Cuando nos hablan de cuadrúpedos robóticos, en lo primero que solemos pensar es en los perros robot de Boston Dynamics. Se trata de unos dispositivos que, gracias a diversas modificaciones, han encontrado distintos trabajos, desde apoyo a unidades de combate hasta inspector de seguridad en fábricas.
Pero Boston Dynamics no es la única compañía que fabrica perros robot. Unitree Robotics también cuenta con este tipo de cuadrúpedos tecnológicos. Precisamente, un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha modificado una de estas unidades para convertirla en unperro robot guía.
Un perro robot para guiar a personas dependientes
Los científicos de la institución pública han partido de un Unitree Go de origen chino. Después de una serie de mejoras implementadas tanto a nivel de hardware como de software, han convertido al dispositivo en un perro robótico que, según explican, puede servir de guía a personas dependientes o con discapacidad.
Tefi, que es como ha sido nombrado este perro robot, es capaz de moverse por el exterior gracias a una combinación de tecnologías. Por un lado, el chip GPS se encarga del posicionamiento, por otro lado, su conexión a la red de telefonía móvil y la herramienta Google Maps permiten guiar al usuario hasta distintos lugares, como tiendas, restaurantes o hospitales.
Una mejora elemental del dispositivo para cumplir con su funcionamiento ha sido la implementación de algoritmos de visión artificial. Estos permiten identificar determinados objetos. Desde señales de tráfico hasta semáforos, personas, ordenadores o información de códigos QR.
De esta forma, el usuario puede interactuar con Tefi a través de comandos de voz. “Además de avisar a su dueño de la hora a la que tiene una cita médica, Tefi es capaz de guiarle directamente hasta la consulta sirviéndose únicamente de un plano del edificio que puede obtener si éste es accesible”, explican los científicos.
El perro robot guía es, de momento, un prototipo. Los científicos han llevado a cabo distintas pruebas de navegación en los interiores del instituto. El paso siguiente será empezar a probarlo en el exterior e introducir otras mejoras, como sensores capaces de detectar una presión arterial elevada o la presencia de agentes químicos volátiles en una vivienda.
Dede el CSIC señalan que Tefi es mucho más económico que un perro guía, aunque no precisan cuál es su precio. En la página del fabricante podemos ver que el modelo Unitree Go1 arranca desde los 2.700 dólares (hasta los 20.000). Y debemos tener en cuenta que este estos valores no incluyen las mejoras implementadas por los investigadores del CSIC.
En su lista de subastas estrella para despedirse del año, Christie´s incluía una pieza única y, como suele ser habitual en las pujas cuando eso ocurre, millonaria. Su nombre: Shen. Su valor estimado, si los tasadores daban en el clavo: entre 15 y 25 millones de dólares, más de lo que pagaron hace un año en Miami por un cuadro de Picasso o de lo que alcanzó un extraño McLaren F1 de 1994.
La cita para que los interesados en Shen pudiesen pujar llegó a estar agendada y se publicitó a bombo y platillo. La idea era que se celebrase el 30 de noviembre en Hong Kong durante una sesión que despertó el interés de medios de todo el planeta. Lógico. En 2020 un ejemplar similar a Shen —este bautizado Stan— alcanzó la friolera de 31,8 millones durante otra subasta de Christie´s.
A pesar de toda esa expectación y el interés que despertó la cita dentro y fuera del sector del lujo, hace unos días la subasta de Shen se canceló. La razón: dudas sobre la naturaleza de algunas de sus partes y hasta qué punto estas se describieron de forma precisa a la hora de publicitarlo.
Lo más curioso es que Shen —o Stan, claro— no es un cuadro, ni una escultura, ni un coche deportivo, ni una sofisticada y elegante pieza de cerámica de la dinastía Ming. Shen es un amasijo de huesos, los restos de un Tiranosaurios rex. Y la polémica que ha surgido es algo distinta a la que suele rodear a las subastas de arte. Lo que estaba en cuestión aquí es algo más complejo.
“Se ha convertido en una tendencia”
Los esqueletos de dinosaurio que vemos expuestos suelen estar incompletos, por lo que no es extraño que los expertos añaden moldes de huesos y piezas reconstruidas para completarlos. Una de las dudas que ha rodeado a Shen es el origen de las réplicas que completan los restos auténticos, desenterrados en Montana en 2020, y hay quien apunta también a su peso en el conjunto.
En su dossier publicitario —precisa el diarioThe New York Times— Christie´s aseguraba que los huesos de Shen representan el 54% de la densidad ósea, pero el catálogo precisa que el espécimen suma 79 huesos originales. ¿Es eso mucho? ¿Poco? No conocemos el recuento óseo de los T-rex con precisión, pero el Field Museum de Chicago calcula que lo compondrían unos 380.
En el caso de Shen el foco se puso en los huesos después de que el Instituto de Investigación Geológica de Black Hills señalase las similitudes que había entre Shen y el esqueleto de Stan, otro T-rex vendido en 2020 por 31,8 millones de dólares y de cuyos restos el instituto mantiene los derechos de propiedad intelectual, lo que le permite vender moldes de poliuretano por 120.000 dólares.
Al margen del interés del caso, Shen y Stan sirven para mostrar hasta qué punto el mercado de los fósiles se ha convertido en un negocio pujante, una actividad millonaria que genera preocupación entre los paleontólogos. Así lo refleja The New York Times, que recuerda que a diferencia de lo que ocurre en otros países ricos en fósiles, como Mongolia o Canadá, con legislaciones que permiten que los restos sean propiedad estatal, en EEUU los terratenientes son generalmente los dueños de los fósiles que se localicen en sus tierras. Eso, con el hueso de T-rex y otros dinosaurios cotizando al alza y pujas que alcanzan las ocho cifras, acaba convirtiéndose en todo un problema.
I've put together a quick explainer of why Christie's cancelled the Shen the T. rex sale. It's a matter of intellectual property, the (unanswered) question "is a T. rex is art?", and a case that was settled out of court years ago. https://t.co/KZyWW0vVlXhttps://t.co/5qI7vatMjppic.twitter.com/7PAbxtnNWu
“Los ganaderos que solían dejarte ir y recolectar especímenes ahora se preguntan por qué deberían permitirte tenerlos gratis cuando un coleccionista comercial desenterraría los huesos y dividiría las ganancias”, explica al diario neoyorquino Jinhmai O´Connor, paleontólogo del Field Museum.
Los cazadores de fósiles defienden que su trabajo favorece la recuperación de vestigios e incluso aplauden que los fósiles “se aprecien como obras de arte”, con valoraciones millonarias que atraen el interés de entidades privadas y grandes fortunas; pero, claro está, no todos lo ven con ese enfoque. Los académicos temen que especímenes con valor científico acaben vendidos al mejor postor.
Interés hay. Y de diferente origen, si bien con un denominador en común: una buena cuenta corriente. Los fósiles han captado la atención de empresarios de la industria tecnológica, nuevos museos de Asia u Oriente Medio empeñados en ganar prestigio o incluso estrellas de Hollywood. En 2007 Leonardo DiCaprio y Nicolas Cage llegaron a protagonizar una puja reñida por un cráneo de Tiranosaurio de aleredor de 67 millones de año que acabó ganando el actor de ‘Leaving Las Vegas’. Para conseguirlo, eso sí, tuvo que poner sobre la mesa una oferta de 276.000 dólares.
“Tener un dinosaurio se ha convertido en una tendencia. Sus esqueletos se consideran, efectivamente, objeto de diseño. Pocas personas saben que un dinosaurio es una obra de arte, el trabajo de paleontólogos, artesanos, diseñadores y académicos necesarios para reconstruirlo y restaurarlo”, explicaba en 2019 a Artnet Luca Cabler, de la galería Theatrum Mundi.
Otro ejemplo del interés que suscitan lo dinosaurios lo deja Stan, el famoso Tiranosaurios rex. A principios de octubre de 2020 un misterioso pujante anónimo desembolsó 31,8 millones de dólares para hacerse con él, una cifra de récord para un fósil. Pese a su interés científico —tiene 190 huesos originales— su futuro fue una incógnita durante un tiempo, hasta el pasado marzo, cuando al fin se desveló el misterioso: su destino, explica National Geograpghic, es convertirse en la atracción principal de un nuevo museo de historia natural de Abu Dabi, en Emiratos Árabes Unidos.
Son solo un puñado de ejemplos, pero hay muchos más. Desde que en 1997 Sue, otro fósil de Tiranosaurio rex, se subastó por 8,4 millones de dólares y mostró lo rentables que podían ser unos viejos huesos, el mercado al auge de los fósiles ha ido escribiendo capítulos sorprendentes. En mayo Christie´s vendía el esqueleto de un Deinonychus antirrhopus, la especie en la que se inspiraron los velociraptores de ‘Jurassic Park’, por 12,4 millones de dólares; y Sotheby´s llegó a vender un solo diente de T-rex de poco más de 20,3 centímetros de largo, por más de 100.000 dólares.
Su interés económico, alimentado por el hecho de que en EEUU los fósiles localizados en terreno privados pueden venderse con fines de lucro, está muy claro. Lo que ya no lo está tanto es hasta qué punto esa práctica puede perjudicar a los investigadores. “Esto es un desastre. Estoy disgustado, angustiado y decepcionado por el daño de gran alcance que la pérdida de estos especímenes tendrá para la ciencia”, reconocía a TNYT el paleontólogo Thomas Carr hace varios meses, después de que se hubiese vendido un Gorgosaurus en una subasta de Sotheby´s por 6,1 millones de dólares.
Los paleontólogos ya han llegado a levantar la voz para censurar la comercialiación de fósiles de mamut, osos de las cavernas o rinocerontes lanudos, como ocurrió hace años antes de una subasta en París. “Es triste que los dinosaurios se estén convirtiendo en juguetes coleccionables para la clase oligárquica”, censura Steve Brusatte, de la Universidad de Edimburgo. Otros, como Carr, van incluso más allá y concluye que las ventas son, “indiscutiblemente, perjudiciales para la ciencia”.
“El valor de los dinosaurios no es el precio que alguien paga. Es la información que contienen”.
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