La zoofilia, la participación humana en relaciones románticas o sexuales con animales, ha sido a lo largo de la historia uno de los mayores tabúes sociales de la civilización, una práctica totalmente estigmatizada alrededor del mundo. En el Antiguo Testamento podemos encontrar varios pasajes que retratan la “bestialidad” como un crimen contra la naturaleza. También ha sido tratada como un trastorno mental: fue introducida como una parafilia en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en 1980.
El debate y las consecuencias de esta práctica han sido debatidas durante décadas en Europa y a lo largo de decenas de estudios científicos. De hecho, hay investigaciones que sugieren que en realidad muchas más personas de las que se piensa han sentido atracción sexual por un animal en algún momento de su vida. Ahora, el polémico tema ha vuelto a discutirse académicamente.
El veto. Diversas formas de sexo con animales (tanto interacciones reales como representaciones pornográficas ficticias) están actualmente prohibidas en numerosas jurisdicciones. La zoofilia es una de las pocas parafilias (junto con, por ejemplo, la necrofilia) que permanecen prohibidas y han sido alejadas por los movimientos de liberación sexual recientes de este y del siglo pasado.
Cada vez más voces quieren debatirlo. Este controvertido tema vuelve a la palestra estos días. Lo hace de la mano de un estudio publicado en el Journal of Controversial Ideas llamado Zoophilia is morally permissible. En él, un autor anónimo aporta ideas de cómo la zoofilia podría ser moralmente permisible y de las importantes implicaciones sobre cómo abordamos legal y socialmente esta práctica. Él, reconocido defensor del veganismo, fue preguntado por el filósofo y autor de Animal Liberation Now: Ethics in the Real World, Peter Singer, sobre si su posición oficial es que comer animales no está bien pero tener relaciones sexuales con ellos sí.
A lo que contestó lo siguiente:
“Imagina que eres un animal encerrado toda tu vida en un establo de una granja industrial, de modo que no tienes nada que hacer en todo el día excepto levantarte y acostarte en un suelo metálico. Luego te meten en un camión y te llevan durante horas al matadero. Esto es lo que les sucede hoy a millones de cerdos en Estados Unidos, y las vidas de miles de millones de otros animales de granjas industriales no son mejores. Ahora imagina que eres un animal que vive con una persona que te cuida y te ama de la forma en que la mayoría de las personas aman a sus mascotas, pero además, esta persona a veces tiene contacto sexual contigo, asegurándose de no lastimarte y dejarte libre para alejarte si no te gusta”.
Los datos. En los años 50, un estudio realizado por el doctor Alfred C. Kinsey y sus colegas concluyó que el 8% de la población masculina y el 3,5% de la femenina de Estados Unidos habían tenido al menos una interacción sexual con un animal en su vida, y el porcentaje superaba el 50% en algunas zonas rurales. Según los investigadores, el factor que lo impulsaba era simplemente el acceso a los animales. Pero otra encuesta más reciente sugiere que el 2% de la población general considera sexualmente excitante la perspectiva de tener relaciones sexuales con animales. En este caso, suele tener una dimensión experimental y pueden ser una fase pasajera durante la adolescencia.
La tendencia también se refleja en la gran cantidad de pornografía que se puede encontrar en Internet. En la web existe un incipiente movimiento social, a veces representado por la letra griega ζ (Zeta), con cientos de usuarios compartiendo imágenes o vídeos del tema.
El consentimiento. Tal y como hemos analizado previamente en Magnet, el consentimiento es un elemento clave y necesario para las interacciones sexuales. Y esto, en su forma más básica, es el acto verbal voluntario y no coaccionado. El debate aquí es que el animal no podría dar su consentimiento para tener relaciones con humanos con un lenguaje verbal que podamos entender.
Sin embargo, en el estudio publicado en el Journal of Controversial Ideas, el autor Fira Banesto argumenta que existen casos en los que los animales expresan sus necesidades e intenciones con una amplia gama de posturas comunicativas (gestos, sonidos, etc). Y subraya que, en lo que respecta al sexo, “también existe una amplia gama de señales dependientes de especies que indican consentimiento”.
La polémica en España. Hace unos meses, el ministro de Justicia de Polonia, Zbigniew Ziobro, publicaba en su cuenta de Twitter que el Gobierno de España iba a “legalizar la zoofilia”. Lo hacía refiriéndose a la nueva ley de bienestar animal puesta en vigor recientemente que introduce cambios en el Código Penal. El texto sobre maltrato animal suscitaba cierto debate concretamente por la modificación del artículo 337 del Código Penal.
¿Qué dice la ley? El texto antes de la reforma decía que que se castiga a quien “por cualquier medio o procedimiento maltrate injustificadamente, causándole lesiones que menoscaben gravemente su salud o sometiéndole a explotación sexual”. Ahora, la nueva ley sustituye dicho artículo por otro (art. 340 bis):
“Será castigado con la pena de prisión de tres a dieciocho meses o multa de seis a doce meses y con la pena de inhabilitación especial de uno a cinco años para el ejercicio de profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales y para la tenencia de animales el que fuera de las actividades legalmente reguladas y por cualquier medio o procedimiento, incluyendo los actos de carácter sexual, cause a un animal vertebrado lesión que requiera tratamiento veterinario para el restablecimiento de su salud”.
¿Cuál es el problema Que se elimina de la norma el término “explotación sexual” y se cambia por “actos de carácter sexual”, con la diferencia de que se especifica que el animal debe tener lesiones que requieran la visita del veterinario. Al castigar sólo los “actos de carácter sexual con lesiones”, deja en el aire algunas penas por zoofilia. Tal y como indican algunos especialistas y juristas en este artículo de Newtral, el término “explotación sexual” estaba sujeto a distintas interpretaciones, y aunque existan casos en los que se ha condenado por lucro económico, también hay otros en los que no. Por ejemplo, este ocurrido en Alcudia (Mallorca) en 2018, donde un hombre abusó sexualmente de una yegua en varias ocasiones, y fue condenado por maltrato animal y “explotación sexual”.
Pero hay que comentar que ni el actual Código Penal ni la reforma recogen, de forma literal, el término “zoofilia” y, por lo tanto, tampoco se trata de una “despenalización” o una “legalización” explícita. De hecho, desde el ministerio comentan que “la zoofilia nunca ha estado penalizada en nuestro Código Penal”.
Imagen: “Man with Horse,” por D Pierorazio.
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La noticia La zoofilia es el último gran tabú sexual de nuestras sociedades. Y hay voces que quieren debatirlo fue publicada originalmente en Xataka por Albert Sanchis .