Hablar de “embalses” y “energía” es algo polémico en una España donde la sospecha (a veces infundada, a veces no) de que las eléctricas no están gestionando correctamente los recursos hídricos está a la orden del día. Lo que pasa es que, a medio-largo plazo, no nos queda otra.
Una herramienta clave. De los cuatro países que tienen casi el 100% de su energía basada en renovables, tres de ellos (Uruguay, Costa Rica y Noruega) lo tienen gracias al descomunal peso de la energía hidroeléctrica en su mix. El otro es Islandia que también tiene mucha hidroeléctrica, pero desde los 80 tiene la inestimable ayuda de la geotermia que aprovecha la enorme actividad volcánica de la isla.
Esto es relevante porque, en la medida en que la Unión Europea se encamina a toda prisa hacia las emisiones cero y por mucho que la energía solar mejore cada día que pasa, tener una idea clara de qué funciona y qué no va a ser clave.
Nuestro problema es distinto. Nuestro problema es que no hay agua. Así de simple. Hoy por hoy, los pantanos españoles están al 48.90%. Es decir, al nivel más bajo de los últimos treinta años. Y si analizamos cuenca a cuenca, veremos que los datos de la mitad sur de la Península son aterradores. ¿Cómo vamos a plantearnos siquiera la idea de ‘depender’ de la hidroeléctrica a nivel energético?
Repensando los embalses. Durante décadas, el embalse se ha entendido sencillamente como un “generador” de energía. No porque no haya alternativas (de hecho, la idea de pensarlos como “una enorme batería” es bastante trivial), sino porque apostar por el bombeo que permite ese almacenaje de energía conlleva un cambio profundo. Demasiado profundo para la realidad política del país.
¿Qué es eso del bombeo? Pero antes de aterrizar el impacto de esto en el caso español, demos algo de contexto. Una central hidroeléctrica de bombeo es, básicamente, una instalación que tiene dos embalses (y la capacidad de mover el agua de uno a otro).
La idea es muy simple, durante las horas de menor demanda energética, se pasa el agua del embalse inferior al superior; durante las horas de mayor demanda energética, se deja pasar el agua por las turbinas y se produce energía.
Hay varias formas de hacerlo: creando un embalse superior en las inmediaciones de uno existente, enlazando embalses cercanos o reconvirtiendo centrales ya existentes en ingenios reversibles. Sin embargo, las limitaciones son enormes.
Pros y contras. Mientras que la Asociación Española de Almacenamiento de Energía (Asealen) pide al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico que empiece a considerar las infraestructuras de bombeo como almacenes de energía hidroeléctrica (y cree una regulación para facilitarlas), los expertos temen que los incentivos que se creen con estas infraestructuras acaben por debilitar el ya precario equilibrio ecológico de las cuencas españolas.
Al fin y al cabo, si durante meses la gestión de los embalses ha estado envuelto en polémicas recurrentes, nadie tiene claro que aumentar nuestra dependencia de estas tecnologías sea buena idea.
A nivel medioambiental, claro. Porque a nivel energético, no hay ninguna duda. En 2020, de hecho, España ya era el cuarto país de Europa en este campo. Sin embargo, desde entonces el proceso se ha ralentizado.
Y no por falta de posibilidades. Como explica Laura Ojea, el ‘Análisis de las necesidades de almacenamiento eléctrico de España en el horizonte 2030’, del Instituto de Investigación Tecnológica de la Universidad Pontificia Comillas, estima que se podrían almacenar con relativa facilidad hasta 12 GW de energía en los próximos años.
Más bien, el problema es el cierto caos regulatorio que conlleva el hecho de que “que, para 2030 caducarán casi la mitad de las concesiones de las 800 instalaciones hidroeléctricas que existen en el país” y muchas de ellas no se podrán prorrogar. Sin un marco claro, los planes e inversiones terminan quedándose en nada.
Repensarlo todo. En este sentido, ahora que toca repensar todo el sistema hídrico del país es buen momento para pensar si ha llegado el momento de seguir la tendencia internacional y embarcarnos en infraestructuras a largo plazo de este tipo o, en cambio, si tenemos que explorar otros caminos. Lo que está claro es que no tiene ningún sentido quedarnos quietos.
Imagen | Pat Whelen
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La noticia No diga “embalse”, diga “enorme batería hidroeléctrica”: España tiene que repensar sus pantanos antes de que sea tarde fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .