Lo del año bisiesto siempre ha sido una pequeña chapuza para alinear nuestro calendario a lo que la Tierra tarda en dar una vuelta al Sol, pero hay otra pequeña chapuza aún más problemática: la del segundo intercalar, que lleva haciéndonos la Pascua varias décadas. La gran mayoría del mundo quiere cargarse ese incómodo lapso de tiempo, pero hacerlo es mucho más difícil que decirlo.
Qué es un segundo. Como explican en The New York Times, tradicionalmente el segundo se medía en términos astronómicos: era 1/86.400 del día solar medio (el tiempo que le lleva a la Tierra rotar sobre su eje). En 1967 los metrólogos redefinieron la medición del tiempo con relojes atómicos, y establecieron que un segundo correspondía a 9.192.631.770 vibraciones de un átomo de cesio 133. Y 86.400 de esos segundos conformaban un día.
¿Segundo interqué? El problema es que la rotación terrestre se ralentiza ligeramente de año en año, y el día astronómico ha acabado siendo más largo que el atómico. En 1972 los metrólogos comenzaron a insertar un segundo extra —el llamado “segundo intercalar”— al final del día atómico. En la práctica, cuando el tiempo atómico lleva un segundo “de ventaja”, se para durante un segundo exacto para permitir volver a ajustar esas escalas. Ese año se añadieron 10 segundos intercalares a la escala atómica, y desde entonces se han ido añadiendo otros 27.
Matemos al segundo intercalar. Hacer esos ajustes no es sencillo, sobre en un mundo que como el actual está hiperconectado, así que expertos de todo el mundo abogan por una solución radical: matar al segundo intercalar. Se intentó hace 20 años, pero sigue habiendo escollos como el de Rusia, que votó por retrasar la medida porque hacerlo requeriría hacer modificaciones importantes a su sistema GLONASS. Y aquí viene algo curioso.
GPS sería una alternativa. Todo esto condiciona el funcionamiento del sistema UTC con el que el mundo coordina sus relojes. Su funcionamiento es tremendamente complejo, y el segundo intercalar no ayuda. Una alternativa para UTC sería el sistema GPS de posicionamiento global, que está gestionado por la US Space Force a través de relojes atómicos.
Tres ventajas potentes… La primera, que es hiperpreciso (es capaz de determinar la hora hasta la 100.000 millonésima parte de un segundo). La segunda, que esa información está libre y públicamente disponible. Y la tercera, que no tiene en cuenta los segundos intercalares (como el sistema europeo Galileo), lo que la convierte en un sistema de flujo de tiempo ininterrumpido.
… una gran desventaja. El problema es que el sistema GPS está controlado por Estados Unidos y su ejército “sin supervisión nacional o internacional”, como indicaron en un estudio reciente los máximos responsables del BIPM (Bureau of Weights and Measures), el organismo internacional que gestiona tanto el Sistema Internacional de Unidades (SI) y la escala UTC.
Cada cual a su bola. La dificultad añadida está en que GLONASS se basa en UTC pero otros sistemas de navegación satelital no lo hacen. Tanto GPS como Galileo van 18 segundos por delante de UTC, mientras que Beidou, el sistema chino, va con cuatro segundos de ventaja.
Algo parecido ocurre con la forma que tienen las grandes tecnológicas —que gestionan las nubes a las que todo está conectado— de gestionar el segundo intercalar. Google lo va añadiendo fraccionado a lo largo del día, mientras que Meta, Alibaba o Microsoft lo añaden como mejor consideran, explican en NYT. Uno de los expertos del BIPM, el Dr. Tavella, tenía su propia opinión sobre el sistema. “Es una anarquía”.
Abrochaos, llega el segundo intercalar negativo. Por si fuera poco, la tasa de rotación terrestre está cambiando y comenzó a acelerarse más o menos cuando se introdujo el segundo intercalar. Se estima que en pocas semanas el tiempo terrestre se equipare con el atómico, pero en 2030, si esa tendencia continúa, la Tierra irá un segundo por delante del tiempo atómico, así que los metrólogos están preparándose para algo inaudito: añadir un segundo intercalar negativo. De hecho, un segundo de nuestro tiempo desaparecerá sin más. Eso jamás se ha hecho, y las implicaciones para nuestros sistemas informáticos son imprevisibles.
Fecha límite, 2035. Aunque hay reticencias, quienes abogan por la eliminación definitiva del segundo intercalar plantean 2035 como fecha límite. Desde ese momento se usaría el tiempo atómico de forma global y la diferencia entre ese tiempo y el terrestre se acabaría manejando de alguna forma, aunque aún no se ha especificado cómo. Se espera que el 18 de noviembre se vote esta resolución en una reunión del BIPM en Versalles, y entonces quizás sepamos si el segundo intercalar tiene fecha de caducidad o no.
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La noticia El segundo intercalar distorsiona gravemente nuestra medición del tiempo. Pero no tenemos alternativas fáciles fue publicada originalmente en Xataka por Javier Pastor .