Tan solo estamos empezando a comprender cuál es el potencial real de los ordenadores cuánticos, pero ya hay quien ve en ellos potencial para entender algo aún más complejo: el cerebro humano. No aprovechando sus capacidades sino estableciendo un paralelismo entre sus funcionamientos. Eso sí, por ahora, las “teorías cuánticas de la consciencia” siguen siendo tan solo una hipótesis.
Entrelazamiento y superposición.
El paralelismo propuesto entre computadoras cuánticas y cerebro según dos investigadores del Trinity College de Dublín se basa en el fenómeno del entrelazamiento cuántico, la idea de que dos partículas subatómicas pueden quedar vinculadas a tal nivel que lo que le suceda a la una tendrá efecto inmediato en la otra. Incluso cuando se encuentran a largas distancias entre sí.
La computación cuántica depende también de la idea de superposición. Es decir, de la posible existencia de un bit cuyo estado puede ser no solo 1 y 0, sino también ambas cosas a la vez, es decir un qubit.
Dos estudios y un enigma aún por resolver.
La hipótesis de los investigadores, que puede enmarcarse entre las denominadas “teorías cuánticas de la consciencia”, se ha planteado a través de dos experimentos. El primero, publicado en la revista Journal of Physics Communications, se basó en una resonancia magnética para excitar los protones que pueden encontrarse en las moléculas de agua de nuestro cerebro.
La idea detrás de este experimento es que dos sistemas cuánticos conocidos (los protones de las moléculas de agua de nuestro cerebro) pueden entrelazarse si están mediados por un sistema desconocido (la consciencia).
Una hipótesis incierta.
“Nosotros afirmamos que los protones están entrelazados porque hay una función que está mediando ese entrelazado, y para nosotros esa función es la conciencia que hace de mediadora”, explicó a BBC Mundo uno de los autores de los estudios, David López Pérez.
“Observamos que los protones se entrelazan, pero no sabemos ni cómo ni por qué”, continúa explicando López Pérez. La hipótesis del investigador es que la consciencia hace de “mediador”, y esto sería lo que permite que los escáneres hacer que los protones del agua de nuestro cerebro se exciten sincronizadamente.
Entender cómo envejecemos.
Los investigadores observaron en su segundo experimento, éste publicado en la revista The European Physical Journal Special Topics, cómo el fenómeno observado estaba vinculado con la edad de los participantes. El cerebro cambia mucho con la edad y con él nuestras capacidades cognitivas.
Es precisamente en el ámbito del envejecimiento y las enfermedades neurodegenerativas asociadas con él donde más podríamos aprovechar posibles conocimientos sobre el funcionamiento de la mente, aunque por ahora seguimos logrando avances dentro de nuestra limitada comprensión del asunto.
Muy lejos de la confirmación.
El cerebro es ese órgano que intenta comprenderse a sí mismo. Esta es una labor titánica y es posible que nunca lleguemos a la respuesta a la pregunta sobre cuál es la fuente de la consciencia. Aún quedan muchas preguntas, como cómo pueden estos estados cuánticos afectar a nuestro cerebro a un nivel bioquímico o cómo los protones de las moléculas de agua estar vinculadas a nuestros procesos cognitivos.
Las teorías cuánticas de la conciencia no son una entre una miríada de hipótesis alternativas que podemos imaginar. Teniendo en cuenta otros avances en la materia, las probabilidades de confirmarlas parecen escasas. Cuentan con el problema de tratar de explicar algo que no comprendemos a través de algo que tan solo entendemos de manera muy limitada.
Si algún día llegamos a comprender la consciencia quizá sea gracias a los ordenadores cuánticos, no a través de paralelismos sino utilizándolos para crear modelos más precisos de nuestro cerebro. Por ahora sólo podemos asegurar que en lo que cerebros y ordenadores cuánticos se parecen es en otro aspecto fundamental: sus inmensas capacidades.
Imagen | Ragsxl, Commons
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La noticia Seguimos sabiendo poco sobre nuestro cerebro, pero hemos creado algo aproximado: los ordenadores cuánticos fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .