducir el calor y la electricidad, pero su director de trabajo de graduación también la rechazó. Al final Einstein y Mileva Marić, una compañera de estudios aventajada con la que se casó poco más tarde, hicieron un trabajo dedicado a una de las especialidades de Weber: la conducción del calor.
Las calificaciones que obtuvieron fueron las más bajas de la clase, un 4,5 Einstein y un 4 Marić, ambas sobre 6, lo que no impidió que Albert se graduase finalmente con un 4,9. De nuevo sobre 6. No cabe duda de que la relativamente mala nota que Einstein obtuvo en su trabajo de graduación fue el reflejo de su disconformidad con el tema que se vio obligado a desarrollar ante la negativa de Weber a sus dos primeras propuestas.
Como he mencionado unas líneas más arriba, Einstein se apasionaba con todo aquello que despertaba su curiosidad, pero mostraba desdén hacia todo lo que considerase anecdótico o poco relevante.
Hace unos días la compañía encargada de desarrollar uno de los softwares de videollamadas que hizo posible el teletrabajo durante la pandemia pidió a sus empleados que volvieran a sus oficinas. Ahora, el CEO de la compañía ha hecho pública la falta de confianza en su producto indicando que debe rediseñarse desde cero y hay que hacerlo desde las oficinas para generar confianza y ser más innovadores.
Zoom le da la estocada final al teletrabajo. Hace unos días nos hacíamos eco del llamamiento de Zoom para que sus empleados vuelvan a sus oficinas. La estrategia de Zoom dejaba de lado el teletrabajo a tiempo completo y apostaba por el trabajo híbrido con dos días de trabajo presencial y tres de trabajo remoto para aquellos empleados que residan a menos de 80 km de las oficinas. “Creemos que un enfoque híbrido estructurado, es decir, que los empleados que viven cerca de una oficina deben estar en el sitio dos días a la semana para interactuar con sus equipos, es más efectivo para Zoom” declaró un portavoz de la compañía a Insider.
El CEO no confía en su plataforma. Un audio del 3 de agosto filtrado a Insider ha revelado que Eric Yuan, CEO de Zoom, pidió en una reunión interna a sus empleados volver a la oficina porque cree que “el trabajo remoto no permite a las personas generar tanta confianza ni ser tan innovadoras”. Con esas palabras, el responsable de la herramienta sobre la que se cimentan las comunicaciones en remoto de muchas empresas está enviando un mensaje contradictorio al afirmar que no es útil para desarrollar el trabajo en equipo. En la página web de Zoom, literalmente, se puede leer “Los clientes que cambian a Zoom informan de un aumento en el rendimiento, la confianza y la participación”.
“En nuestros primeros días, todos nos conocíamos. En los últimos años, hemos contratado tantos ‘Zoomies’ nuevos que es realmente difícil generar confianza porque no se conocen en persona”, dijo Yuan durante la reunión filtrada. En 2022, Yuan dijo en la Escuela de Negocios de Stanford que Zoom había triplicado su plantilla (y sus ganacias) durante la pandemia, pasando de 2.000 a 6.000 empleados. Desde el fin de las limitaciones de movimiento, la empresa se ha estancado en beneficios y ha pasado de crecer un 300% anual a apenas un 2,8%.
El futuro de Zoom. Pese a que las últimas decisiones no muestren una confianza ciega en las capacidades de su herramienta para consolidar equipos en remoto, Eric Yuan afirma tener grandes planes para el futuro de la compañía. En su intervención en Stanford, el Yuan ya adelantaba que la empresa tenía la vista puesta en un ‘Zoom 2.0’ para dentro de cinco años aprovechando los avances tecnológicos para reinventarlo.
Sin embargo, del audio filtrado por Insider se desprende que Eric Yuan opina que ese avance solo puede darse trabajando cara a cara en la oficina. “Muy a menudo se te ocurren grandes ideas, pero cuando todos estamos en Zoom, es muy difícil”, dijo Yuan. “No podemos dialogar. No podemos debatir bien entre nosotros porque todos tienden a ser muy amigables cuando te unes a una llamada de Zoom”. Tal vez Zoom tenga que enfrentarse a muchos otros retos que no contempla en su vuelta a la oficina antes de empezar a innovar.
Yo llevaba ya unas cuantas semanas buscando piso y encadenando visitas sin demasiado éxito a apartamentos que o bien resultaban demasiado pequeños o demasiado caros, así que cuando encontré el anunció de un ático amplio y a un precio razonable en el centro de mi ciudad ni me lo pensé. Llamé. Acordamos una visita. Y el día de autos me presenté puntual en el portal del edificio, un inmueble histórico del siglo XIX. Tuve suerte. No me lo quedé. Y ojo, no porque la vivienda fuese mala o sus condiciones abusivas. No me lo quedé por la sencilla razón de que era verano y el sol pegaba sobre el tejado con tanta rabia que en cuanto la agente inmobiliaria abrió la puerta y crucé el umbral sentí que entraba en un horno.
Eso pasó en un edificio de Vigo, con clima Atlántico. En París les ocurre lo mismo multiplicado de forma exponencial, con una increíble profusión de tejados de zinc y sujetos a veranos tan tórridos que ya se han visto obligados a buscar soluciones. El objetivo está claro: que las casas sigan siendo casas en agosto, no hornos.
Cuando el calor aprieta… En París han estado durante los últimos días ligeramente por debajo de los 30º, menos que en buena parte de España, pero no siempre ha sido así. Dejando al margen la mortífera ola de calor de 1911, cuando en la capital gala llegaron a alcanzar 40º a la sombra y las altas temperaturas dejaron en el país un saldo de unos 40.000 fallecidos en cuestión de solo 70 días, en la ciudad de las luces se han enfrentado a situaciones dramáticas por el calor.
En 2019 otra ola achicharrante dejó más de 1.400 fallecidos en Francia y años antes, en 2003, la canícula se cobró 15.000 vidas. Ese verano los vecinos de París se enfrentaron a nueve días durante los que la temperatura diurna superó los 35º, con valores que llegaron a escalar a 40º. Y las previsiones no invitan al optimismo. Si no frenamos las emisiones de gases de efecto invernadero, el IPCC ya advierte de que a finales de este mismo siglo la temperatura global será casi tres grados superior a la que se registraba, por término medio, en la era preindustrial.
… Y las ciudades no ayudan. El problema al que se enfrenta París no es solo que haga calor, que también, sino que muchos de sus edificios no están preparados para afrontar la canícula. En julio la Escuela de Medio Ambiente de Yale le dedicó un extenso artículo al tema en el que aseguraba que casi el 80% de los edificios de la ciudad están cubiertos con techos de zinc, un material metálico al que se recurría en el XIX por su precio y resistencia a la corrosión y el fuego.
El problema —explicaba Jeff Goodell— es que esos mismos techos, ahora, en el siglo XIX, pueden resultar “mortales”, alcanzando temperaturas de hasta 90º en pleno verano. “Y como las buhardillas de los pisos superiores no estaban aisladas, ese calor se transfiere a las habitaciones de abajo”, apostilla el artículo.
El problema no es sencillo. Ni tampoco nuevo. Así como tenemos barrios, ciudades o incluso naciones levantadas en su día en zonas costeras por personas totalmente ajenas a la idea de que el nivel de los océanos pudiese aumentar con el paso del tiempo, tampoco se construyeron ciudades pensando en las alteraciones del clima. Esa realidad todavía la estamos estudiando y asumiendo hoy.
Repensando los tejados. Eso es lo que han hecho básicamente en Francia. Sobre la mesa se han puesto ya varias posibilidades, como cambiar el color de los tejados o incluso su fisionomía. De todas las opciones que se han planteado esta última es quizás la más curiosa por su premisa: lo que plantea es reconvertir las cubiertas de edificios en espacios verdes. Uno de impulsores es Roffscapes, una startup surgida del MIT hace ya tres años que acabó incorporándose a Urban Lab, el laboratorio de innovación urbana del Ayuntamiento de París y que incluso ganó la beca Paris Resilient Innovation para crear un proyecto piloto en la urbe.
Su propuesta es sencilla. Al menos sobre el papel. Lo que plantea es construir espacios verdes en los tejados inclinados de París para reducir las temperaturas y mejorar la calidad de vida de los vecinos. Todo con ayuda de estructuras de madera que sirven de soporte a espacios en los que cultivar vegetales, mejorar la retención del agua de lluvia y calidad del aire y reforzar la biodiversidad urbana. “Supone una forma de desbloquear las posibilidades de los edificios”, explica Eytan Levi, cofundador de Roffscapes: “Estas superficies no se usarían de otra manera”.
De la teoría, a la práctica. Una cosa es la teoría. Y otra, la práctica. “En los centros de las ciudades europeas, dos tercios de los tejados son inclinados y no hay solución para hacerlos accesibles y ponerles superficies verdes”, señala Tim Cousin en un comunicado del MIT: “Mientras tanto, tenemos problemas con islas de calor y calor excesivo en los centros urbanos, entre otros problemas como el colapso de la biodiversidad, retención de agua de lluvia o falta de espacios verdes. Los techos verdes son una de las mejores maneras de abordar todos estos problemas”.
La medida no es del todo nueva. En 2015 Francia decidió seguir los pasos de Copenhague e impulsó una normativa especial para obligar a los nuevos inmuebles levantados en zonas comerciales a cubrirse con techos verdes o paneles solares. Su objetivo era combatir el efecto “isla de calor” que afecta a las grandes metrópolis y lograr algunos beneficios extra, como absorber el agua de la lluvia, reducir la escorrentía y, en el caso de los paneles, impulsar las fuentes renovables.
¿Cuestión de colores? Las cubiertas verdes no son la única solución que se ha puesto sobre la mesa. Otra de las opciones pasa por pintar tejados de blanco para mejorar su reflectancia y evitar así que absorban tanto calor, si bien —recordaba el artículo publicado por la Universidad de Yale— dado el color claro de los tejados parisinos de zinc el impacto de una medida así puede resultar modesto.
La medida tampoco es del todo nueva. Otras ciudades han optado también por pintar algunas de sus calles de blanco para lograr un mayor reflejo de la luz solar y hay investigadores decididos a lograr el blanco más puro posible, con un nivel de reflectancia solar que se aproxima ya al 99% y ayuda a combatir el calor.
Ni las únicas medidas, ni la única ciudad. Así es. Ni los techos verdes ni la pintura blanca son los únicos recursos de los que dispone París para combatir las olas de calor. La ciudad se ha dedicado a plantar miles de árboles con el propósito de llegar a 2026 con un sorprendente balance de 170.000 y ha apostado además por especies resistentes al calor. Como parte de ese empeño, ha echado mano también de un sistema de refrigeración urbana basado en una amplia red de tuberías subterráneas que enfrían lugares emblemáticos, como el Louvre.
Tampoco la capital francesa es la única en aplicar medidas de ese tipo. En Colombia, Estados Unidos, la India, China… han desplegado también diferentes estrategias con un mismo propósito: evitar las islas de calor. Aquí, en España, tenemos un ejemplo reciente con el Jardín del Viento previsto en Madrid.