Más de 4.000 hectáreas devastadas, más de 1.000 personas desplazadas. La virulencia del incendio de Teruel y Castellón ha pillado a todo el mundo con el pie cambiado. Sobre todo, porque estamos en marzo. En marzo: en pleno comienzo de la primavera.
Es decir, este incendio es mucho más que un incendio. Es la puntilla que certifica la consagración de los incendios de “sexta generación” y muerte de un concepto cada vez más difuso: la “temporada de incendios”.
¿Qué está pasando en el incendio de Castellón y Teruel? De entrada, que no es un incendio normal. Se trata de lo que los expertos denominan un incendio de “sexta generación”. Un fenómeno muy peculiar por su interacción con las condiciones climáticas y atmosféricas del lugar en el que se desarrolla.
Hablamos de auténticos sistemas de aire (y aislados del exterior) dentro de incendios enormes. Procesos que disponen de tanto combustible (maleza, árboles, vegetación seca, altas temperaturas, vientos) que liberan enormes cantidades de energía, columnas de aire cálido que crecen y se elevan hasta la atmósfera, realimentando a las llamas de la superficie
Se trata de algo muy distinto a los incendios de “primera generación” (cuando Europa se reforestó hace cien años y se generaron fuegos de escala inédita); pero, sobre todo, se trata de un incendio endiabladamente difícil de apagar.
Y cada vez son más. En España y en el mundo. A la catástrofe de Chile (que quemó un 8% de la masa forestal del país), a la de Pedrógão Grande en Portugal o a la de Grecia, al incendio permanente que se ha convertido California, a los problemas en Australia o los preocupantes datos Siberia, podemos sumar los incendios salvajes del año pasado en Zamora que convirtieron 2022 en el peor año en lo que llevamos de siglo.
Y no, no es una anécdota. Lo preocupante, como señalaba Víctor Resco de Dios, profesor de Ingeniería Forestal en la Universitat de Lleida en RTVE, “es la tendencia actual”. Según Resco, los modelos dejan claro que, de media, “la temporada de incendios se está alargando entre uno y dos días por año”.
A esa tendencia general, tenemos que sumar las altas temperaturas y la escasez de lluvias de 2022. “Aunque ahora el monte se ve muy verde, en cuanto rascas un poco el suelo se ve la capa de humedad tan cortita que hay”, decía Fernando Valladares, investigador del CSIC.
¿Cambio climático? Está claro que el cambio climático no provoca incendios, pero también está claro que está transformando tan profundamente el campo que se lo está poniendo mucho más fácil. Cosas como “mayores temperaturas, humedad relativa baja, velocidad del viento, falta de precipitación en zonas secas o acumulación de combustible seco” son elementos clave detrás de algo que podemos ver si examinamos los incendios de los últimos 50 años.
Que hay menos incendios que hace un par de décadas, pero los grandes… son enormes. Y es que, “a medida que nos volvemos más eficaces apagando fuegos forestales, favorecemos la existencia de grandes incendios porque se acumula más material combustible”.
Por un lado, los incendios pequeños y medianos ya no ‘limpian’ el terreno como antes y, por el otro, las tensiones derivadas del cambio climático, la desertificación y las largas sequías empujan a la masa forestal del país contra las cuerdas. El resultado es que, cuando se declara un macroincendio, es muy difícil de controlar.
Lo que está por venir. Como decía Martín León, “todos tenemos en mente el año 2022 en España como el año más cálido en sus registros modernos con un verano intenso, bochornoso y prolongado con varias olas de calor”. Sin embargo, los datos observados y las previsiones nos señalan que en 2023 estamos entrando en “una frontera desconocida en los registros modernos”.
La agencia meteorológica del Reino Unido está convencida de que 2023 estará entre los cinco primeros años cálidos a nivel global (desde que tenemos registros) y los modelos del Centro Nacional de Supercomputación de Barcelona señalan que, en los próximos años 5-10 años, es probable que superemos el umbral de 1,5 ºC.
¿Qué pasará después? Es difícil de decir, pero hay una cosa clara si nos circunscribimos a los incendios forestales: el año entero se va a convertir en un periodo de riesgo. Es decir, vamos a ver cómo el mapa superior (que ya es sorprendente para estas fechas) se va a ir haciendo cada vez más rojo: los daños ecológicos, materiales y desgraciadamente humanos van a ir creciendo progresivamente.
Y lo peor es que la reacción natural a este repunte, acostumbrarnos, es lo peor que podemos hacer.
Imagen | Lorena Sopena/Reuters
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La noticia El incendio de Castellón solo es un anticipo de lo que nos espera: Cómo los incendios de sexta generación lo van a cambiar todo fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .